 |
No voy a detenerme mucho en este libro. Por lo general, prefiero hablar más de los libros que me gustan que los que me dejaron indiferentes. Evidentemente, esta novela no era para mí, mucho menos después de haber leído La letra escarlata. Se trata de la relación con obstáculos (la mayoría de ellos, autoimpuestos) entre una joven viuda y un aspirante a clérigo. No es spoiler porque confío en que cualquier persona se puede dar cuenta de la dirección de la historia en cuanto empieza la serie de cartas que escribe el personaje masculino en cuestión. Y es ahí donde radica el sarcasmo de uno de mis status. El amor en sí no me atrapó para nada y me pareció demasiado melodramático. Sí, hay desvanecimientos, enfermedades y todo. Si bien la estructura de la novela no es un derroche de originalidad (me refiero al recurso del manuscrito hallado azarosamente), se puede agradecer el uso de distintos registros lingüísticos, aunque siempre me queda la sensación de que se cae en el estereotipo. Lo que no agradecí para nada es la cantidad de discursos religiosos que ocupan la mitad de la novela. Otra vez la culpa, otra vez el pecado, otra vez la disputa entre los deberes divinos y las ocupaciones terrenales. En fin, es cuestión de gustos, y tal vez yo venía un poco saturada del tema por haber leído la novela de Hawthorne. Leyendo un poco sobre Valera, parece que estos temas son recurrentes en su obra. Para la próxima, ya estoy advertida. |
>
