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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
22 January 2018
Hay libros que llegan a tu vida por la razón que sea pero que lo hacen en el momento preciso. Que atraviesas determinada situación personal que te hace coger un libro de entre cientos por el título, por lo que representa la portada o por la promesa que subyace de la combinación de ambas cosas.

A mí me pasó con este título. Y no hablo en general, de título como epítome de la novela en sí. Hablo del título-título (me lo podría tatuar en la frente como lema, para que nos entendamos). Si luego le doy la vuelta, y empiezo a leer la sinopsis, y me ofrecen-prometen una comedia negra ambientada en un entorno laboral deprimente real como la vida misma, y tal... pues tengo que leerlo. Estoy en ese momento. Y tenía ganas de comprobar si realmente me hacía gracia, porque yo soy de sonrisillas y tal leyendo, pero reírme, lo que se dice reírme, ya tiene que ser gracioso el libro... y conectar con mi tipo de humor, que esa es otra. Me sacan de lo british o lo irónico/negro/mezcla de los dos, y me cuesta.

Nos ponemos en situación. Francesca Zanardelli trabaja en la unidad de Planificación y Control de una multinacional asentada en Milán. Está indefinida, y eso es lo único que tiene de bueno su soporífero trabajo: un contrato fijo. Por lo demás, odia su trabajo, odia a su jefe supremo, no soporta a sus compañeros...

En toda la empresa solo tiene un amistad propiamente dicha, Michele, con el que come todos los días y que le resulta cómodo como amigo porque solo tiene un tema de conversación y por lo demás la deja tranquila. Su unidad es el lugar de la empresa donde van a parar todos los trabajadores indefinidos que no pueden despedir pero que son nulos y no saben qué hacer con ellos. Claro ejemplo es Marinella Sereni, que se dedica a jugar al solitario y a regar las plantas, pero está fija desde hace años y si el jefe no quiere un (nuevo) problema con el sindicato, tiene que mantenerla aunque sea un cero a la izquierda y no sepa ni abrir el procesador de textos.

Cuando un día al volver del almuerzo Francesca se dispone a lavarse los dientes en el cuarto de baño, ve las piernas de Sereni despatarradas por debajo de la puerta de uno de los compartimentos y descubre que ha sido asesinada. Aquí comienza la historia, la investigación, el destripe interno de la empresa y sus trapos sucios, el jefe que le echa mucho cuento al "dolor" que siente, la pobre Francesca que se convierte en la testigo estrella, la muerta que no había por donde cogerla cuando estaba viva... Lo que me he reído en las primeras 80 páginas, que hacen honor sin duda a la vitola de novela brillante, satírica y mordaz que la precede. Pero...

Pues eso, que hay un pero. Grande. ¿Iba a ser esto una reseña totalmente positiva? Sí... al principio. Que sí, que el título-título llegó en el momento preciso, y esas primeras 80 páginas son fantásticas... pero ay, la cosa se tuerce. Mucho. Todo iba bien, muy bien, hasta que llegamos al principio del fin. Ahí comienza la historia a dar bandazos. Desde el preciso instante en que abandonamos el primer acto, y con él la oficina, sus idiosincrasias, sus trapos sucios (el cotilleo "oficinil", vamos, que da mucho juego si se maneja bien), el asesinato, la presencia de los detectives, la visita a comisaría y la fiscalía, las sospechas sobre los demás compañeros... cuando nos salimos del "crimen en la oficina", la historia derrapa.

El título del capítulo culpable es de lo más esclarecedor, "La vida continúa", y es justo en ese instante en que Francesca comienza a contarnos sus cuitas y penas: que si le dejó el novio casi en el altar, que si lo pasó muy mal y se tiró cuatro meses en la cama, que si tuvo que devolver los regalos de boda, que si citas en serie a ciegas, que si amistades raras de su madre... sinceramente, no me interesaba nada de nada (soy una insensible, lo sé) porque todo esto no está implementado en la historia, parece relleno para sumar páginas a una trama en la que la autora lo da todo en los primeros capítulos y luego se queda sin gas. Y además la protagonista pierde mucho... muchísimo. Cuanto más sabemos de ella, más tonta nos parece. Tiene salidas de juzgado de guardia. El histrionismo y comportamiento infantil de sus padres tampoco ayuda. Y si luego hubiese retomado la trama cómico-negra como es debido le hubiese perdonado el desliz, pero es que no, a partir de ese momento resulta imposible encontrar el espíritu del inicio... y no será porque no lo intenta, pero no, la chispa para entonces ya está agotada. La oficina comienza a matar... pero de aburrimiento.

Viola Veloce, la autora, no existe como tal. Es un seudónimo de una bloguera italiana que no ha desvelado su identidad (al parecer trabaja en una oficina en Milán parecida a la de su libro) y esta novela fue en un primer momento autopublicada, siendo publicada después por una editorial ante su éxito. Sinceramente a mí me ha parecido una historia muy irregular que hubiese necesitado más trabajo y pulir muchos aspectos; está escrita como con retazos que no tienen una cohesión como trama. al terminar te quedas con la sensación de que era una buena idea, que empieza desarrollándola como un vendaval, pero que llega un momento que se queda sin recursos ni ideas suficientes para continuarla, y es cuando empieza a meter morralla a mansalva. Que yo la entiendo, vamos que si la entiendo. La idea de base de esta novela la tenemos en la cabeza mucha gente (yo misma pienso todos los días en una de similiar temática, solo que las patejas despatarradas serían las del hijo de mi jefe... o las de la madre del hijo de mi jefe... o las de... uff, tengo patejas despatarradas para 500 páginas xD), pero para escribir una historia completa hacen falta más cosas, no solo una idea. Y en eso es donde creo que falla.

En fin, que resulta arrolladora en el comienzo, pero está perdida en cuanto deja a un lado la idea inicial que da vida al libro. Tiene un primer tercio fantástico que merece mucho la pena, un tercio intermedio totalmente prescindible, y un último tercio, el de la resolución del caso, en el que por muy congruente que pueda ser la identidad del culpable (porque lo es, aunque sus razones son completamente absurdas), ya solo tienes ganas de que todo termine porque Francesca ha perdido mucho, mucho el norte y lo de la "vida real" ya no lo ves por ningún sitio. El culpable no podía ser otro, cierra la historia, pero estás deseando que el libro se termine. Y mira que me ha dado pena, que tenía pinta de que me iba a reír un montón durante todo el libro... Menos mal que lo pillé de oferta.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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