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Crítica de Marti


Marti
26 September 2019
No hay mayor gusto que encontrar en las palabras de los otros la coincidencia en la visión del mundo. Nos hace sentir acompañados en el viaje y nos devuelve la esperanza para lo que hacemos en la vida.
Metido a fondo en la literatura desde hace 27 años, no dejo de sorprenderme por lo que descubro cada día, con cada lectura, con cada texto escrito y compartido.
Alicientes para continuar se encuentran cada día, pero cuando los encontramos formulados por un estudioso de la literatura, de manera clara y en una forma que va más allá de lo académico, porque apela a nuestra condición en el mundo (estemos o no en el estudio de la literatura), no cabe más que agradecer.
¿Para qué sirve la literatura? Para indagar en la condición humana, nos recuerda Tzvetan Todorov (1939-2017) hacia el final de su libro La literatura en peligro (2008):
“El objeto de la literatura es la condición humana y, por esa razón, el que la lee y la comprende se convertirá no en un especialista en análisis literario, sino en un conocedor del ser humano”.
Y así es como debiera impartirse la literatura en las escuelas de todos los niveles, encontrando el equilibrio entre lo teórico y lo práctico. Si en un inicio, obligado por la situación de vivir en un país totalitario, Todorov centra sus investigaciones en aspectos de la literatura que no le acarrearan problemas con el régimen, cuando logra salir de Bulgaria hacia Francia, encuentra la libertad para estudiar en la literatura lo que su conciencia le dictaba. Cierto que pasa por el estructuralismo, pero no se detiene ahí. al final de su carrera de estudios literarios, vuelve a lo que importa de la literatura y hace la invitación a mirarla con esos ojos.
La labor del escritor, para Todorov:
“Cuando el escritor representa un objeto, un acontecimiento o un carácter, no establece una tesis, sino que incita al lector a formularla: no impone, sino que propone, y por lo tanto deja libre a su lector y al mismo tiempo lo incita a ser más activo. Mediante la utilización evocadora de las palabras, mediante el recurso a las historias, a los ejemplos, a los casos concretos, la obra literaria provoca un temblor en el sentido, pone en marcha nuestro dispositivo de interpretación simbólica, despierta nuestras capacidades de asociación y produce un movimiento cuyas ondas de choque se prolongan mucho tiempo después del contacto inicial”.
Exploradores de la vida, los escritores merecen ser leídos con la perspectiva más amplia que propone Todorov; no quedarse en lo formal sino pasar al sentido de la obra, a eso que nos ayuda a vivir mejor:
“Si hoy me pregunto por qué amo la literatura, la respuesta que de forma espontánea me viene a la cabeza es: porque me ayuda a vivir. Ya no le pido, como en la adolescencia, que me evite las heridas que podría sufrir en mis contactos con personas reales. Más que excluir las experiencias vividas, me permite descubrir mundos que se sitúan en continuidad con ellas y entenderlas mejor. Creo que no soy el único que la ve así. La literatura, más densa y más elocuente que la vida cotidiana, pero no radicalmente diferente, amplía nuestro universo, nos invita a imaginar otras maneras de concebirlo y de organizarlo. Todos nos conformamos a partir de lo que nos ofrecen otras personas: al principio nuestros padres, y luego los que nos rodean. La literatura abre hasta el infinito esta posibilidad de interacción con los otros, y por lo tanto nos enriquece infinitamente. Nos ofrece sensaciones insustituibles que hacen que el mundo real tenga más sentido y sea más hermoso. No sólo no es un simple divertimento, una distracción reservada a las personas cultas, sino que permite que todos respondamos mejor a nuestra vocación de seres humanos”.
Comulgamos con esa visión, hay que amar a la literatura por eso, y continuar.
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