Entre los rotos

“La primera guerra a veces es la casa. La primera patria perdida, la familia”.
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La quinta acepción cuando buscas la palabra “casa” en el diccionario es “familia”: Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas. Siempre se nos ha enseñado que la casa-familia es el espacio seguro, un lugar de pertenencia inquebrantable. Pero qué ocurre cuando ese espacio seguro se convierte en un espacio hostil. Cuando uno —o más— miembros de la casa-familia cambian las reglas del juego y el miedo se antepone al amor.
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En ‘Entre los rotos', Alaíde Ventura Medina reconstruye su infancia a través de un conjunto de fotografías que, de forma incomprensible, conserva su hermano. Un recordatorio de una infancia llena de dolor, maltrato y silencio, “pequeños abismos personales, cicatrices mal sanadas”. Durante todo el libro conocemos los hechos a través de la memoria de la autora quien, a su vez, hace un ejercicio personal por comprender a su hermano y el silencio que este adoptó como refugio para escapar del mundo —y de la v*olencia de su padre—.
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“De entre las muchas contradicciones del paso de mi hermano por el mundo, la incompatibilidad entre su anhelo por desaparecer y lo llamativo de su presencia era una de las más crueles”.
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A pesar de la crudeza del relato, Alaíde consigue ahondar en las fisuras y en las partes más oscuras de su vida, usarlo como material literario y crear algo auténticamente bello. Cuando un libro me parece que está tan bien escrito la mayor justicia que le puedo hacer es pediros que lo leáis.
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“Yo sabía que amarlo era una traición, igual que fantasear con que mamá lo perdonaba. Mi hermano seguía encerrado en sí mismo. Solo y en silencio, pasaba los días encarcelando en el interior de su propia miente. Y mientras tanto yo compartía con mi papá el bullicio. (…) Risotadas de crueldad amable, complicidad traidora, de amor violento, impulsivo, peligroso, hipócrita. Pero amor a fin de cuentas”.

El silencio es un vacío, pero pesa. Es la que cubre el mundo. Empaña la vista. Ahoga. Es un cansancio compartido transmisible. La falsa calma que precede a la masacre".

El eje central es la violencia física y psicológica, ejercida por el patriarca de la familia, una grieta que se abre para dar paso al miedo, y al silencio. Rompiendo el alma, la vida, los sueños.

Niños que quedan fracturados y que en ocasiones pueden armar esos pedazos y otras tantas perderse en el camino.

Es un libro estructurado y escrito bellamente, en lo personal quede enamorada de la pluma de la autora, pero es justo decir que es una lectura dura, donde queda de manifiesto una vez más que en hogar donde se ejerce la violencia, quedan huellas para toda la vida.

La pasividad de las víctimas no es un gusto, siempre es el terror que ya se ha instalado en ellos.

Lectura que es realmente recomendable son 177 páginas que dejan huella en el lector una a una. Imposible ser indiferente, imposible no romperse un poco.

" A todos los rotos y a los fantasmas . A los que andan por ahí cargando sus pedazos"
Alaíde Ventura Medina.

Entre los rotos es un libro sobre dos infancias fragmentadas, quebradas, rotas por la violencia, pero también por el silencio. Cada capítulo de este libro empieza con la descripción de una fotografía que Julián, el hermano de la protagonista, conserva entre sus recuerdos, en un bolsa llena de fotografías que guarda como oro en paño. Sin embargo, las imágenes no son aquí un recuerdo del amor, de todo lo bonito, sino que evocan escenas raras, momentos congelados, sentimientos de épocas pasadas (o quizás no tanto). Este peculiar álbum familiar es aquí testigo de todo lo que está roto, de todo lo que vino a quebrar esas imágenes idílicas que se suelen conservar en los álbumes familiares. ¿Por qué habrá conservado mi hermano estas imágenes?, se pregunta la protagonista, que lleva toda su vida enfrentada al silencio que eligió su hermano como forma de escape de la violencia paterna. Un silencio que es una coraza, que a él le sirve de protección, pero que también es un pozo, un muro que le va alejando poco a poco del mundo, una elección que deja de serlo cuando ese silencio termina por engullirle.

"Este es el problema con el silencio: siempre gana. Uno cree que lo controla, pero es él quién realmente manda."

Y entre los rotos, en medio del silencio, la protagonista intentando sobrevivir, rehacer los pedazos de su vida y seguir adelante.

Alaíde Ventura ha escrito un libro bellísimo y dolorosísimo a partes iguales. Un libro lleno de grietas y de silencios, lleno de imágenes y de oscuridad. Un libro que es testigo del dolor, de la culpa y de la pérdida. Recomendadísimo.

"El silencio es un vacío, pero pesa. Es la neblina que cubre el mundo. Empaña la vista. Ahoga. Es un cansancio compartido y transmisible. La falsa calma que precede a la masacre."

Esta es la historia de un tronco familiar que se resquebraja y de cómo se va secando sin el alimento de la savia de respeto, cariño, comunicación y alegrías.

A pesar de su dureza la voz de Alaíde Ventura te acaricia mientras te la explica mediante frases y capítulos cortos, que expresan mucho pese a la brevedad, escritos como flujos de pensamiento y emociones que van evocando fragmentos de la memoria familiar con la ayuda de un diccionario personal y una serie de instantáneas.

Leer este libro es doloroso y remueve. Ningún niño tendría que sufrir la violencia dentro de su hogar —una violencia que, a pesar de acabarse los maltratos, siempre resonará, ya que los desgarros y los traumas inacabables que provoca no son solo físicos y esas heridas no cicatrizan.

Hay muchos silencios en estas páginas. El dolor está del lado de lo incomunicable y el protagonista ha optado por refugiarse en el silencio para acallar el dolor, pero no se pueden silenciar las almas heridas por cuyas grietas se infiltran la soledad, el miedo y la culpa.

A raíz de leer Tan poca vida, empecé a hablar de "los rotos" como un grupo tristemente consolidado; como una asociación de personas que eran capaces de identificarse entre ellas a través de un leve comentario y entrenadas para comprenderse sin apenas decir palabra. 

   Entre los rotos, ahora, ha eliminado de mi exigua lista de beneficios esta última premisa. 

   A veces no se puede entender a un roto aunque tú mismo seas uno de ellos.

   Hacemos mal en generalizar cualquier cosa, encasillando a todos los que vienen del mismo sitio o están en el mismo lugar, porque, aunque la causa sea la misma, las consecuencias pueden ser tan variadas que asusta siquiera plantearse un patrón.

   Determinadas cosas no deberían suceder, pero suceden. Y la forma en que cada uno las afronte no es ni mejor ni peor; simplemente diferente. 

   El silencio es una de las consecuencias más difíciles de combatir porque deja vacíos que llenaremos como podamos y que, en la mayoría de las ocasiones, nos llevarán a rompernos todavía una vez más.