Visitar uno de los grandes clásicos de la literatura me es motivo de alegría, sobre todo si es un ruso querido y si con ello cubro un punto para un reto de lectura, #retodemediotiempo2019 Me siento humilde al imaginar que esta novela ya fue reseñada por mentes más agudas y precisas, pero no me detiene porque es importante contar que una vez más Tolstoi ha hecho un espacio en mí para sus personajes y sus historias. Confieso que las partes donde desarrolla la guerra, posiciones y se entremezclan más de dos apellidos rusos sin más historia me pierden y no consigo retener nada o casi nada. Pero en cuanto se pone en modo novela mexicana me gana y río y sufro como boba con las aventuras de cada uno de ellos. Centrando los méritos en la grandeza espiritual, por sobre la belleza física y la presencia social, tuve una guía sobre quién viviría, moriría o quedaría marcado. Me regodeé en la miseria del que se queda sin pierna y rogué al cielo que dejara vivo a Andrés, y celebré que los Rostov ganaron la lotería. En resumen, uno de los mejores vicios que adquirí de una por lo demás mala amistad fue la lectura de los rusos clásicos. |