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ISBN : 8420419893
744 páginas
Editorial: Alfaguara (03/03/2016)

Calificación promedio : 4.68/5 (sobre 36 calificaciones)
Resumen:
Conversación en La Catedral es algo más que un hito en el derrotero literario del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa: es un punto de referencia insoslayable, un dato fijo en la historia de la literatura actual. Zavalita y el zambo Ambrosio conversan en La Catedral. Estamos en Perú, durante el «ochenio» dictatorial del general Manuel A. Odría. Unas cuantas cervezas y un río de palabras en libertad para responder a la palabra amordazada por la dictadura... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (10) Ver más Añadir una crítica
richmarcelo
 09 October 2019
“Probablemente a mediados de los años cincuenta la perrera, el camión de la perrera se llevó a un perrito mío y yo fui a rescatarlo al Depósito Municipal de Perros que estaba en esa época cerca del puente del Ejército. Bueno, ahí descubrí un espectáculo horrendo y de alguna manera, reproducido en el principio de Conversación en La Catedral; cómo mataban a esos perros abandonados y a veces no abandonados sino robados. Bueno, yo conseguí rescatar a mi perrito pero salí descompuesto de allí y me metí al primer cafetín que encontré; el primer cafetín se llamaba La Catedral. Era un depósito y cuando estaba allí tomándome un café o una gaseosa se me vino de pronto la idea de darle a la novela como estructura esa columna vertebral: una conversación…” (Entrevista a Mario Vargas Llosa por el periodista Luis Felipe Gamarra, programa La Ventana Indiscreta, domingo 27 de julio de 2008).

Uno

Uno de Cuatro porque, a más de ser un libro-ladrillo de 600 y pico de páginas, está dividido en cuatro partes. Novela publicada en 1969 (¡cincuenta años ya!).

(Nota mental que pasa a lo escrito: arranqué la presente reseña acompañado de la canción Afrodisiacos de Soda Stéreo).

Nunca pensé que un autor en particular, al que no hace mucho tiempo tenía mis reservas de leerlo, se convertiría en -quizás con riesgo a equivocarme, mas no arrepentirme luego- uno de los que en mayor grado me han calado hondo. ¡Ay Varguitas!, querido y odiado a la vez. Bueno, si aún no lo leen les sugiero que para abordarlo, primero habría que hacer una importante separación obligada -por sanidad espiritual-, entre ESCRITOR (voz autoral, voz narrativa, creador, artista, etc.) así con mayúsculas porque se lo merece y figura pública, dentro de su contexto determinado y sus respectivos cambios a lo largo de los años, con sus pros y contras. Porque para acercarme al autor de la novela a la que hace honor esta reseña, he necesitado realizar tal distinción previa y, además, poner entre paréntesis “()” a esa figura pública -tóxica al decir de ahora y casi siempre polémica-, para disfrutar de su literatura a placer. Porque el tratamiento y técnicas que emplea en su prosa fueron el primer impulso que me acercó a él, es decir, disfrutar y aprender de su magistral estilo. Sobre todo aprehender. Y a decir de esta novela en particular, aprender y aprehender el cómo de esos brutales cambios de voces, experimentos narrativos bien logrados y la plasticidad del tiempo durante lo narrado. Diré que vale la pena tragarse orgullos y rencores con el fin de llegar a ese disfrute estético.

Ahora sí manos a la obra. Santiago Zavala -o Vargas Llosa en su juventud-, Zavalita o Varguitas -que da lo mismo-, es el personaje principal. Trabaja en un diario y como yo trabajo en un diario, cómo no iba a engancharme desde el principio. Los acontecimientos se desarrollan en un Perú sumido en la dictadura de Manuel Odría (entre 1948-1956, el “Ochenio”) y aquí cabe decir que lo padecido por los peruanos es de suerte similar a lo padecido por casi la mayoría de latinoamericanos en algún momento de nuestras respectivas historias, con idiosincrasias locales incluidas; por eso se entiende a plenitud y por eso uno asume lo narrado como propio. Y si jalamos más la sábana (y esa fue una de las razones por las que le dieron el Nobel a Vargas Llosa), su diagnóstico y exposición del poder -casi que foucaltiano- permite apreciar los males sociales muy independiente de cualesquier nacionalidad que profese el lector. En la novela desfilan estratos sociales y lugares típicos: burgueses, sirvientas, obreros, capitalinos, costeños, serranos, cholos, afros, etc.

Hasta ahora la principal invitación -y con la taladrante pregunta a cuestas que esboza Zavalita en un punto álgido de la novela: “¿en qué momento se había jodido el Perú?”, es tratar de responder en qué momento o por qué se jodieron los personajes, por qué se jodió esa sociedad podrida y por qué se jode uno mismo, o quién o qué nos jode y cambia nuestra vida para siempre.

(Un pequeño paréntesis: La Catedral es el nombre de una cantina en donde se sienta Zavalita -adulto- con Ambrosio -un negro amigo del pasado-, a rememorar lo ido. Sus voces, dentro del diálogo de borrachos, van y vienen, vuelven y se insertan cada que pueden en varias páginas como esquirlas lacerantes. Pues no, La Catedral no es una Iglesia como yo pensé al principio).

¿Cuándo te jodiste Zavalita? Quizás cuando contradijiste los deseos de tu familia y te fuiste a matricular en el hervidero comunista de la Universidad de San Marcos, o cuando quisiste estrenarte con la empleada doméstica, tal vez cuando te ganó la timidez y no pudiste declararle tus sentimientos a Aída y te arrepentiste al verla de la mano con Jacobo, o cuando jugaste a ser comunista y jodiste de rebote a tu familia. Hasta el momento no hay una respuesta clara. Veamos después qué pasa.

De esta primera parte me queda el enorme papel del, al principio, subestimado Ambrosio y su relación con personajes que resultan vitales en el desarrollo primigenio de la trama, ya que el negro no solo es el confidente e interlocutor principal en La Catedral, fue el amigo y empleado de Cayo Bermúdez y, a su vez, empleado de don Fermín, padre de Zavalita y eminente empresario amigo del régimen. También me queda la transformación que opera en el zorro Cayo Mierda quien, de amargado marido de una mujer fea y pequeño comerciante de un pueblito, Chincha, pasa a ser la mano derecha del mismísimo Odría. Quedo curioso sobre el destino de personajes secundarios como Amalia, la empleada, a la que le matan al marido los salvajes de Bermúdez.

Dos

(Arranco con la siguiente cita pertinente, dicha por Carlitos -compañero de Santiago Zavala en diario La Crónica-, mismo que asoma por el final de la primera parte y se convierte en el otro interlocutor de preferencia del protagonista: “Hay que ser un loco para entrar a un diario si uno tiene algún cariño por la literatura”).

El tiempo narrativo durante toda la parte Dos está armonizado por la aparición de un pasado y presente en el acontecer de los personajes; pasado y presente que se intercalan, se sobreponen, se superponen entre ellos: a) el Zavalita de antes y después de estudiar en San Marcos, es decir, su etapa roja y su etapa en La Crónica como aprendiz de Becerrita de policiales; b) don Fermín aliado del régimen de Odría y amigo de Cayo Bermúdez, y don Fermín siendo perseguido político; c) Ambrosio empleado de Bermúdez y Ambrosio empleado de don Fermín -con la reconquista de Amalia de por medio- y lo mismo d) Amalia en casa de don Fermín y Amalia en casa de Bermúdez, al servicio de la “querida” de Cayo Mierda, a decir, la señora Hortensia -ex artista y ex dama de compañía que, curioso, veía a sus empleadas como iguales exigiéndoles solo que sean aseadas-.

Lo que resalta con bríos en esta parte y se vuelve el centro galáctico-narrativo, desde donde orbitan los demás planetas, entendidos como esas pequeñas historias paralelas, es Cayo Bermúdez, Cayo Mierda -cayó mierda sobre el Perú-; un personaje extraído de la realidad pues estuvo inspirado en Alejandro Esparza Zañartu (La Tahona, 1901 - Lima, 1985) hombre de confianza, Ministro de Gobierno, mano derecha de Odría y encargado de la represión durante el Ochenio. Es Cayo Bermúdez quien da la voz y la vida al régimen -porque Odría ni figura en la novela-. Por él es que las páginas sudan lo que sucedió en aquella época: censura en radio y prensa, torturas y detenciones de los opositores -en especial apristas y comunistas-.

