Siendo dos veces más inteligente que Dalloway, Clarissa tenia que verlo todo a través de los ojos de Dallo-way, lo cual es una de las tragedias de la vida matrimonial. Dotada de criterio propio, tenía que citar siempre las palabras de Richard,
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Siendo dos veces más inteligente que Dalloway, Clarissa tenia que verlo todo a través de los ojos de Dallo-way, lo cual es una de las tragedias de la vida matrimonial. Dotada de criterio propio, tenía que citar siempre las palabras de Richard,
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...como sea que nuestras apariencias, la parte de nosotros que aparece, son tan momentáneas en comparación con otras partes, partes no vistas, de nosotros, que ocupan amplio espacio, lo no visto puede muy bien sobrevivir, ser en cierta manera recobrado, unido a esta o aquella persona, e incluso merodeando en ciertos lugares, después de la muerte. Quizá, quizá.
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Pero el futuro de la civilización está, pensó, en manos de jóvenes así; de jóvenes como había sido él hacía treinta años; con su amor por los principios abstractos, haciendo que le enviaran libros desde Londres hasta un pico en el Himalaya, leyendo libros de ciencia, leyendo libros de filosofía. Él futuro está en manos de jóvenes así.
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Que bojos que som. Només Déu sap per quina raó l’arribem a estimar tant, la veiem com la veiem, inventant-la, construint-la al nostra voltant, destruint-la i creant-la de nou a cada moment: estimem la vida.
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Porque es una lástima muy grande no decir nunca lo que uno siente...
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A través del sufrimiento se alcanza el conocimiento
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Tenia la extrañisima sensación de que nadie la veía ni la conocía; se había acabado el matrimonio y tener hijos, solo quedaba aquel sorprendente avanzar de manera solemne, aquel ser la señora Dalloway; ni siquiera Clarissa ya; tan solo la señora de Richard Dalloway.
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Pero, dijo Clarissa, sentada en el autobús que ascendía por Shaftesbury Avenue, ella se sentía en todas partes; no «aquí, aquí, aquí»; y golpeó el respaldo del asiento; sino en todas partes. Clarissa agitó la mano, mientras ascendían por Shaftesbury Avenue. Ella era todo aquello. De manera que, para conocer a Clarissa, o para conocer a cualquiera, uno debía buscar a la gente que lo completaba; incluso los lugares.
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Pensaba que no había Dioses; que nadie tenía la culpa, y por eso desarrolló esta religión atea de hacer el bien por el bien mismo
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No temas más al ardor del sol Ni a las airadas furias del invierno. |
Su nombre de nacimiento es: