Siguió un breve silencio como un hechizo. Ninguno de los dos dijo nada. A él le bastaba sentirla cerca, contemplando el Bund. Y entonces vio el parque y el malecón —«barridos por confusas alarmas de lucha y huida / donde ignorantes ejércitos se enfrentan por la noche»— una escena experimentada por otro poeta, en otra época, en otro lugar, con alguien de pie a su lado. |