Nada de lo que el hombre ha sido, es o será, lo ha sido, lo es ni lo será de una vez para siempre, sino que ha llegado a serlo un buen día y otro buen día dejará de serlo.
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Nada de lo que el hombre ha sido, es o será, lo ha sido, lo es ni lo será de una vez para siempre, sino que ha llegado a serlo un buen día y otro buen día dejará de serlo.
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En New York ya nadie mira a las mujeres con ese desparpajo. Midiéndola, sopesándola, calculando cuánta carne hay en cada una de sus tetas y muslos, cuántos vellos en su pubis y la curva exacta de sus nalgas. Cierra los ojos, presa de un ligero vahído. En New York, ya ni los latinos, dominicanos, colombianos, guatemaltecos, miran así. Han aprendido a reprimirse, entendido que no deben mirar a las mujeres como miran los perros a las perras, los caballos a las yeguas, los puercos a las puercas.
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Porque, aunque nadie se lo crea, para matar se necesitan más huevos que para morir.
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Esa noche hice un monton de cosas por primera vez:tomar jerez, ponerme las.joyas de mama, bailar con un viejo de setenta años y recibir mi primer beso en la boca.
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Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.
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No era el deseo de aprender, de triunfar, lo que te confinaba en la biblioteca, sino de marearte, intoxicarte, perderte en esas materias.
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Algo en los dominicanos se aferra a esa forma prerracional, mágica: ese apetito por el ruido.
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La eliminación física de la Bestia es bien vista por Dios si con ella se libera a un pueblo.
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Dudaba a veces de la trascendencia, de Dios, pero nunca de la función irremplazable del catolicismo como instrumento de contención social de las pasiones y apetitos desquiciadores de la bestia humana.
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Yo no quería creer que hubiera traicionado a su compañero de toda la vida. Bueno, la política es eso, abrirse camino entre cadáveres.
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Como agua para chocolate