El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Los primeros capítulos de esta novela son lanzados a nuestro cerebro como un insulto descarnado, cruel y poderoso.
Si quieres leer un libro donde el camino hacia la reconciliación, el perdón o, simplemente, el reencuentro sea amable, dulce y agradable, esta historia no es para ti.

☆ La prosa abrupta enmarca cada párrafo y solo los pequeños islotes que Ţîbuleac nos ofrece poco a poco, entre capítulos, sirven de descanso ante tanta crudeza simple, hosca y mordaz.
"𝑳𝒐𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒎𝒊 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆 𝒆𝒓𝒂𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒗𝒆𝒏𝒕𝒂𝒏𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒔𝒖𝒃𝒎𝒂𝒓𝒊𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒎𝒆𝒓𝒂𝒍𝒅𝒂"

☆ La relación de Alesky y su madre, relatada por él como catarsis para desbloquear su sentido artístico, es tan sencilla como el odio que destilan sus palabras. Ese verano que los dos se dan como oportunidad para perdonar una vida maltrecha por falta de amor.
A lo largo de la novela la autora redime a sus personajes con imágenes pictóricas del lugar dónde veranean: los campos de girasoles; la hamaca que les abraza; el mercado y sus puestos llenos de incongruentes cacharros. Puedes oler el mar, la tierra y la enfermedad.

☆ Esta es una historia que incomoda pero a la vez es luminosa y llena de lirismo.

Þîbuleac ha parido a un protagonista difícil de olvidar, perfectamente construido y cuyos desequilibrios mentales no sólo nos emocionan o repugnan a partes iguales, sino que también nos ayudan a entender la soledad del diferente y a como el arte, en ocasiones, actúa como una pastilla que palia pero no cura, como la única forma de comunicarse en un mundo en el que, individualmente, también ha dejado de existir.
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Mucho había leído sobre este libro, pero no imaginé que sería una historia tan desgarradora. Es dura, muy dura, tanto que en muchos momentos se me ha encogido el corazón. Lo bueno es que los capítulos son muy cortitos y su lectura es muy ágil. Si llega a ser un libro denso lo hubiese abandonado a los pocos capítulos.

Por lo anterior dicho puede dar la sensación de que no me ha gustado, pero ha sido todo lo contrario. Sí me ha gustado, pero la actitud de los personajes y ciertas escenas tan crudas puede que no sea para lectores que se impresionan con facilidad.

Todos podemos ser esa madre y ese hijo. Se dicen todo a la cara, sin sutilezas, aún sabiendo que están provocando un terrible daño. Pero saben que se tienen el uno al otro para lo que necesiten y en el fondo se quieren mucho.

"Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas".

Un verano será suficiente para que hijo y madre se reencuentren y se reconcilien.
Una madre que nunca mostró afecto por su hijo, un hijo que se sintió solo.
Pero ese verano una enfermedad terminal los unirá para remover sus vidas, sus sentimientos, sus carencias. Ambos han sufrido el abandono de un padre y el fallecimiento de Mika (hija y hermana pequeña), esto junto al trastorno psiquiátrico de él, el odio feroz hacia su madre, y la cercanía de esta a su muerte, llena el relato de dureza y de dolor.
Es un libro con muy buena aceptación por parte de las lectoras, con excepcionales críticas, pero a mí personalmente no me ha resultado tan intenso ni me ha llegado tanto.

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tîbuleac. Una lectura apasionante de @editorial_impedimenta
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Cuando este libro cayó en mis manos, no conocía a la autora y el título me resultaba bastante extraño; pero lo abrí y empecé a leerlo sin saber ni sinopsis ni opiniones de otros lectores... y su primera frase me enganchó, dice así:
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"Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió 39 años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás"... ¡brutal! ¿o no?
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La razón de ser del título la deduciremos al segundo o tercer capítulo porque vamos viendo como la imagen que el chaval protagonista de la historia (y narrador de la misma) tiene sobre su madre irá cambiando y unos ojos, que comienzan teniendo un color parecido a la 💩, acaban siendo ojos de tonos verdosos.
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Ha sido una lectura que me ha dolido por momentos pero que no me ha hecho llorar.
Golpea pero avanza y tú, como lector/a lo haces también.
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Si vas a leerla no busques sinopsis, sumérgete en ella sin saber apenas nada. Sé consciente sólo de esto: lo narra un hijo que ha sufrido porque cree que su madre no lo ha querido munca y que habla de ella con una seriedad demoledora.
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Una lectura intimista, cercana, intensa, dirigida con acierto desde el comienzo con un lenguaje y un tono duro, critico y directo. Narra el ultimo verano de un pintor que vive junto a su madre siendo un adolescente. Con graves problemas mentales, difícil capacidad de autocontrol y muy disruptivo. ninguneado por una madre que es victima de una relación de pareja dañina y tóxica quien no es capaz de ejercer como tal. Esto es, una relación maternofilial que a penas existe, un hijo quien hacia su madre solo tiene palabras de reproche y a quien identifica como el origen de todos su males.



La autora va descubriendo esa relación entre madre e hijo, dañina y dolorosa pero en la que existe un ápice de nostalgia hacia ese vínculo que no saben si llegó a existir y esa esperanza de creer que aún están a tiempo de rescatar un mínimo de ternura y de apego entre ambos. En definitiva una historia de amor entre madre e hijo que ni ellos mismos saben edificar hasta que se ven inmersos en un momento vital de crucial desenlace. Una historia de perdón y de rendición.



