Uno no puede traer hijos a un mundo como este. Uno no puede perpetuar el sufrimiento, ni aumentar la raza de estos lujuriosos animales.
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Uno no puede traer hijos a un mundo como este. Uno no puede perpetuar el sufrimiento, ni aumentar la raza de estos lujuriosos animales.
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¿De verdad importaba -se preguntó, mientras andaba hacia Bond Street-, de verdad importaba que inevitablemente ella tuviera que desaparecer; que todo esto fuese a seguir sin ella?; ¿lo lamentaba, o era un consuelo creer que la muerte ponía fin a todo?
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Pese a tener el doble de inteligencia que su marido, estaba obligada a ver las cosas con sus ojos, lo que constituye una de las tragedias de la vida matrimonial.
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Clarissa pensaba que los Dioses, que nunca perdían una oportunidad de dañar, frustrar y estropear el humano vivir, quedaban seriamente chasqueados sí, a pesar de todo, una se comportaba como una señora.
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A través del sufrimiento se alcanza el conocimiento.
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Toda una vida no bastaba, era demasiado corta para, ahora que uno había adquirido la capacidad de hacerlo, extraer el pleno aroma; para sacar cada onza de placer, cada matiz de significado.
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¿Qué importa el cerebro -dijo Lady Rosseter, levantándose- si se lo compara con el corazón?
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y quedó dominado por su propia pena, que se alzó como una luna que se contempla desde una terraza, horriblemente hermosa en la luz del día naufragante.
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Era una gran época la que le había tocado vivir. De verdad que su vida misma era un milagro; sí, no le cabía la menor duda: ahí estaba, en lo mejor de su vida, camino de su casa en Westminster pars decirle a Clarissa que la quería. Esto es felicidad, pensó.
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La mitad de las veces ella no hacía las cosas simplemente, no las hacía por si mismas, sino para que la gente pensará esto o lo otro; lo cual sabía que era una perfecta estupidez.
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Su nombre de nacimiento es: