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Esta canción, orquestada por Jesmyn Ward, es una melodía a tres voces principales que se superponen y encajan a la perfección, con una forma de narrar directa, fluida, tan bonita que casi te hace olvidar lo duro que es lo que te está contando, una armonía perfecta para formar una historia de esas que se te clavan, te sacuden y son imposibles de olvidar. Pero si prestas atención, oirás que la canción está compuesta por un coro de muchas voces más que se escuchan de fondo. Unas voces que nos hablan de pérdidas, de culpas pasadas que siguen encadenando el presente, de violencia y esclavitud, de un amor enfermizo que roza la obsesión pero que no es capaz de transmitirse a los hijos, de inseguridad y decepción, de vías de escape a la realidad, de una ternura infinita entre hermanos, de responsabilidad prematura, del hogar, de familias de pequeños pueblos sureños de Estados Unidos, del racismo que sigue ahí, pesando como una losa, de injusticias, de creencias, costumbres y ritos. Voces que a veces se convierten en un llanto, en un grito desesperado, pero también voces que traen esperanza. + Leer más |