Es llamativo el estilo narrativo de la autora, sin tapujos, abriendo interrogantes durante la lectura que ansias encontrar respuesta, ágil e intensa de principio a fin. En la que quizás en ciertas tramas se queda a medio camino, pudiendo exprimirla mas. Aún habiendo disfrutado de su lectura creo que quizás en otro momento la hubiera valorado mejor. de todas formas, la recomiendo sin lugar a dudas.

Nota: 8
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"El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes" ha sido una lectura demoledora. En ella he encontrado un poco de todo pero, sobretodo, muchos momentos y frases que me han sacudido por completo y dejado rota por dentro. Es un libro con una prosa muy directa. Cruel a veces, sensible otras, pero muy intensa. Quizás eso es lo que ha hecho que la lectura haya fluido tan bien, que la autora no se corta a la hora de narrar la historia de Aleksy y de su madre.

Es una historia dura, que incluso me ha hecho llorar más de una vez. Y no soy de llorar con los libros. Un viaje emocional en el que todavía estoy inmersa y que sin duda tardaré en olvidar.

Emotiva y desgarradora, Tatiana ha conseguido llegarme al alma y que este libro se quede conmigo. No es una lectura fácil pero de verdad que os la recomiendo muchísimo si os veis en el mood.

❝Me acuerdo de mi madre todos los días.❞

Se suele dar por sentado que una madre es una madre y sí, lo es, pero las relaciones materno-filiales no solo no son siempre un camino de rosas, sino que, a veces, está lleno de espinas.

Pero sí, ya lo digo al principio, una madre es una madre y cuando en el desierto de una relación con ella surge un oasis, ese oasis se queda en el corazón y en el recuerdo. Para Aleksy, narrador de esta historia, el verano que su madre tuvo los ojos verdes es ese lugar emocionalmente duro, pero reconfortante al que siempre volver.

Si algo me ha impactado de esta historia ha sido la capacidad de Tatiana para lograr una voz narrativa cruel y descarnada, que evoluciona haciendo que el lector/a pase del rechazo a la empatía con el discurrir de las páginas. Porque... ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos, siempre hay una historia detrás. Aleksy y su madre alcanzarán ese verano la redención personal y la absolución de quienes queremos leer lo que él tiene que contar.

Un libro duro, sin duda, os lo podéis imaginar, pero sus capítulos cortos y esa voz que no deja indiferente hace que llegues al final sin apenas darte cuenta, para claudicar, una vez más, ante la fuerza del amor y del perdón.

Aleksy, el protagonista de este libro, no entiende por qué su madre habita tan lejos de él; por qué perder a la pequeña Mika la colocó en un punto inaccesible para casi todos; por qué su propia existencia no es suficiente para seguir viviendo.
Así es como Aleksy rememora desde la época adulta, como fue la evolución de esta relación y cuáles fueron los motivos que lo llevaron a odiar a su madre.

Tìbuleac nos ofrece un relato que muestra temas duros como la pérdida, el dolor de madre, la ausencia de las ganas de vivir, el desapego, el primer amor, las últimas oportunidades…. Pero también nos habla de la comprensión y el entendimiento, de la fuerza y el perdón. Esta especie de diario es el intento final de Aleksy por explicar, siendo ya un artista consagrado, cómo ha llegado hasta aquí, cuál es motivo de su bloqueo y la historia de su infancia. Así es como nos relata tres meses de tregua llenos de emoción.

Lo sentí en un principio como un relato desgarrador, luego encontré momentos enternecedores y emotivos que dieron un respiro. Me gusto sentir que la autora no buscó encontrar culpables.
Este es un libro que no me deja indiferente y esos son los que más me gustan.

Aleksy es un hombre quebrado. Si bien es un reconocido artista, hay algo dentro y fuera de él que se ha roto, y su psicoanalista lo insta a reconstruir un verano decisivo en su vida: la temporada que pasó con su madre en un pueblo costero de Francia a los diecisiete años. Una madre a quien al principio odia profundamente por haberlo abandonado para hundirse en el dolor de la pérdida de su otra hija, y por haberlo dejado lidiando solo con su propio duelo y con una transición complicada hacia la adolescencia. A lo largo del relato, sin embargo, vamos viendo cómo Aleksy logra acercarse de a poco a su madre, humanizarla y encontrar algún terreno en común para construir un recuerdo más positivo de su relación con ella.

La escritura de Tîbuleac está repleta de imágenes poéticas y de símbolos que enriquecen la narración y nos permiten acercarnos desde una prosa muy bella a sentimientos desgarradores como el dolor, el odio, la tristeza, el despecho, y el desconcierto frente a lo inaceptable. La voz narrativa de Aleksy en primera persona es un hallazgo formidable que nos permite acceder a sus sentimientos tanto a través de lo que dice como de lo que calla. Es una de las novelas más descarnadas que he leído sobre la relación madre- hijo y sus complejidades. El final (estoy escatimando mucha información porque no tendría gracia adelantar nada) me quitó el aliento y me dejó conmocionada. No puedo garantizar el mismo efecto a todos los lectores, pero sí que es una novela que no los dejará indiferentes.