En sus memorias Vargas Llosa cuenta que, de joven, siendo integrante de un círculo de estudio -bajo el nombre de Cahuide- organizado por el partido comunista peruano, él y sus compañeros tuvieron una entrevista con Esparza Zañartu, para pedirle permiso de llevar frazadas y colchones a sus amigos presos. Vaya sorpresa del muchacho Vargas Llosa, pues la tenebrosa y temida figura era una “mediocridad” -cholo resentido- sentado al frente de sus narices. al salir de la entrevista tuvo el pretexto perfecto y el leitmotiv para escribir Conversación en La Catedral.

Tres

Si quieren conocer la mecánica de los chanchullos, traiciones y negociados dentro de la política, en donde nadie es amigo de nadie y es de locos confiar en alguien, esta parte es la indicada. Advierto, habrá uno que otro spoiler necesario.

En esta tercera parte asistimos al ocaso y caída de varios personajes, y dichas caídas son muy duras y dramáticas -en medio Vargas Llosa que entremezcla la historia y la ficción-. Los dos puntos neurales e históricos, que fungen como ejes tangenciales son la Rebelión de Arequipa de 1950 (encabezada por Zenón Noriega, El Serrano, que en la novela es llamado general Espina) y los sucesos en el teatro de Arequipa entre la Coalición Nacional -grupo oligárquico de opositores de Odría- y los contramanifestantes de Alejandro Esparza Zañartu -Cayo Bermúdez-.

La tercera arranca con Zavalita, quien muy a su pesar y por haber llegado temprano al trabajo, tiene que ir a cubrir un homicidio. ¿Y quién es la víctima? Pues no otra que la ex querida de Bermúdez, caída en desgracia y vicios tras el abandono de su mecenas huido al exterior. Increíble pero muerta, otrora hermosa Hortensia, la Musa, la Reina de la Farándula. Y como se olía una buena nota para el periódico, Becerrita carga con Zavalita, un chofer y un fotógrafo a averiguar santo y seña del crimen; así como también la vida de Hortensia. al conseguir una entrevista con su íntima amiga, Queta, se responde una de las preguntas iniciales de la novela: ¿en qué momento se jodió Santiago Zavala?, pues se jodió -en sus propias palabras-, cuando Queta afirmó que Fermín Zavala, Bola de Oro, había mandado a matar a Hortensia. En ese instante opera una fuerte transformación en Zavalita, a pesar de una engañosa reconciliación con su familia, expresa lo siguiente de su papá -lo que resume bien su sentir-: “¿Bueno en su casa con sus hijos, inmoral en los negocios, oportunista en política, no menos, no más que los demás? (...) ¿Impotente con su mujer, insaciable con sus queridas, bajándose el pantalón delante de su chofer?”.

Lo otro medular es que logran librarse de Cayo Mierda. En el acontecer histórico, la Coalición Nacional, liderada por Pedro Roselló, organiza un mitin en el teatro de Arequipa. Esparza Zañartu intenta frustrar el evento con el envío de contramanifestantes, matones y policías de civil. Los arequipeños les dan pelea con férrea voluntad y la Policía es enviada a reprimir con severidad. Este suceso desencadenaría en la caída de Esparza, y casi seguido, el fin de la dictadura. En la novela, como en Arequipa empezó la revolución de Odría, el plan de Cayo Bermúdez era impedir el mitin de la Coalición para que el país se diera cuenta que los arequipeños son odrístas y así se abriría cancha a las elecciones y la entrada triunfal del Partido Restaurador. Lo que no contaba es que el senador Arévalo y Lozano, indispensables en el plan, no mandaron la gente prometida. En inferioridad numérica y sin que llegue a tiempo la orden de cancelar las operaciones, sus matones son vapuleados dentro del teatro. Esto provoca la intervención de la Policía: bombas lacrimógenas en un espacio cerrado, heridos, muertos y la ira popular. La única vía para solucionar el problema es la renuncia de los ministros civiles y la instauración de un gabinete militar. Como ya nadie aguantaba a Bermúdez, chao Bermúdez.

