Sexta entrega de una saga que no se enfría. Antes un aviso: para entrar con facilidad a la aventura es mucho mejor haber leído el previo porque la aventura principal (antes viene una corta, a modo de aperitivo) la induce un personaje, pieza fundamental en la historia precedente. A Víctor Ros lo lían para que investigue la desaparición de un espía británico. La cosa está entre que se haya dado el piro a Cuba con una cantante o que se lo hayan cargado (tiene lista de espera de enemigos). ¿Qué hace el héroe? Se embarca a ultramar con dos colegas. Víctor, en esta ocasión, es casi más James Bond que Sherlock Holmes (el rol donjuanesco lo ejercen los colegas, con alegría hay que reconocer): atravesará mares, selvas, trampas y mentiras para, aunque sea, llevar de vuelta el cadáver de su amigo (la probabilidad de fallecimiento irá aumentando conforma a la historia) y el lector, al acompañarle, tomará el pulso de una sociedad que baila al borde de la inflexión con lo que todos sabemos que está a punto de ocurrir. No podía faltar su archienemigo y no falta, pero no hace falta que diga cómo. El señor Tristante borda el género de aventura histórica con un estilo impecable dejándote ganas de más. Respecto a esta saga maravillosa la pega principal es que ha ido saltando de editorial y, por tanto, los formatos hacen menos bonita mi estantería. Víctor se merece una edición de lujo. |