El libro del dia del juicio final

Estamos en el año 2054 y los viajes en el tiempo son posibles. Kivrin, una joven historiadora, es enviada al año 1320 para conocer una serie de detalles históricos, pero algo no sale según los cálculos previstos. Un virus desconocido ataca a la población del presente mientras Kivrin, perdida en una época que no le corresponde, intenta encontrar la forma de volver a casa en una carrera contra el tiempo y la enfermedad.

Aproveché que reeditaron la novela hace apenas un mes para hacerme con ella. Como habéis podido comprobar, el argumento de la trama es bastante actual, teniendo en cuenta este periodo de pandemia que nos está tocando vivir. Es un libro fantástico, perfectamente documentado y, teniendo en cuenta que se publicó en 1992, hace casi treinta años, sorprende que muchas de las reacciones de la sociedad sean muy similares. Algo que no sé si habla muy bien o muy mal de nosotros como especie.

“Yo, al ver tantos males, he puesto por escrito todas las cosas de las que he sido testigo. Para que las cosas que merecen ser recordadas no perezcan con el tiempo”.

Esta novela no va de viajes en el tiempo, aunque estos sucedan. Es un libro que habla del espíritu de superación del ser humano y su capacidad de soportar y sobreponerse ante el sufrimiento y la adversidad. La primera parte puede que, como a mí, se os haga un poco cuesta arriba, porque la autora es muy reiterativa con ciertas ideas, pero si uno logra sobrevivir a unas 150 páginas, en las que seremos testigos de cómo se forman los lazos de las relaciones personales entre los protagonistas y unos personajes secundarios excepcionales (Colin, Roche, Rosemund, la pequeña Agnes…), vais a obtener una recompensa a ese sacrificio que premia con creces el esfuerzo.

En una época en la que acecha la muerte en cada esquina, Connie Willis nos muestra lo peor y lo mejor del ser humano. Y ahora debo volver a seguir tocando las campanas. Es importante. Campanas y tiempo, campanas y tiempo.