Cuatro

Las dos cosas que me las llevo de colofón -muy aparte de las respectivas conclusiones necesarias a varias historias paralelas y las soluciones de conflictos pendientes e interrogantes antes no resueltas, además de la muerte de personajes a los que les faltaban varios capítulos por vivir-, son los casi dos años que Ambrosio va a desahogarse donde Queta y el viaje final de éste. Lo digo porque me resultó muy emotivo, empático y significativo que Ambrosio, ya de empleado de don Fermín, se haya envalentonado y haya reunido los 500 soles que le pide Queta para pagar por sus servicios; con la finalidad de sentirse un señor y, por al menos un instante, tratar de situarse al mismo nivel de vicios lujosos de su antiguo patrón, Cayo Mierda. No obstante es lapidario como Queta atraviesa todas las capas de Ambrosio para sacarle en cara que él, mientras peor le trataban más servil se volvía, salvo con don Fermín, a quien siempre le tuvo compasión, cariño y respeto; quizás porque su carácter era muy similar al suyo o porque él, siendo de otra clase social y siendo su jefe, lo llegó a tratar como a un amigo. Y así Ambrosio pierde todo y abandona Pucallpa rumbo a Lima, como aquella vez abandonó Chincha. Sin nada más que perder, sin un horizonte al que seguir y con la única certeza de que, pronto, cuando acabe la temporada de rabia y la cacería de perros, volverá a estar desempleado, de tumbo en tumbo hasta cuando también le llegue la muerte.


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smartinez143
 05 December 2022
Conversación en La catedral es un libro escrito por Mario Vargas Llosa en el año 1969.
La novela es una larga charla en el bar de mala muerte, La catedral,entre Santiago Zavalita, el protagonista, y el zambo Ambrosio.
La obra significa un repaso del Perú en los años comprendidos entre 1948 y 1956,época en la que gobernó el dictador Manuel Odría. Además de la represión imperante propia de las dictaduras (estaban prohibidos los partidos políticos y las actividades cívicas, la prensa era censurada, había presos políticos y exiliados, etc.), ese gobierno también se caracterizó por la corrupción en todos los ámbitos y estratos sociales.
La novela comienza con el interrogante: ¿Cuándo se jodió Perú? y el desarrollo de esta es un intento de respuesta a esta pregunta. Vemos un Perú en el que predomina la corrupción, la apatía y la miseria y no sólo con este régimen, sino que los gobiernos cambian pero la situación sigue igual.
Me ha agradado mucho esta obra, dicen que es una de las mejores novelas de Vargas Llosa, para mí está a la altura de novelas como La ciudad y los perros o La fiesta del chivo.
Me ha gustado que exista un paralelismo entre la situación del Perú y la del protagonista, que está también fastidiado, él cree que por la falta de fe en algo: Dios, el marxismo, etc.
Este personaje principal, Zavalita, es un álter ego de Vargas Llosa, que también estudió en la Universidad de San Marcos y estuvo vinculado a grupos afines al comunismo.
Los personajes están muy bien desarrollados, como el de Cayo Bermúdez, el cerebro del Gobierno, ya que al dictador se le intuye, pero no aparece en ningún momento, es Cayo el que mueve todos los hilos del poder, detentado también por ministros, generales y ricachones. También aparecen miembros de las clases sociales más bajas, como asalariados, prostitutas, etc. O sea, es un fresco de la sociedad peruana.
La recomendaría porque he aprendido sobre historia del Perú y porque es un placer leerla, aunque es difícil su lectura, dado el gran número de personajes que tiene y sobre todo por el uso de la técnica de los diálogos múltiples, mezclándose las conversaciones de unos personajes con las de otros.
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Guille63
 06 March 2023
"¿En qué momento se había jodido el Perú?"

Esta es la cita más famosa de la novela, una pregunta a la que el autor responde negando la existencia de un momento concreto y apuntando a una concatenación de circunstancias. No es una buena respuesta, pienso yo. La verdadera respuesta, aplicable al Perú y a cualquier otro país pasado, presente y futuro, es que nada se jodió, nacimos jodidos.

