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Crítica de LEMB


LEMB
31 October 2019
Ha sido increíble, de verdad. Entiendo que no es una novela fácil pero solo por esa narración que la autora consigue dominar, jugando con el lector y con su percepción, comprensión, empatía y sensibilidad, merece que esté entre mis mejores lecturas de nuevo.

Ahora me encuentro en la situación de tener que hablaros de lo que me ha parecido esta lectura, de lo que he sentido y de cuáles han sido mis impresiones. Os aseguro que no es nada fácil. Voy a intentar no contar demasiado de la historia en sí esperando que confiéis un poco en el resto de lo que digo.

Comienzas la lectura de la gente en los árboles con un prefacio en el que Ronald Kubodera, colega y ayudante del galardonado doctor Norton Perina, se dirige al lector y justifica la motivación que le ha llevado a editar y compartir esas memorias que el propio doctor ha escrito desde la cárcel. Él mismo nos confiesa desde un principio que ha cortado lo que ha considerado y que ha añadido notas y aclaraciones por todo el texto para que sea más comprensible para nosotros. A partir de aquí nos enfrentamos como lectores a una historia contada en primera persona, con toda la verdad (o mentira) que ello pueda llevar implícito, que es más una especie de confesión vital que alguien se haría en un momento determinado de su vida; o eso es lo que nosotros pensamos.

Esas notas de autor son tan importantes como el texto en sí, por todo lo que dicen y por cómo lo dicen, y porque se convierten en una parte que da sentido a esa magnífica estructura narrativa que, como recurso literario, creo que está increíblemente trabajada. Hay momentos en que dudas si lo que nos están contando ha sido verdad, es decir, si es histórico y nuestro médico existió o es simple ficción, proveniente de la mente de Hanya Yanagihara. Creo que algo así no lo consigue cualquiera.

Y yo me pregunto por qué le da ese aire de retrato biográfico real con fechas y nombres de personas que no existieron y las coloca como sí que fuesen reales y no personajes inventados. El texto manipula al lector porque le convence de algo que no existe, atrayendo su comprensión hacia una historia que convierte ese interés en verdadera curiosidad.

A mí personalmente el personaje que escribe su historia, el doctor Norton Perina, me ha desubicado, me ha hecho sentir cercanía, comprensión y repulsión a partes iguales; a veces pensaba que era un sociópata, otras misógino y otras demasiado sincero con el porqué de sus actitudes y de su relación con su familia (toda su familia, la sanguínea y la que él construye por puro egoísmo) y con la gente que le rodea. Cómo alguien puede ser capaz de escribir este texto, de esta manera; es pura narración, una narración que transmite pulcritud e, incluso, en cierta manera, acritud; parece como si el que lo estuviera escribiendo lo hiciera sin ningún tipo de emoción y eso, en mí, levanta intriga y curiosidad por situar a dicho personaje, por conocerlo, por extraer de lo que me cuenta, y de lo que se calla, su manera de ser. No me da pistas porque todo es muy aséptico pero, a la vez, el narrador se involucra tanto como puede hacerlo alguien que cuenta su verdad. Todo consigue que yo valore este texto con admiración por esa maestría que muestra la autora con el uso de las palabras y con lo que transmiten.

Sorprende cómo confiesa sus sentimientos, sean buenos o malos, o mejor dicho, sean éticamente adecuados o no, y eso también nos condiciona como lectores. Tal y como promete la sinopsis, juega con la nuestro sentido de la ética.

Con una facilidad increíble para que el texto no decaiga en ningún momento, pasamos por la infancia de este doctor confeso, por su adolescencia y universidad, para llegar a su viaje como explorador, antropólogo o médico, que sería la parte central de todo lo que leemos, y terminar con su faceta de padre, que será lo que le lleve finalmente hasta donde está. Es tan crudo, tan directo y tan veraz que acabas metiéndote dentro de lo que estás leyendo, con las ganas de avanzar para saber si ese "que te habla" a ti, el lector, es culpable de lo que se le ha condenado.

Tras terminarlo podría decir que hay amor en el texto, pero un amor a uno mismo, a su grandeza, a su realidad, a su manera de mirar el mundo, y todo secundado por quien complemente la narración con aportes que lo hacen más creíble, que aportan seriedad pero que también implican aceptación y admiración, por lo que su objetividad no es tal.

Las notas de editor aumentan la sensación de realidad de lo que estamos leyendo; algunas son muy cortas y otras muy largas; algunas son explicativas y otras son informativas; y en ellas está la mano de alguien que se siente cerca del doctor.

No es una narración fácil por lo que no es una lectura fácil, pero a la vez me ha resultado fluida e interesante, tanto la parte antropológica de su historia (una tribu desconocida y descubierta a mediados del siglo XX vista desde los ojos de un chico distinto) como la historia de su propia vida, de sus valores y del porqué de sus acciones; sus porqués, realmente, ya que no creo que en ningún momento el doctor nos justifique lo que hizo, simplemente nos lo cuenta como quien se lo cuenta a él mismo.

Habla de la impunidad, de los equipos de investigación, de las empresas farmacológicas, cómo no se protegía al individuo. Se tratan temas muy reales sobre experimentos, sobre descubrimientos, sobre el mundo científico, sobre la sociedad. Nos acerca a una parte de la colonización en los años 30, 40, 50 y en adelante. Habla de ciencia y habla de gente. Habla del interior de una persona, sin ser un texto intenso o pasional, y de sus motivaciones. Lo dicho, para mí esta autora consigue lo que quiere gracias a sus palabras.


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