¡Tánto amor, y no poder nada contra la muerte!
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¡Tánto amor, y no poder nada contra la muerte!
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¡El poeta saluda al sufrimiento armado!
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¡Obrero, salvador, redentor nuestro, perdónanos, hermano, nuestras deudas! |
¡Cuídate de los nuevos poderosos! ¡Cuídate del que come tus cadáveres, del que devora muertos a tus vivos! ¡Cuídate del leal ciento por ciento! ¡Cuídate del cielo más acá del aire y cuídate del aire más allá del cielo! ¡Cuídate de los que te aman! |
[...] del mismo modo, sufro con gran cuidado, a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos poseen, independientemente de uno, sus pobrezas, quiero decir, su oficio, algo que resbala del alma y cae al alma. |
[...] y vendríame al corazón la idea, al seso, el llanto y a la garganta, una gana espantosa de ahogar lo que ahora siento, como un hombre que soy y que he sufrido. |
Se dirá que tenemos en uno de los ojos mucha pena y también en el otro, mucha pena y en los dos, cuando miran, mucha pena... Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra! |
Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos; y cuál mi idealista corazón te llora. Mis alices todos aguardan abiertos tus hostias de otoño y vinos de aurora. Amor, cruz divina, riega mis desiertos con tu sangre de astros que sueña y que llora. ¡Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos que temen y ansían tu llanto de aurora! Amor, no te quiero cuando estás distante rifado en afeites de alegre bacante, o en frágil y chata facción de mujer. Amor, ven sin carne, de un ícor que asombre; ¡y que yo, a manera de Dios, sea el hombre que ama y engendra sin sensual placer! |
Hasta cuánto erste valle de lágrimas, a donde yo nunca dije que me trajeran. De codos, todo bañado en llanto, repito cabizbajo y vencido: hasta cuándo la cena durará. |
Y otras pasan; viéndome tan triste, toman un poquito de ti en la abrupta arruga de mi hondo dolor. Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no tengo ganas de vivir, corazón! |
La guerra del fin...