O si no, piensen ustedes y díganme si ha existido algún lugar o tiempo donde las sociedades, sean dictatoriales o no, consistieran en otra cosa que no fueran combinaciones similares de Odrías y Cayo Mierdas, Fermines y señoras Zoilas, coroneles Espina, Arévalos o Landas, lacayos como Ludovicos, Hipólitos, Ambrosios o Trifulcios, bien intencionados como Aídas, Jacobos y Zavalitas, y acomodaticios tipo Musas, Quetas e Ivonnes , Amalias y Trinidades, Chispas y Tetés, Popeyes y Anas. Porque esta es una de las grandezas del relato de Llosa, la de tener la ambición de ser una novela total, de reflejar un mundo completo en el que, como en todo mundo, acaban abajo siempre los mismos.

Y entretejido con aquella pregunta colectiva, el autor desarrolla una historia paralela e individual, la de Zavalita:

“Él era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún momento.”

También la novela es la búsqueda de ese momento, y tentado estoy de negar la mayor también en el caso personal del personaje, pero he de reconocer que en lo individual también juegan, y mucho, las circunstancias, y, aun así, es necesario más, porque en el Perú de aquellos años como en cualquier otro lugar y época “el que no se jode, jode a los demás” y la elección de ser uno u otro está muy limitada.

“Doctor, doctor, tengo algo que se me sube y se me baja y no sé lo que es… Es un pedito loco, señora, usted tiene carita de poto y el pobre pedito no sabe por dónde salir. Lo que te friega la vida es un pedito loco, Zavalita.”

Zavalita tiene metida la duda en el cuerpo, una enfermedad para la que no existen supositorios y por la que se pasaba “la vida haciendo cosas sin creer, toda la vida disimulando… Y toda la vida queriendo creer en algo… Y toda la vida mentira, no creo”, siempre en un ni de aquí ni de allí incómodo, ni proletario ni burgués, “solo una pobre mierdecita entre los dos”.

“Años que se confunden, Zavalita, mediocridad diurna y monotonía nocturna, cervezas, bulines. Reportajes, crónicas: papel suficiente para limpiarse toda la vida, piensa. Conversaciones en el "Negro Negro", domingos con chupe de camarones, vales en la cantina de "La Crónica", un puñado de libros que recordar. Borracheras sin convicción, Zavalita, polvos sin convicción, periodismo sin convicción. Deudas a fines de mes, una purgación, lenta, inexorable inmersión en la mugre invisible.”

Esta novela fue un cinco estrellas la primera vez que la leí, allá por el pleistoceno, y sigue siéndolo hoy, aunque las muchas novelas que uno se ha echado a la espalda entre ambas lecturas me hayan curtido de sobra para que la estructura faulkneriana de la novela, la forma en la que combina y entrecruza tiempos, hechos, conversaciones y puntos de vista, no me haya volado la cabeza como en aquellos tiempos.


