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Cuando comencé a leer este libro no me atrapo al 100%, aunque sentí que la historia podría haber dado para más, las primeras páginas nos relatan a un joven adolescente, John Wayne Cleaver, obsesionado con los asesinos seriales cuya madre aparte de trabajar en una funeraria (que es suya y viven sobre ella) deja que su hijo que ha sido diagnosticado como sociópata le ayude en algunas tareas, lo cual tal vez no sería muy sano si recordamos su obsesión. Fuera de eso nos enteramos de que John tiene una serie de reglas para no traspasar sus límites y así evitar convertirse en aquellos personajes que tanto lo fascinan, mala mente, así día con día espera el fallecimiento de alguien del pueblo para poder mirarlo en la funeraria. Al inicio de la historia nos enteramos sobre más acerca de su vida, así como de su único amigo, Max, con quien se lleva más para aparentar un poco de normalidad, también de que gracias a un ensayo de historia lo mandaron a un terapeuta, pero toda esta vida relativamente normal da un giro muy extraño, ya que comienzan a aparecer cadáveres en misteriosas condiciones, a cada cuerpo le faltaba cierto órgano y venían acompañados de una rara sustancia negra, esto logra cambiar el sentido de la vida de John, ya que al parecer su sueño de conocer a un asesino seria, o de presenciarlo, no es como el esperaba, y más porque al parecer el aparente asesino puede ser una criatura misteriosa. Creo que el libro pudo haber tenido otro giro, como el de ver el recorrido de un asesino tratando de no serlo, o de que al final el monstruo se encuentra siempre dentro de las personas, pero el hecho de utilizar un ser sobrenatural lo hizo un tanto predecible, si bien es un libro que no acostumbraría a leer, la primera parte no fue tan llamativa como esperaba, pero la segunda fue tomando más acción. |
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