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Alta poesía latinoamericana que sigue viva, habla, calla, se transforma. Sobresale una lucha en Vallejo. Entre el Alto Perú español en las raíces y el Perú independiente, sanmartiniano, en los frutos de su lenguaje. Como es poesía en tensión entre el barroco y la voz propia, su lectura es por momentos áspera, cascaruda. Quizás intencionalmente espinosa. Una clave quizás esté en que el núcleo de compasión humana resulta totalmente visible. Hay una gran lucidez emocional -quizás la única forma de sabiduría- que se filtra por las grietas de la muralla. En Trilce, por ejemplo. Casi sin muralla en los Poemas Humanos. Y colapsa en deslumbramiento en los Poemas en Prosa. Parece oscilar entre lo amargo y lo beatífico. Pasa caminando de la melancolía a la iluminación. Es París, pero nunca dejó de ser Lima. Dan ganas de otro pisco, más que de absenta. Y de un ceviche bien cargado, si el supremo andino de aquel París surrealista nos lo concede.
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