LPAC versión Martina

Estudiar una oposición puede llegar a ser algo fascinante. Y el día en el que toca un tema de Derecho Administrativo para qué hablar.
¿Cómo describir las maravillosas sensaciones que uno tiene ante materias tan sumamente apasionantes como a quiénes considera interesados la ley del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas? ¿Cómo explicarle a alguien que no se haya acercado a esta indescriptible ley ese gozo in crescendo que se experimenta, artículo tras artículo, título tras título? ¿Cómo narrar el clímax al que se llega durante las aproximadamente 100 páginas que dura el capítulo IV: "De las disposiciones sobre el Procedimiento Administrativo Común"?
Gracias al cielo, existen personas maravillosas, almas caritativas, ángeles de la guarda, en definitiva, como Vicente Valera para acompañar al futuro trabajador de las Administraciones Públicas en el camino.
Cuan si de un guía por el Bosque de Aokigahara se tratara, el autor inunda el texto, por un lado de varias frases motivacionales por capítulo -sin duda, escasas, puesto que deberían estar por cada párrafo o, mejor, por cada línea- y, por otro, de elementos que contribuyen a una mejor asimilación, reduciéndose así el número de veces que hay que enfrentarse al texto legislativo para asimilarlo y, por tanto, minimizando el riesgo de que el opositor acabe dándose a la bebida.
Entre esos elementos que ayudan a la memorización están sobre todo el uso de negritas y subrayados en gris para resaltar conceptos, presentación esquemática del texto en ciertos momentos, representación gráfica de algunos conceptos... Además, al final del texto hay una tabla en la que se recogen los plazos que aparecen en el libro, unas hojas en blanco por si hay que realizar esquemas y una tablita para anotar los 50 artículos que cada lector considere más relevantes. A ello hay que agradecer que Vicente Valera añada a lo largo del texto (por cierto, totalmente literal), la explicación de algunos conceptos jurídicos que el lego en Derecho desconoce.
Sin embargo, pese a que el autor tiene un rinconcito en mi corazón y un rincón ganado en el cielo de los opositores, hay que señalar que no hubiera estado nada mal un poquito de color (al igual que ya tienen otras de sus obras) hubiera sido una guinda del pastel magnífica.
Y, ahora, si me disculpan, voy a echar una cabezada, que es hablar de la ley 39/2015 y morir de sueño al instante.