Bartleby y compañía

Un gran análisis de la literatura del No. Un texto impregnado de literatura.
Crea un narrador que rastrea en la historia literaria, tomando notas, que define, según sus propias palabras, como un “cuaderno de notas a pie de página” y así vamos conociendo los innumerables autores que decidieron no escribir o no publicar.
Marcelo, un oficinista jorobado y solitario, es el rastreador de Bartlebys o los escritores del no, escritores aquejados del síndrome de Bartleby, que toma su nombre del personaje creado en un cuento de Melville, un oscuro escribiente que nunca hace nada y cuando se le pedía algo siempre respondía: “preferiría no hacerlo”. Es una indagación, que constituye, a la vez, una reflexión acerca de la literatura y de lo que podría llamarse no literatura. Impregnado, por tanto, de autores que dejan de escribir, como el caso de Rulfo, Rimbaud, Salinger… también se indaga en los motivos de cada uno de ellos para no escribir, y acaba conduciéndonos a la personalidad del creador. A veces, estos personajes acaban convirtiéndose en personajes problemáticos. Otras veces, los escritores anotados por el narrador, ofrecen perfiles tan novelescos que parecen personajes de ficción. En algunos casos, la enigmática personalidad del autor, con numerosos pseudónimos, nos acaban desorientando y llegan a encubrir hasta su aspecto físico, es el caso de B. Traven o Thomas Pynchon. También, cuentan anécdotas e historias sorprendentes como Maupassant, se narran historias contadas por otros autores como la de Paranoico Pérez… Ironiza sobre Wittgenstein… Una obra con datos oportunos, curiosos y bien hilvanados sobre la denominada “escritura del no”.
Son ochenta y seis notas a pie de página, que, de forma impecable, examinan excusas y justificaciones en relación al abandono de la literatura o el silencio de la escritura, en un estilo fragmentario y laberíntico que induce a la reflexión para cuestionar, incluso, la noción de literatura. Excelente obra.

Los escritores del No, aquellos que decidieron un buen día colgar la pluma, alejar la máquina de escribir de sus vidas y dedicarse a otras cosas. ¿Qué razones pueden tener escritores anónimos o rock stars de la literatura para decir adiós a la escritura? de eso va Bartleby y compañía, de desentrañar esas razones y de mirar de frente, y sin filtros, el proceso creativo, el papel del arte, de la creación y la vida.

Enrique Vila-Matas fusiona novela y ensayo en esta maravilla de libro. Información, prosa exquisita, humor y reflexión. Bartleby, el personaje creado por Melville, sirve de inspiración para hacer un recorrido por aquellos autores que, como el propio personaje, en algún momento le dijeron a la literatura: ‘preferiría no hacerlo'.

Las razones son variadas y apelan a diferentes motivos, pero la vida, el sentido de la existencia sobrevuelan con fuerza cada una de estas razones. El arte y la existencia son siameses.

El personaje que narra esta historia, notas a pie de página de un libro sin texto, no juzga los motivos; no se puede juzgar el silencio. El silencio también constituye resistencia. En algunos momentos las palabras no alcanzan, en algunos momentos las palabras pesan, duelen, consumen, y en otros, simplemente ya no hay nada más que decir. Y el ‘No' puede llegar en la juventud (como a Rimbaud) o a edades avanzadas (como en el caso de Tolstoi); puede llegar sin haber empezado, puede llegar tras el apabullante éxito o después de grandes fracasos. El ‘No' puede llegar ante la imposibilidad o aunque las grandes ideas se agolpen. El ‘No' contiene en su fondo tanta trascendencia como el mismo acto creativo del ‘Sí'.

A lado de grandes historias sobre estos escritores del ‘No', nuestro personaje reflexiona y nos regala imágenes de una belleza enorme. Aquella escena en Nueva York donde ve en un autobús a una mujer (de la que se enamora) junto a Salinger. Una historia monumental.