P.S. Pese a todo lo dicho, no puedo acabar el comentario sin decirle una cosita al señor Llosa: con lo generoso que es usted con las memorias históricas de algunos países, qué pena que con la del país que lo acogió sea usted tan malasangre.
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GMartinEzcar
 06 November 2019
Yo soy uno de esos que piensan que hay un antes y un después en tu visión de la literatura, cuando pasas por el proceso de leer-sobrevivir a esta novela.
Simplemente, después de leerla, tu listón de lo que debe ser una novela verdaderamente buena ha subido tanto que sufres cierta melancolía cada vez que lees una novela simplemente buena.
Tiene una forma y lenguaje endiabladamente complejos, llena de diálogos y voces que se cruzan, de tiempos narrativos superpuestos y mezclados, de historias que no pareces entender y, para mí, que soy de España, de localismos peruanos que no siempre llego a comprender, ...
Pero, la magia de las cosas bien hechas y de los mecanismos bien engrasados y ajustados, llega un momento en que todo tiene sentido, mucho sentido.
Tiene tanto sentido que se convierte en una amarga y desencantada reflexión sobre el sentido de muchas cosas en la vida (los ideales políticos, el amor, la familia, ... la vida misma).
Sobrevives y sales de sus últimas páginas como quien sale de una inmersión de años: ya no eres el mismo porque has conocido la verdad de las historias bien contadas y bien construidas, has conocido el verdadero placer de la literatura, eres varios años más viejo y sabio que el que entró en el libro y sabes, como sólo la madurez enseña, que nunca serás capaz de contar algo de esa forma tan cruda y a la vez tan bella.
Sólo por haber escrito esta novela, ya se merecía el premio Nobel, aunque esta novela también es un premio envenenado para su autor: todo lo demás que ha escrito (y que escribirá nunca) será necesariamente peor.
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TomSawyer
 10 August 2020
Muchas cosas ya se han escrito y dicho de este libro:tratados, tesis, cátedras e incluso, seguro, hasta poemas por toda la vorágine de emociones y pensamientos en las que te va envolviendo. El tema ya conocido:el ochenio de Odria y la corrupción que contamina cada espacio de la sociedad hasta invadir incluso los mínimos rincones del espíritu. Pero más que el tema, la forma como esta narrada, en esa arquitectura de voces, recuerdos, frustraciones y anécdotas que van, regresan y se proyectan a su antojo en el tiempo y que inexplicablemente brotan de una conversación de bar. Inexplicable porque es uno y mil tiempos a la vez, inexplicable porque así es la genialidad.

Se dice que después de esta novela, se dejó en claro que no se necesitaba de las grandes ciudades como el Dublin de Joyce o el París de Balzac, para escribir eso que algunos llaman: "la novela total". Todo el retrato de una sociedad, toda una catarsis del alma contada entre vasos de cerveza.

Que más podría agregar, la he leído 4 veces y las 4 me ha vuelto a fascinar y me ha hecho descubrir nuevos detalles y sensaciones como si la estaría leyendo por primera vez, como solo lo puede hacer un clásico. No sólo es un libro, es toda una literatura por si, una experiencia.

Recomendable: no puedes dejar de leerlo.
Puntuacion: 10/10 en la escala de MVLL, junto con "La Guerra del fin del Mundo", su mejor novela.
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Las críticas de la prensa (2)
Infolibre14 May 2020
Para el escritor peruano, el master plan que inspira la novela es el modernismo probado por Joyce. Lo que hace es atomizar y luego reunir con maestría las voces de los personajes.
Leer la crítica en el sitio web: Infolibre
revistan10 January 2020
Se cumplen 50 años de “Conversación en La Catedral”, tal vez el mejor libro del Nobel peruano. En Guadalajara, el autor contó lo que pasó cuando la escribía.
Leer la crítica en el sitio web: revistan
Citas y frases (18) Ver más Añadir cita
arealareal08 February 2023
Había seguido de colectivero sólo tres semanas más, lo que duró la carcocha. Ésta se paró del todo una mañana, a la entrada de Yarinacocha, luego de humear y estremecerse en una brevísima y chirriante agonía de latas y eructos mecánicos. Alzaron la capota, se le había fundido el motor.
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arealareal27 January 2023
... como siempre estuvo midiendo el agua de la ducha con el pie un buen rato y acabó entrando a poquitos; se jabonó sonriendo, acordándose de la señora: las patitas, las tetitas, el potito.
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arealareal12 January 2023
... un escritorio con una lamparita sin pantalla, paredes desnudas, una fotografía de Odría envuelto en la banda presidencial como un bebé en un pañal. Retrocedió, miró su reloj, las doce y media...
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smartinez143smartinez14326 November 2022
Yo también detesto la política, pero qué quiere. Cuando la gente de trabajo se abstiene y deja la política a los políticos el país se va al diablo
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arealareal02 January 2023
...se habían robado a su perro, se lo habían arranchado a su señora de las manos, el hombre respinga asustado, carajo esto no se iba a quedar así.
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Mario Vargas Llosa se refiere en esta entrevista del año 2000 con Beto Ortiz a la circunstancia crucial que le hizo descubrir una nueva forma de ver la realidad. #mariovargasllosa #escritor #cumpleaños #literatura #books #nobel
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