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Crítica de Ferrer


Ferrer
08 June 2019
Un curso sobre la novela en la europea Universidad de Berna es el origen de este libro del colombiano Juan Gabriel Vásquez, quien explica en el prólogo el objetivo del mismo: “averiguar qué es esto que llamamos novela, qué nos hace y cómo lo hace y por qué puede ser lamentable que deje de hacerlo”. Para dicho curso, Vásquez reunió textos dispersos (sobre todo conferencias) de los últimos 8 años que ahora compila en este volumen, editado por Alfaguara con su habitual pulcritud.
Empieza el laureado escritor bogotano (hace unos meses ganó el Premio Casino Póvoa de Portugal) ensalzando el Quijote y destacando la que él considera su principal novedad, la de dar protagonismo a un personaje “contradictorio, impredecible y ambiguo, con una dimensión interior que lo convierte todo en problema”. Esa visibilidad de la “dimensión interior” es una forma de conocer cómo viven los otros y cómo son sus zonas oscuras, de verlos por fuera pero sobre todo por dentro, porque la novela es una de las maneras para conocer al otro por completo, de introducirnos en los rincones invisibles de los otros. El lector completa con su experiencia los ofrecimientos que le hace la novela, porque las novelas son los recipientes en los que volcamos nuestra experiencia, nuestras vivencias y son construcciones que seguirán hablando de lo que somos. La mejor novela nos permite conocer al otro en su moralidad y conocer detalles de nosotros mismos que nadie más nos puede decir.
Una de las claves que toda novela ha de satisfacer, según Vásquez, es mostrar el mapa de un territorio interior inexplorado y repleto de los espacios en blanco de la condición humana mediante el desarrollo de la imaginación moral, como hace Conrad, quien considera al novelista como un historiador de emociones. Las novelas del autor de Lord Jim tratan al ser humano como un “misterio” y es la novela el medio ideal para desentrañarlo. El escritor bogotano descarta la condición trágica del Quijote, coincide con George Steiner en la imposibilidad actual de la tragedia absoluta y define novela trágica como una “exploración moral del error humano, del destino del individuo a merced de las fuerzas de la sociedad”.
El poeta irlandés William Butler Yeats decía que cuando uno tiene una “disputa con el mundo, produce retórica y cuando tiene una disputa consigo mismo, produce poesía”, a lo que Vásquez añade que cuando la disputa es “contra nosotros mismos y nuestro lugar en el mundo, escribimos una novela”; novela que, en manos de Conrad, se sustenta en la ambigüedad misteriosa de la condición humana, de opacidad fascinante hasta que el novelista aporta un poco de luz. Y es que la ficción compensa los defectos de la realidad.
Vásquez explica la tesis de Mario Vargas Llosa (un realista para el bogotano) del novelista como deicida, como suplantador de Dios, así como elogia y vincula Historia de Mayta con Soldados de Salamina de Javier Cercas, argumenta con perspicacia y lucidez la condición de la novela como transformadora de la memoria, desgrana el Hadjí Murat de Tolstoi con clarividencia hasta el punto de develar su poder de seducción, logra que un escritor como Joyce y su virtuosismo técnico nos resulte más accesible y evidencia que en Proust la novela es “una forma del escepticismo”.
Para el autor de El ruido de las cosas al caer, un libro tiene mucho de confesional porque los libros marcan momentos de nuestra vida y nos ayudan a recordar momentos íntimos. En su juventud como lector, Vásquez prefería las novelas de superficie turbia, atrevidas y osadas técnicamente, pero de fondo sencillo (como el Ulises de James Joyce); ahora prefiere las novelas de superficie diáfana sin sobresaltos ni pirotecnias, pero de fondo inabarcable (Kafka) e inagotable. Para el bogotano, la forma lo es todo en la novela, los recursos técnicos escogidos (voz, estructura) es lo que conforma la novela, lo que extrae de la anécdota narrada su significado y también lo que lo convierte en cómico o trágico, ahí está el arte literario.
Lector empedernido de Ford Madox Ford, Juan Gabriel Vásquez desmigaja obras de Borges y Gabriel García Márquez, explora con su prosa meliflua y de manera entusiasta los recovecos del ejercicio del novelista y apuntala sus méritos literarios con un sugerente libro, que alecciona y que muestra la manera en que las novelas ordenan el caos de la experiencia humana, cuentan nuestro mundo, sacan a relucir su lado invisible y revelan sus secretos.
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