Cuentos fantásticos

Mi amada era bella hasta el éxtasis en su arcano de ser irreal.

Nunca he sentido con tanta poesía la belleza de la soledad mutua.

Resolví, pues, aprovechar mi fortuna como venía, y limitarme a amar lo más fervorosamente que pudiera. El resto lo diría el destino.

¡Maldita vanidad que me llevó a contarle mis amores!

[...] lo único que quería era pasar más horas sentado en soledad, meditando sobre su destino con melancolía, y rara vez se sentía forzado a ponerle una sonrisa a su corazón enfermo.

No te ocultaré la verdad. Te he visto desde el camino vi tus ojos como estrellas y mi corazón coló a ti ligero como un pájaro.

[...] te salvaré con estas manos o pereceré contigo. ¡Cómo no iba a hacerlo! Me amaste y entregaste tu alma, ¿y crees que a cambio yo no moriría para salvarte?

Se inclinó hacia mí y, cuando su cara hubo tocado la mía, apenas pude distinguir si estaba húmeda por mis lágrimas o por las suyas.

[...] y entenderás cuánto te amaba que incluso desafió al infierno para tenerte, y cuánto te sigue amando este pobre condenado, que todavía puede conjurar una sonrisa al verte.