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Crítica de laurass89


laurass89
20 February 2019
Hay quienes no entienden que la melancolía forma parte de nuestra vida y que no es del todo malo añorar con tristeza algo. Esa tristeza puede simbolizar sentimientos que consideramos positivos, como el amor o la amistad; épocas que aún siendo complejas nos dieron algo que ha hecho que hoy seamos lo que somos, y personas que nos dieron un rayo de felicidad por muy tenue o breve que este fuera.

Por todo ello, hoy os traigo la reseña de Last Quarter de Ai Yawaza.

Una danza de emociones

La verdad es que las cosas son complicadas para todos. Es muy difícil explicar lo que sucede sin adelantar algo de la historia, así que perdonadme la licencia. Las cosas son muy complicadas para todos porque para poder entender la historia que nos presenta Yawaza, tenemos que tener en cuenta cómo son los personajes que tejen la historia. Todos tendrán un punto en común, el sentimiento de abandono, el sentimiento de que el mundo se ha olvidado de ellos.

La historia comienza con Mizuki, una chica de diecisiete años que no es feliz. Va a la escuela y trabaja, tiene amigos y hasta un novio, pero su madre ha muerto. Las circunstancias de su muerte son lo suficientemente duras, como para que Mizuki rechace la vida que ha rehecho su padre y, aunque no tiene nada en contra de su hermana pequeña, ni ella es capaz de retenerla en la luz. Además, su novio y su mejor amiga, Tomoki y Aya, no han estado tampoco para poder ayudarla. Por ello, huye con Adam.

Adam es un guitarrista que pertenece al grupo inglés Devil Eye. Cuando se nos presenta está en un parque tocando la canción que da nombre al manga, Last Quarter, y es en ese momento en el que conoce a Mizuki. Él añora a su novia Sayaka, que murió por una enfermedad, y por ello se abandona a sí mismo. Por ello, se intenta fugar con Mizuki.

Hotaru es una chica de primaria que vive abandonada. No se sabe nada de su padre y su madre apenas comparte tiempo con ella. Además, sus compañeros de clase se meten con ella porque su madre trabaja entreteniendo a hombres. Sin embargo, Hotaru no siente el abandono porque se hace fuerte con el amor que los demás le brindan. Por ello, es capaz de salvar a Mizuki.

El acorde del destino

Pero, salvar a Mizuki, ¿de qué? La verdad es que la reseña de hoy también podría llamarse «Anatomía de un instante», ya que la novela se nos plantea como una historia de detectives. El objeto de investigación será saber qué pasó en el momento en el que se conocen Mizuki y Hotaru, y saber quién es un personaje en concreto: Eve.

En torno a estos dos polos girará toda la trama en donde los tres grupos de personajes quedarán hilados, formando un acorde que no dejará de sonar suspendido a lo largo de toda la historia. Así tendremos el primer grupo formado por Hotaru y sus compañeros de clase, Sae, Mosaki y Sugisaki, que serán quienes ayuden a ambas muchachas a desentrañar el misterio que suponen Adam y la recién aparecida Eve. Adam nos traerá de su mano a su banda Devil Eye y a Sayaka Kamiro, una pianista excelente; y Mizaki nos traerá a su familia, a Tomoki y a su amiga Aya. Cada uno de estos personajes, con una participación más o menos extensa, será crucial en la historia, ya que serán cada una de las teclas necesarias para que las chicas se encuentren y se efectúe la conexión entre ellas.

Claro, ahora cabe preguntarnos quién es Eve. Ella es el acorde del destino. Cuando Hotaru sigue su vida después del encuentro con Mizuki, conoce a Eve, una muchacha que vive en una casa abandonada y que se queda allí a la espera de que Adam regrese. Es tal la desesperación y el abandono que siente esta chica que Hotaru pide ayuda a sus amigos para poder ayudarla. Pronto comienzan a investigar quién es Adam y quién es Eve. Y de ella pasan a Mizuki y de Mizuki a Adam. Hotaru no comprende qué relación hay entre estas tres personas y lo que es peor, qué tienen que ver con ella. Sin embargo, el destino los ha unido y parece que ella es la única capaz de continuar con la vida de los cuatro.

La melodía de la promesa: las tres notas

Y desde luego, la nota discordante en todo este asunto es Adam. Él, símbolo del amor en la obra de Yawaza, supone de igual modo el punto de discordia. Adam novio de Sayaka, objeto de espera de Eve y punto de fuga de Mizuki desaparece después del encuentro entre Hotaru y Mizuki.

Cada una de ellas ha prometido una cosa diferente a Adam, al igual que él ha prometido una cosa diferente a cada una de ellas. Sayaka le prometió que jamás lo dejaría solo, él le prometió que jamás la abandonaría; Eve le prometió que le esperaría y él le dijo que volvería; Mizuki le prometió que iría con él y él le prometió que se la llevaría. Y al comienzo de la obra, ninguna de las promesas se ha cumplido. La melodía que se nos va desarrollando en Last Quarter es la melodía de los sueños incumplidos, de las promesas rotas porque la vida es así, porque hay unos tiempos mejores y otros peores, pero que de todos aprendemos algo. Para poder hacerlo, Yawaza nos ofrece tres aristas de lo que es prometer y atarse a la promesa, Mizuki, Eve y Sayaka, y una clave, lo que es no poder cumplirlas a pesar de desearlo con todas tus fuerzas, Adam. Y de esta manera nos enseña que, a veces, las promesas solo son cargas estúpidas que no nos llevan a ningún sitio.

No obstante, aparece Hotaru. Yawaza elige perfectamente a ese personaje, ya que quién, sino una niña que sí conoce el dolor y la soledad, pero que no ha tenido tiempo aún para atarse a nada, podría tener la entereza de solucionar esto. Su primera promesa se la hace a Eve y como una primera vez que es, pondrá todas sus fuerzas para cumplirla. El personaje de Hotaru nos enseña que el abandono es algo terrible, pero contra lo que podemos luchar; que la espera no tiene sentido y debe cesar si se hace eterna, porque ante todo estamos nosotros; y que por mucho que nos duela lo que tenemos, debemos enfrentarlo y convertirlo en parte de nosotros mismos. Pero, sobre todo, Hotaru nos enseña, tan joven, que existe un yo sí, pero que en muchos casos debe ser un yo contigo.

Como podéis ver, el integral de Last Quarter me ha encantado. Es cierto que te deja pensativo, melancólico sin saber por qué, pero esa es la genialidad de Ai Yawaza. Sus historias nos enseñan realidades que siempre vemos lejanas hasta que nos toca a nosotros, nos enseña que la vida da mil vueltas, tiene bucles y enredos, y que cuanto antes lo comprendamos, antes aprenderemos a sacar de la melancolía nuestros pasos.
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