Hay libros que no son fáciles de describir (ni de leer). Me imagino que lo elegí atraído por las sugerentes etiquetas que lo preceden…Obra mítica, narrativa innovadora, rompedora y cosas de similar nivel. Por lo que a mi concierne, es posible que en 1959 pudiera impresionar por su vocabulario crudo y descarnado, situaciones delirantes hasta llegar a extremos de paranoia …pero a día de hoy no me ha causado otra sensación que aburrimiento y hartazgo ante tal cúmulo de despropósitos. Una cosa es narrar sobre tu experiencia con las drogas y otra diferente sumergirte de lleno en un estado enajenado, frenético y excitado para plasmarlo en un compendio confuso de personajes y situaciones. Reconozco no alcanzar el nivel consciente para apreciar las innovaciones y sutilezas de esta “mítica” obra. Hay un hecho en la vida del autor que marcó su existencia. En 1951 y estando en México en una fiesta con amigos y consumo abundante de alcohol, decidió emular a Gillermo Tell sustituyendo el arco y la manzana por un pistolón y una botella vacía sobre la cabeza de su mujer; esta pretendida demostración de su habilidad con las armas acabó en un confuso homicidio involuntario aunque más tarde tuviera que variar su versión y atribuirlo a un trágico accidente. Según Burrougs, fue este penoso y siniestro suceso el que motivó que se iniciara en el mundo de la escritura. Personalmente hubiera preferido que no se hubiera comportado de manera tan estúpida y hubiera encontrado un modo de entretenimiento más inofensivo para divertir a sus visitantes y compañeros de fiesta. |