Un libro con un contenido altamente filosófico. El cuestionamiento de la guerra y su sentido social van más allá de los principios del patriotismo. Es análisis cruel de las consecuencias de la guerra y el estatus de los soldados. Es bueno defender y luchar por tu patria, pero la sociedad jamás se hará cargo de ti. Los doctores seguirán sus principios y no te dejarán decidir por tu propia vida. Un joven de veinte años que carece de experiencia en la vida resulta mutilado en la guerra. No tiene la posibilidad de hablar, ni moverse. Es, en una palabra, un trozo de carne y un cerebro en función. El mundo se ha terminado y lo único que queda es la experiencia de la vida. ¿Cuántos minutos, horas, días semanas y meses tiene el personaje para recapacitar? Lo peor es comprender que no valió la pena participar en la guerra. El autor nos invita a posarnos en una camilla, prescindir del habla y los movimientos del cuerpo. Nos alimentan por sonda y tenemos que permanecer expectantes de las decisiones de los doctores que se empeñan en mantenernos vivos. Una obra genial a la que podrían haber aspirado Stephen Crane con su La roja insignia del valor, u otros grandes de la literatura.
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