(Ay, Vila-Matas, lo que yo diga no le hace ni tantita justicia a tu pedazo de libro.)

¿Cómo llegar al ‘centro del laberinto del No'? Para descubrirlo hay que acompañar a nuestro narrador y dejarnos llevar por estos escritores y su enorme decisión de decir adiós, hay que meterse en esa prosa profunda y al mismo tiempo accesible y rendirnos ante la tormenta de emociones y sensaciones. Seamos exploradores del intrincado universo del ‘No'. Vivamos estas historias a través de una pluma tan certera, bella, radiante e insuperable como la de Vila- Matas.

El viaje será brutal, lo prometo.

«Nunca tuve suerte con las mujeres, soporto con resignación una penosa joroba, todos mis familiares más cercanos han muerto, soy un pobre solitario que trabaja en una oficina pavorosa. Por lo demás, soy feliz.»

Cómo no va a gustarme un libro que tiene tal inicio, como no va a gustarme este no-escritor de novelas que son ensayos o de ensayos que son ficción, atormentado por la inutilidad o la imposibilidad o la magnificencia inalcanzable de su oficio, que se cuestiona con Rimbaud si el arte no será en el fondo una tontería.

¿Por qué escribir? ¿Por qué no? Vila-Matas agrupa en torno a Bartleby (el célebre personaje de Melville que igualmente podría haber sido Wakefield, el famoso personaje de Hawthorne) a autores que se negaron a escribir o que callaron tras una o dos obras sobresalientes.

«Hablar -parecen indicarnos tanto Wakefield como Bartleby- es pactar con el sinsentido del existir. En los dos habita una profunda negación del mundo.»

Porque en paralelo al cuestionamiento de la literatura hay un cuestionamiento de la vida misma. Nuevamente Vila-Matas mezcla vida y literatura hasta transformarlas, para desgracia de los escritores, en una misma cosa. Pocos son aquellos que abandonan la literatura precisamente para abrazar la vida, la gran mayoría justifican su abandono por razones que de igual manera pudieran servir para contestar a ese famoso TO BE OR NOT TO BE, esa cuestión fundamental de la filosofía que decía Camus.

Así nos toparemos con escritores que se paralizaron ante el abismo inaccesible de lo que buscaban o a los que, por vagos, les parecía una tarea impropia, o a los que, por ineptos, se sintieron del todo incapaces de la tarea, o a los que, quizás por vanidosos, calificaron el oficio de despropósito. También están los que pensaban que la palabra escrita era del todo insuficiente o sus primos cercanos que necesitaban llegar a la raíz del asunto, encontrar aquello que no sabían qué era ni dónde buscarlo pero que aun así intuían que en el mismo momento en el que se toparan con ello se darían cuenta del sinsentido de la tarea.

Sin faltar los que aducen que sus obras no les pertenecen pues fueron escritas como al dictado o bajo el influjo de alucinaciones, o aquellos para los que la escritura se despoja de todo atractivo o necesidad tras la muerte del amante, o aquellos desmotivados porque ya se ha escrito todo, o aquellos que ven en la literatura la razón de su perdición, o esas mentes privilegiadas para las que la literatura es un juego demasiado fácil, desprecio de la literatura que puede venir acompañado por otro desprecio aún más hiriente, el dirigido al gremio de los posibles lectores.

¿Por qué escribir? ¿Por qué vivir? ¿Por qué dejar de escribir? ¿Por qué dejar de vivir? La respuesta posiblemente más inteligente y, al mismo tiempo, más estúpida es la que dio Jacques Vaché: «El arte es una estupidez»… y se mató.

Pero ninguna razón convence a Vila-Matas, obviamente, que argumenta, como años más tarde hará en su obra El mal de Montano: «escribir es una actividad de alto riesgo… la obra escrita está fundada sobre la nada y un texto, si quiere tener validez, debe abrir nuevos caminos y tratar de decir lo que aún no se ha dicho». Un argumento excesivamente aristocrático que no creo que fuera capaz de disuadir a mucha gente ni de su silencio ni de su suicidio. Y yo, que soy más bien plebeyo, prefiero quedarme con la frase de del Giudice: «Escribir no es importante, pero no se puede hacer otra cosa» o simplemente con el humilde objetivo de dejar atrás un trabajo bien hecho.

«Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo esto. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir.» (Persiles. Cervantes)

Enrique Vila-Matas, genial compilador de hechos, citas, referencias y anécdotas, con un amplio Palmarés literario, concentra en esta genial, ingeniosa, y por momentos disparatada novela, a traves de un poco de imaginación y un mucho de investigación a la existencia de lo que pudiese llamarse el bloqueo del escritor, pero que en una clara referencia al Bartleby de Melville, y la imposibilidad para conseguir “ atrapar y mantener a las musas “ denomina la negación del mundo, centrada a la escritura en particular, El relator en primera persona, que carga una joroba, símbolo de limitación o diferencia, escribe a través de un diario, en blanco plagado de pies de notas anécdotas de escritores que teniendo la capacidad, repentinamente “ Prefirieron no hacerlo” sea por oniciativa propia, por dificultades de todo tipo e incluso al decidir, quitarse la vida, el tono es jocoso, festivo, pero las anécdotas son sumamente ilustrativas, y las referencias, en su mayoría ciertas, Asi pues hace desfilar por esta novela personajes tales como Juan Rulfo, Melville, Kafka, , Monteroso, Salinger, Derain,Pessoa, Maria Lima Mendez, Maupussant, B. Traven, por citar algunos, plagada de referencias, citas, anécdotas, es una delicia, so pena de parecer reiterativo, aqui puede uno encontrar placer literario, y citas suficientes para disfrutar con buena literatura, de escritores prolíficos o no, pero magníficos todos ellos alineados a las filas del < No >por razones diferentes Toda literatura es la negación de sí misma". Y negándose a sí misma, se afirma para "rechazar la apariencia amable de una comunicación achatada, casi siempre vacía, tan en boga —dicho sea de paso— en los literatos de hoy en día". -Como diría Becket,,,, “ Hasta las palabras nos abandonan, y con eso queda dicho todo “

Empecé a leer Bartleby y compañía (2000), en un balneario portugués y lo terminé en la piscina de un ático lisboeta. ¿O era al contrario? El caso es que Enrique Vila-Matas me acompañó unos días extraños, de calor sofocante, con mascarilla y sin ella, sin demasiadas ganas de nada que no fuera sumergirme y mantenerme en apnea bajo el agua. A pesar de ello, cada vez que me resguardan del sol entre sus páginas, sonreía en cuanto retomaba la lectura de sus notas al margen, esas glosas que cobraron vida propia y se convirtieron en la historia de los rebeldes, de los que se negaron a escribir, de los que compusieron versos y ordenaron tramas en el más absoluto de los silencios. Y disfrutaron de ello.
.
.
¿Es ensayo? ¿Es novela? Es un magnífico texto híbrido de anotaciones recogidas por un jorobado con mala suerte con las mujeres, de baja por una falsa depresión, que desea dedicar unas semanas al estudio de esos ágrafos que tanto le fascinan. E hilvana sus recuerdos, sus sueños y sus pesadillas con las biografías y las anécdotas más brillantes de autores como Goethe, Kafka, Wilde, Rulfo, Salinger, Rimbaud... Incluso aparecen los antiquísimos, y omnipresentes, Sócrates, un excéntrico sin remedio, y Platón, el escribiente.
.
.
Vila-Matas realiza un repaso histórico-literario de aquellos a los que llama “bartlebys”, en honor al protagonista del relato de Herman Melville “Bartleby, el escribiente”, es decir, aquellos que se negaron a escribir. Y, a través de su selección de citas, logra rescatar a intelectuales olvidados, que consiguen que el lector se planteé qué es lo que sucede realmente con esta negación  de la negación.
Enlace: https://www.instagram.com/mi..