La casa de la playa

En "La casa de la playa", Séverine Vidal, nos trae una historia entrañable, y con un toque de nostalgia de nuestra infancia y veranos, que nos va a emocionar.

Es una historia que me ha recordado mucho a cuando éramos pequeños, y bien nosotros, o nuestros amigos, se iban a pasar el verano al pueblo. Muchos recuerdos, reencuentros con amigos, días enteros de playa, sin horarios, y sobre todo esa inocente felicidad. Esa ansia por que llegase el verano para ir, para vivir de otra manera por un tiempo. Y lo duro que se hace cuando acaba.

En esta historia, nos encontramos a una familia que se vuelve a reunir en la casa de la playa, donde pasaban sus veranos todos juntos, padres, hermanos, tíos y primos. Tienen que tomar la dura decisión de vender la casa si no encuentran otra solución. No entienden por qué el tío Albert reclama ahora su parte de la casa y eso lo hace más difícil, sobre todo al pensar que no volverán allí.

Conocemos brevemente a cada miembro de la familia, pero de una manera tan profunda, que parece que somos parte de ella.

Vivimos junto a ellos los recuerdos de sus veranos, sus aventuras y trastadas, y también el duro momento por el que Juls está pasando ahora mismo. Aunque he de reconocer, que la decisión que toma al final del libro me ha emocionado y encantado a partes iguales.

También conocemos la historia de los anteriores propietarios de la casa. Y el misterio de por qué detrás del espejo de una habitación, se mantuvo el papel pintado original, mientras que el resto de la habitación se cambiaba de color. Un secreto que me ha encogido el corazón cuando lo he descubierto. La inocencia y los sentimientos de Françoise con sólo 8 años no nos dejan indiferentes.

Tenemos que destacar las ilustraciones de Víctor L. Pinel. Para mi son ideales, como se suele decir ahora, tienen un toque vintage, retro, pero a la vez actual que enamoran. Son perfectas para la historia que nos encontramos dentro. Me ha sorprendido, cómo a pesar de que algunas viñetas no tienen diálogo, transmiten mucho más con las ilustraciones que si lo tuvieran. Es como si los personajes nos hablasen directamente. Son muy expresivas y con muchos detalles que tenemos que apreciar,

La mezcla de Séverine Vidal con el texto, y de Víctor L. Pinel con las ilustraciones, no podría haber sido mejor, todo un acierto, encajan perfectamente.

La edición del cómic que nos encontramos, es muy bonita, con tapa dura y el papel fuerte y con brillo. Todo un lujo que merece la pena tener en nuestra biblioteca particular.
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