España

España, de Manuel Vilas, es un libro que me compré cuando me dio la fiebre por este autor. Mi librera de confianza se alegró al ver que lo compraba, porque a ella, al parecer, le gustó mucho, así que con más ganas aún me dediqué a leerlo.

Antes de nada, hay que avisar de que el título de esta novela está justificado: para Vilas, España es, quizás, la palabra más temeraria e impronunciable en nuestro país. Pero, cuidado, este libro no trata sobre España. Este es, como cualquier lector de Vilas podrá suponer, un compendio de pequeñas historias inventadas, a cuál más estrafalaria (sí, como en Aire Nuestro) y rocambolesca.

He de admitir que yo prefiero las narraciones trágicas de Vilas a las cómicas, porque las primeras sí me conmueven, mientras que las segundas no me hacen gracia. Estas historias son como relatos, y hay algunos con los que consigo conectar algún parecido con otros libros de Vilas como Ordesa (por cómo está narrado), aunque la gran mayoría se parecen sobre todo a Aire Nuestro.

En estas historias nos encontramos la narración sobre Franz Kafka y de sus novelas rescatadas por su amigo Max Brod tras la entradas de los nazis en Praga, o sobre la muerte de Nino Bravo. Otro relato relata el sufrimiento de un concejal del PP amordazado por tres terroristas en el País Vasco (no hay que estudiar mucho para deducir por dónde van los tiros con solo esos datos). Luego, hay una especie de discurso o monólogo interior de Fidel Castro recordando al Che Guevara, como en Aire Nuestro, solo que en ese libro era el Che Guevara el que le enviaba desde el Purgatorio una carta a Fidel Castro (por entonces vivo). Se ve que Vilas siente atracción por ellos y por otros personajes famosos que se repiten en sus libros como Elvis Presley o Patti Smith.

En otro relato futurista, de los que le gustan a Vilas, este narra la peripecia de un español que, dentro de nueve siglo, pisará el sol gracias a un material resistente al calor extremo. Y en un relato más psicológico, Vilas narra la locura de un lunático que, mientras tortura y golpea a su víctima, cambia el disco de Elvis Presley a Frank Sinatra para deleitarse escuchándoles.

Entre historia e historia, aparece constantemente el suicidio como un tema recurrente, así como la voluntad de los narrados de “mirar la vida”, o la de algún que otro protagonista que habla de su padre, por lo que muchas veces el lector puede llegar a deducir que Vilas introduce trazos autobiográficos en estas historias (como, por ejemplo, cuando un personaje cuenta brevemente su infancia en el mismo pueblo casualmente en el que nació Vilas). Hay momentos, como digo, en que el lector no sabe ya qué es ficción y qué es verdad. O si ambas cosas son una, o si ninguna existe. Yo qué sé.

Siempre que termino de leer a Vilas acabo hecho un lío y haciéndome preguntas existenciales. Hay historias que me aburren mogollón, pero luego Vilas consigue hacerme reflexionar y que me coma el coco. Aun así, me abstengo de recomendarlo, porque, al menos yo, soy más de otro tipo de libros, de otro tipo de historias.