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Crítica de Samarkanda


Samarkanda
27 March 2019
Quizá Memorias de Adriano ha sido la obra más importante de Yourcenar o, al menos, a la que más tiempo dedicó. de hecho, pasaron años desde que la comenzó en 1924 hasta que se publicó por primera vez en 1951; durante ese tiempo la destruyó, la pensó, y la volvió a escribir hasta terminarla a su gusto. Por tanto, quien se anime a leer sus páginas no espere encontrar una novela histórica ágil y con un ritmo fluido porque no lo va encontrar. Estas memorias están escritas con un lenguaje sumamente cuidado, incluso poético me atrevería a decir, en el que los diálogos brillan por su ausencia y el ritmo es sumamente pausado.

Yourcenar nos presenta esta obra bajo el formato de una extensísima carta escrita en primera persona y dirigida a Marco Aurelio, su nieto adoptivo y futuro sucesor del Imperio Romano. Estamos en el siglo II d.C. y Adriano, enfermo de una afección coronaria, redacta esta misiva al saberse próximo a la muerte en la que reflexiona sobre su vida, sus años como emperador y militar, sobre el amor y la pasión y, cómo no, también sobre la muerte.

Al igual que la división del libro, tres son las etapas que se aprecian en la vida de Adriano. La primera comprende su infancia en Hispania y la esmerada educación que recibió tras morir su padre al quedar bajo la protección del emperador Trajano, así como los años de su larga carrera tanto en cargos civiles como militares y que sentarían, posteriormente, las bases de su directriz política.

La segunda abarca el período en el que Adriano acompaña a Trajano en las guerras dácicas como tribuno y cuestor quedando, posteriormente, al frente de las legiones en los territorios de Oriente y permanece allí hasta que recibe la noticia de la muerte de Trajano, apenas días después de saberse designando como su sucesor, para volver a Roma tras ser aclamado por sus legiones como emperador.

La última parte hace referencia a sus años como emperador del Imperio Romano, dedicándose a consolidar las fronteras frenando, así, la expansión territorial y renunciando a nuevas conquistas bélicas para promover el ideal de paz en todos sus dominios. Son años en los que se dedicó a recorrer y administras las provincias imperiales, a fundar ciudades, construir carreteras y monumentos y a viajar por el mero placer de conocer mundo.

La autora deja a un lado los hechos históricos como tales para centrarse en los aspectos que marcaron la vida de Adriano, ofreciéndonos de este modo, las impresiones del emperador sobre la sociedad romana, las personas que rodearon su vida, su concepción de las artes en todas sus vertientes, su matrimonio de conveniencia con Sabina y la pasión que sintió por su joven amante Antínoo y el dolor que le causo su muerte prematura.

Pese a ser un libro complejo, con muchas reflexiones y matices, merece la pena acercarse a la vida de Adriano. Eso sí, hay que tener en cuenta que no deja de ser una novela y, como tal, hay partes que no son fieles a la realidad puesto que han sido modificadas y otras que ni siquiera existieron, al igual que muchos personajes que se mencionan a lo largo de las páginas.

Tras leer Memorias de Adriano me quedé con ganas de saber más sobre este personaje de la historia del Imperio Romano y descubrí que fue un hombre complejo, enérgico y de gran carácter; curioso y vanidoso, tirano en algunos momentos, y capaz de matar sin que le temblara el pulso, al que la enfermedad hizo irritable y cruel. Todo un personaje con sus luces y sus sombras.

A quien se anime a leerlo le recomiendo la edición de Edhasa traducida por Julio Cortázar y que contenga los cuadernos de notas a las Memorias de Adriano, complemento perfecto para que le quede claro al lector la realidad de los hechos históricos de los hechos novelados.
Enlace: https://libropoli.blogspot.c..
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