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Crítica de Lawerson


Lawerson
15 June 2020
Con la magia que extiende sus garras por las fronteras del reino de Arturo, el emblemático mago Merlín tiene una solución: decide enviar a Ginebra para que se convierta en la esposa de Arturo, para que pueda protegerlo de aquellos que buscan la caída de la ciudad que gobierna el joven rey. ¿Cuál es la trampa? El verdadero nombre de Ginebra… Su identidad verdadera. Nadie la conoce realmente. Ella es una sustituta, una joven que ha sacrificado todo para salvar Camelot. Para mantener a Arturo a salvo, Ginebra debe abrirse camino en una corte donde los antiguos residentes, incluida la misma familia de Arturo, quieren que las cosas continúen siendo como siempre, y los nuevos, aquellos atraídos por el sueño de Camelot, luchan por una vida mejor. Y siempre, en el corazón verde del bosque y las negras profundidades de los lagos, la magia espera al acecho para reconquistar el reino. Justas mortales, falsos caballeros y romances prohibidos no pueden compararse con la amenaza más grande: la joven de largo pelo negro que cabalga a través de la foresta oscura hacia Arturo. Porque cuando toda su existencia es una mentira, no es posible confiar ni siquiera en uno mismo.

Parece ser que la leyenda del rey Arturo está más viva que nunca dentro de la literatura. Muchos son los libros que, ahora, llegan con una historia basada en algún momento o en algún personaje del famoso mito, y cada vez que se anuncia uno nuevo yo salto de alegría. El ciclo artúrico siempre ha sido algo que me ha interesado y gustado, así que ver cómo nuestros autores y autoras le dan un giro o una reinterpretación nueva siempre es algo que agradecer, al menos, por mi parte. El engaño de la princesa viene, justamente, para ello. La historia, que se concentra en pleno corazón de Camelot, llegaba a casa después de la decepción que me llevé con otro libro diferente que trabajaba también bajo la misma ambientación, una cura que iba a tapar ese agujero que, con ilusión, comencé a leer para que se convirtiera, finalmente, en el retelling del rey Arturo que necesito. Sin embargo, esto no ha sido así y, desgraciadamente, aún continúo con la búsqueda de ese libro que me aporte realmente una historia inolvidable. No sé por qué, el mito del rey Arturo no me termina de funcionar en forma de retelling.

Usando en todo momento una narración en tercera persona a través de los ojos de Ginebra, nuestra principal protagonista, comencé a leer el libro con muchas ganas y, en un primer momento, lo que estaba viendo que estaba gustando e interesando bastante. Un Camelot sin magia donde ésta, además, se persigue, acompañaremos a Ginebra hacia su nueva vida donde, allí, tendrá que casarse con el rey Arturo y, con ello convertirse en su reina. Sin embargo, Ginebra guarda sus propios secretos y, pronto, estaremos metidos de lleno en su principal misión: proteger a Arturo cueste lo que cueste de aquellos enemigos que quieren hacerse con el trono. Con una premisa así, no era extraño pensar en una lectura emocionante, absorbente y asombrosa, algo que Kiersten White consigue sin problemas durante la primera mitad del libro. A través de unos capítulos bien desarrollados, con descripciones precisas y una ambientación original y peligrosa, que va creciendo y se va haciendo más palpable por momentos, Ginebra era realmente el pilar de todo, el foco que le daba a la lectura ese toque misterioso que, desde el primer momento, nos va a enganchar sin poder evitarlo a El engaño de la princesa. Junto a ella, la trama se va a volver muy enigmática, teniendo que estar muy alertas por cualquier movimiento sospechoso que se pueda crear, estando dentro de un escenario en el que también hay que medir las acciones realizadas para que nadie pueda descubrir a Ginebra, su magia, señalarla y condenarla al exilio acusada de brujería. Es por ello que, a lo largo de las primeras cien o ciento cincuenta páginas, la historia se va a mover entre intentar descubrir quién está detrás de quitar a Arturo del trono y separarlo de su corona, así como intentar dar con la verdad que se esconde tras Ginebra, mezclándonos de manera muy acertada entre la sociedad de Camelot, conociendo en estas páginas figuras importantes, la manera en la que funciona la nobleza, las relaciones y amistades, el juego palaciego del que, pronto, hasta Ginebra quedará exhausta pero que nos dará un buen elenco de personajes entre los que desconfiar y entre los que sospechar, convirtiéndonos en una especie de detectives para intentar dar con esa persona que ya está moviendo sus hilos en la oscuridad. Además, entre los diferentes capítulos se va a desarrollar un complot más tenebroso, narrado a través de otra voz misteriosa, más relacionado con la magia y que nos cuenta otra parte de la ambientación, el pasado, algo que también se convertirá en un interés más para tenernos completamente enganchados a la historia.

