¡Oh, una cuerda!

Hace apenas 48 horas recibí en casa, como una niña recibe un regalo muy deseado, el libro de la editorial Picarona, ¡Oh, una cuerda!
En este caso se cumplió la norma de que mis prejucios negativos hacia determinados libros son totalmente equivocados.
En este álbum ilustrado de Cho Wonhee me he encontrado con una historia que me ha hecho recordar alguno de los mejores clásicos de la literatura infantil y juvenil como Donde viven los monstruos de Sendak en los que los espacios más áridos y aburridos de los adultos, se convierten, gracias a la imaginación infantil, en lugares llenos de vida, alegría y color.
En esta obra un hombre que va a trabajar se encuentra por el camino con una cuerda. al tirar de ella, descubre con sorpresa que no consigue hacerse con ellla. Probablemente alguien esté tirando de ella del otro lado. Después del hombre, pasa por allí una clienta suya que decide ayudarlo a tirar de la cuerda para ver si logra que le rebaje el precio de su casa. Luego pasa un joven que va al gimnasio y quiere lucir sus músculos, una joven que va a una cita, un anciano y, finalmente, un niño.
Los adultos le piden ayuda al pequeño para tirar: hay que ganar y conseguir la cuerda. Pero el niño se aburre. Suelta el extremo de la cuerda y comienza a recorrerla con curiosidad y descubre un montón de sorpresas maravillosas.
Y por supuesto, también descubre lo que hay al otro lado de la cuerda, que es algo que no le sorprende demasiado.
Con esta obra el autor nos muestra cómo la imaginación de los niños es capaz de hacer habitable los lugares más desolados y despoblados de la realidad.
Por otro lado, las ilustraciones, aunque sencillas, son muy expresivas. La cuerda se sitúa estratégicamente en el extremo derecho de la hoja del ese mismo lado, mientras los personajes van apareciendo por el lado izquierdo. Cuando se ponen a tirar de la cuerda, parecen quedar pegados a ella y se van uniendo los nuevos adultos que van apareciendo.
Sólo el niño va a ser capaz de moverse por las dos páginas, por la derecha y la izquierda, con total libertad, arriba y abajo, subrayando así también con los dibujos la idea que subyace a lo largo de la historia: la imaginación es un modo de vivir la realidad que nos enriquece y nos hace libres, la que nos permite llenar de colorido y seres vivos un mundo que de otro modo sería, sin duda alguna, demasiado serio.
Una obra diez para regalar a cualquier niño o adulto aficionado a este género, al que sólo se podría poner como pega la calidad del papel, quizá demasiado fino.