La balada de la cárcel de Reading

En la balada de Reading Oscar Wilde y su voz poética comienza describiendo un crimen pasional, el color rojo invade la primera estrofa. El rojo de la pasión y de la sangre.  El objeto amoroso es factible de numerosas muertes: La corporal, la verbal porque las palabras hieren y matan, y la gestual como el beso de la traición.

EL yo poético se compara con este asesino porque ambos están en la cárcel, privados de su libertad como parias, ambos pegaron y comparten momentáneamente el mismo destino de encierro. Los trabajos de limpieza en la cárcel realizados por los presos no les permitía evadirse completamente porque aún así pensaban en la muerte. En el próximo preso que iba a morir.  La desesperanza se apodera de los prisioneros. El miedo, la tristeza, el terror; la muerte que se cierne sobre los presos, el llanto, los gemidos y los gritos son habituales en su estadía en la cárcel.  La visión de las fosas de los muertos sepultados con los grilletes y las marcas de cal en los calzados de los guardias es el constante recordatorio de la muerte.

EL tiempo en la cárcel se hace eterno. Todo Lo que podía haber de bueno en el hombre, muere en la cárcel. Sólo lo malo florece en la prisión. Las referencias al primer crimen narrado en la Biblia, el de Caín, y otras referencias religiosas se repiten especialmente cerca del final de esta balada. La voz poética tiene un tono apesadumbrado, desesperado por las vivencias carcelarias. La religión es un modo de buscar un poco de paz en la sordidez de la prisión y del constante pensamiento acerca de la muerte en el confinamiento. La elección de la forma popular de la balada quizás responda al hecho de que Wilde se consideraba especial pero allí en la prisión era simplemente un hombre más, vestido con el mismo uniforme gris que el resto de los presidiarios.