A sangre fría

LOS HECHOS: El 15 de noviembre de 1959 la pequeña comunidad rural de Holcomb, en el estado de Kansas, se despertó con una noticia espeluznante. Uno de sus ciudadanos más prósperos y queridos, Herbert Clutter, había sido asesinado junto a su esposa Bonnie y sus hijos adolescentes, Nancy y Kenyon. Cada uno había recibido un escopetazo en la cabeza, y Herbert además había sido degollado. Sin móvil aparente, y prácticamente sin rastros de los asesinos, la investigación habría quedado en la nada a no ser por un preso que, enterado de la recompensa ofrecida por el periódico local a cambio de información, reveló haber hablado del señor Clutter con otro convicto. Finalmente pudo establecerse como autores materiales a Perry Smith y Richard Hicock, que terminarían en la horca como castigo cinco años más tarde.

Capote realiza una tarea extraordinaria, no solo en la documentación del crimen y de la investigación, sino también en el boceto que traza de la comunidad de Holcomb, sus lealtades y miserias, y cómo el crimen resuena en las vidas de todos sus miembros. La estructura narrativa sumamente eficiente nos presenta en la primera parte el último día en la vida de los Clutter, mechado con los preparativos de los asesinos, y culmina con el descubrimiento de los cuerpos, obviando el crimen. En la segunda parte seguimos la investigación policial, alternada con los siguientes pasos de los asesinos. Y finalmente las últimas dos partes narran el apresamiento de Smith y Hicock, sus confesiones, el juicio y la ejecución.

Si bien el retrato de los Clutter resulta muy humano, y particularmente me sentí muy cercana a Nancy e igual que horrorizada que su amiga ante su muerte absurda, el principal merito de la novela, lo que más perturba al lector y lo deja movilizado aún después de cerrarlo, es la caracterización de los asesinos. Capote llegó a conocerlos íntimamente, ya que los entrevistó muchas veces en el transcurso de los cinco años que pasaron presosy eso se percibe en un retrato que los muestra inherentemente humanos sin perder de vista la naturaleza atroz de su crimen y de su capacidad de disociar sus acciones de sus sentimientos y de cualquier tipo de empatía por el otro.

Es una novela extraordinaria, un gran exponente de un género que se sigue discutiendo que haya inaugurado. Sabemos que Walsh lo hizo mucho antes, pero en Walsh la intención es política, denunciar hechos ilegales llevados a cabo por la dictadura, mientras que en Capote el interés es periodístico y psicológico. Más cerca de Dostoievski que de Walsh, en mi opinión, la novela se pregunta por qué, como Raskolnikov, algunos hombres son capaces de matar a sangre fría. La respuesta, si la encuentran, dista de reconfortarnos, y sigue siendo tan potente hoy como lo era hace más de 50 años. No se pierdan esta obra maestra.