En estos momentos, como os he dicho, estaba muy metida en la lectura. Me gustaba ir descubriendo Camelot, su estilo de vida, conocer qué había pasado con Merlín, la magia y esa guerra con la Reina Oscura que, de alguna manera, todavía está intentando despertar a pesar de la derrota. Poco a poco se va viendo que la trama, en realidad, tiene por debajo algo más grande que, cuando explote, va a dejarnos con la boca abierta. Y, tras el primer giro argumental, algo que me sorprendió porque no esperaba ver a esas alturas, la trama empieza a coger un ritmo diferente. La magia de Ginebra se hace más presente, indagamos en hechizos, rituales, y no solo Camelot cobra vida. También sus bosques y sus mortales criaturas. No obstante, a medida que avanzaba en el libro empezaba a sentir que la historia se iba desinflando, iba perdiendo interés y emoción y acababa en una lectura bastante lineal, estancada y, a veces, aburrida. Todo el interés alrededor de Ginebra se difumina, la autora pone el punto de atención en otro lugar que tampoco consigue hacerle demasiado bien al libro. Y es entonces cuando veo que, en realidad, no está pasando nada de nada. Entramos en una lectura en la que sólo vamos a estar acompañando a Ginebra por las calles de Camelot, hablando con algunas personas, visitando casas, lugares y haciendo tareas de una reina, una vez detrás de otra. No hay acción, el suspense de descubrir esos secretos se evapora completamente cuando Ginebra se empeña en acusar a una persona de estar trabajando contra la corona sin tener demasiadas pruebas, y solo nos quedamos con una gran parte del libro que no va a destacar con nada y que cierra de golpe la parte de la investigación. de vez en cuando hay alguna que otra escena rápida, con algo de batalla, e incluso la autora mete otro de sus giros que me encantó y que me pilló desprevenida, pero todo ello acaba rápido y regresamos al punto de partida. Empecé a desengancharme de la historia, no me concentraba en ella, me perdía en mis pensamientos y, en resumen, no había nada que captara mi interés. No me gustaban los cambios vividos en el ambiente, en Ginebra, su papel, incluso Camelot había perdido su encanto. Con todo ello, Kiersten White intenta alzarse de cara al final, unos capítulos que, con fuerza, llegan para intentar animar al lector, pero lo hace de una manera tan brusca que, personalmente, no me ha convencido.

Creo que el principal problema que tiene el libro es que la autora no ha conseguido desarrollar del todo bien esa subtrama para que, en esos capítulos finales, sorprendiera con la gran revelación de esta primera parte. Cuando se descubre el verdadero artífice, no me pegaba con lo que se había leído hasta ahora. Sentí que la autora había tomado esa drástica decisión, aunque no sonara lógica, para intentar darle un final a la historia cometiendo, bajo mi punto de vista, más fallos que aciertos. El final es apoteósico, todo hay que decirlo. Vuelve a tener escenas con magia de un lado para otro, sangre derramada y una lucha interior que, después de estar un tiempo leyendo sobre la nada, vuelve a dar ese toque interesante. Sin embargo, creo que llega tarde. Lo mismo me ha pasado con los personajes, me han dado la sensación de que no se han mostrado completamente y no se han sabido aprovechar del todo. Tanto Ginebra, como Arturo, como todos los demás que están a su alrededor no me han dicho gran cosa. Ginebra sufre un cambio brutal de personalidad, me ha parecido muy floja. No lucha, se queda estancada en un romance con Arturo que tampoco me ha gustado. Lo he visto precipitado, más de la ilusión que otra cosa. No me ha agradado que trataran a Ginebra de tan mala forma en algunos momentos, impidiendo que haga algo solo porque es mujer y por que ese no es el papel de una reina. Y ella aceptaba eso, sin luchar. Me hubiera gustado ver más rebeldía por su parte, más autoridad y no tanta dependencia.

En definitiva, El engaño de la princesa no es el libro que esperaba ver. Con una idea buena, original y que se mete de lleno en el mundo mágico de Camelot, pienso que la autora no ha sabido llevar de manera correcta todos los elementos que su historia tenía y, aunque al final intenta remontar, no logra reparar el daño provocado por una trama que, en su mayoría, decepciona y me ha llegado a aburrir.
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