Un duque para la señorita Chatham

Me ha parecido un romance dulce y emotivo, que fluctúa entre los sentimientos profundos de los protagonistas y el deber que los ata.

El desarrollo de la historia tiene lugar, casi en su totalidad, en Minstrel Valley, con lo que volvemos a un lugar conocido. Sin embargo, en esta ocasión, se nos permite pasear por zonas que quizás solo salían de pasada en otras novelas, y que aquí se transforman en un escenario, como la torre junto al puente del Pasatiempo. Además de la ambientación, la documentación sobre la elaboración de perfumes me ha parecido fantástica.

La trama involucra a un personaje que había aparecido en otras entregas de la serie, especialmente en la primera "Si me lo pide el corazón", y que estaba siempre ahí, como esos discretos criados de toda mansión. En esta ocasión, la señorita Chatham salta a primera página como protagonistas, sin abandonar su puesto de dama de compañía de lady Acton. El desarrollo de la trama se centra en la historia de amor de los protagonistas, aderezada con situaciones que podrían darse en el día a día de cualquier dama o caballero de la época: una tormenta, la visita de un pariente, un viaje de negocios, un sirviente que se jubila... Situaciones cotidianas que hacen la trama más creíble.

Los protagonistas, a mi modo de ver, no podían ser más afines. Nathaniel Appleton, duque de Braxton, es un caballero serio, educado, consciente de sus deberes, culto y apasionado con ciertos temas, como leer o viajar. Es un hombre que siempre ha relegado sus propios sueños en favor del ducado, y, por lo tanto, cuando encuentra a una mujer a la que sí es capaz de amar, pero no corresponde a lo que dicta el deber, también estará dispuesto a renunciar a ella, a pesar del dolor. Me ha gustado ver cómo evoluciona el personaje, y cómo, poco a poco, vamos conociendo todas la facetas que componen al duque, hasta ser capaces de ver al "hombre" detrás del duque.

Melanie Chatham es un personaje que sorprende y que, al igual que les ha pasado a algunas de las alumnas de Minstrel Valley, nos hemos dejado llevar por los prejuicios con ella. Conforme nos adentramos en la historia, vamos conociendo el pasado de esta mujer y la fuerza de voluntad y de carácter que ha demostrado para salir adelante, manteniendo intacta su dignidad, y ayudando a su familia (por más que esta no sea digna de merecerlo). Mantiene sus principios y su capacidad de ver las cosas con perspectiva, incluso a pesar de la tentación que puede suponer Nathaniel; pero, al mismo tiempo, es libre para amar y entregarse a esos momentos efímeros de felicidad que le brinda la vida.

El estilo de Brenna Watson me ha encantado, por la dulzura de su pluma, por la capacidad que tiene de impregnar de romanticismo escenas sencillas y cotidianas, por esos personajes sencillos y complejos a la vez. He disfrutado mucho leyéndola y volviendo, de su mano, a este pueblo encantador.

Nathaniel, Duque de Braxton, se acaba de convertir en tutor de la hija adolescente de su mejor amigo y su amante, ambos trágicamente fallecidos. Decide ingresarla en un centro para señoritas en Minstrel Valley y entre ambos acuerdan probar el mismo durante un mes, mientras él se quedará en la posada de la localidad vigilando por ella. Es en este centro donde Nathaniel conoce a la Señorita Chatman, dama de compañía de la dueña del centro, y que realmente es la hija de un vizconde caído en desgracia y mal visto socialmente, haciendo que sus hijas deban trabajar para pagar sus deudas. Sin embargo, durante ese mes van forjando una especial amistad aunque entre ellos se entromete la madre de Nathaniel con dos propuestas matrimoniales para él muchísimo más adecuadas y mejor vistas que la Señorita Chatman...

La historia en sí me ha gustado, pero no me ha tenido tan enganchada como otras de esta misma autora, además había trozos que podía saltar o leer por encima y no me perdía nada.

He disfrutado leyendo este libro porque hay tantos encuentros entre los dos protagonistas que continuamente ansiaba que volviesen a reencontrarse, es como si fuesen almas gemelas destinadas pese a que la sociedad los tenga prácticamente en lugares opuestos.
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