Si bien anteriormente con "El retrato de Dorian Gray " el autor me decepcionó, básicamente por culpa de sus epigramas y la consiguiente ralentización de la lectura que me proporcionaba, en esta ocasión, quizás por ser una obra teatral y, por tanto, con un necesario mayor ritmo de acción y de palabra, he encontrado más placer en la lectura, con diálogos ocurrentes y personajes estrafalarios y graciosos. Los engaños, las confusiones, la hipocresía que se muestran dan mucho juego.
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