Humo

¿Qué decirle, Turgueniev? Pues que lo volvió a conseguir, otra maravillosa lectura, muy en la línea de sus Novelas Cortas, con su estilo sencillo, poético, más cerca de los autores europeos de su época que de sus contemporáneos rusos. Ya se lo he dicho más veces, pero no me canso de alabar su prosa, tan fascinante que es capaz de, como en este caso, levantar una historia que, siento decirlo, podría haber dado mucho más de sí.

Es posible que fueran temas muy candentes en su época, Iván, pero a mí me sobran todos esos párrafos planfetarios que actúan casi como inoportunos anuncios en mitad de la lectura. Desde mi perspectiva, tantos años después, lo único que consigue con ellos es entorpecer el ritmo de la narración sin añadir nada a la historia que en todo momento transcurre por otros derroteros. de hecho, Iván, da usted tanta importancia a esos interludios que bien parece que ese y no otro fuera su objetivo principal, mientras que el relato de Litvínov e Irina es simplemente el azúcar que nos ayude a mejor tragar la píldora.

Y aun así, me gustó la novela, tanto que humildemente me atrevo a hacerle otra observación. ¿No piensa usted que habría aumentado el atractivo de la historia si el narrador no se hubiera limitado a contarnos la lucha interna de Litvínov y se hubiera adentrado de forma más profunda en la psicología de Irina? Irina, permita que se lo diga, me parece el personaje más fascinante de la novela y usted decidió dejarla en sombra o en humo. Habría sido tan gozoso que nos hubiera permitido entrar en la cabecita de la damisela y ver como fluía ese pensamiento contradictorio y cambiante, tan poco complaciente consigo misma, egoísta, caprichosa, y sufriente de serlo, como lo es también por no ser capaz de separarse de aquello que la hace tan infeliz. Es esta una observación muy personal, Iván, no puedo evitar mi inclinación hacia los personajes tipo Irina y mi antipatía hacia los Litvínov, tan de una pieza, capaces siempre de actuar como creen que deben hacerlo. Eso sí, le agradezco que al final recibiera su merecido premio.