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Marian Ochoa de Eribe (Traductor)
ISBN : 8417553924
360 páginas
Editorial: IMPEDIMENTA EDITORIAL S.L (29/03/2021)

Calificación promedio : 3.81/5 (sobre 32 calificaciones)
Resumen:
Moldavia en los años más grises del comunismo. La anciana Tamara Pavlovna rescata a la pequeña Lastotchka de un orfanato. Lo que en principio puede parecer un acto de piedad esconde una realidad terrorífica. Lastotchka ha sido comprada como esclava, para ser explotada durante casi una década recolectando botellas por la calle. Aprender. a sobrevivir robando y mendigando, rechazando las solicitudes de hombres demasiado insistentes, en un ambiente de violencia y miser... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (14) Ver más Añadir una crítica
LAKY
 25 April 2021
A finales del año 2019 leí “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” y fue una lectura fantástica, una de las mejores del año. de hecho, es de esos (pocos) libros que, pasado el tiempo, aún siguen en mi memoria. de esos libros que te tocan y te duelen y eso es, precisamente, lo que los hace inolvidables. Por eso cogí la nueva novela de la autora con muchas ganas.

Lastoschka es una niña moldava a la que la anciana Tamara Pavlovna adopta Lastochka fue abandonada al nacer en un orfanato y las condiciones en el mismo, en pleno comunismo, eran terribles. Pero la vida que le espera con Tamara Pavlovna no es demasiado mejor. La anciana la ha adoptado, más que por una cuestión humanitaria, porque necesita ayuda. Así, desde niña, le enseña su “oficio”: la recogida de botellas usadas para limpiarlas y vendérselas a los borrachos.

La novela está escrita a modo de carta que Lastoschka dirige a sus inexistentes padres aunque la verdad es que más parece una especie de diario o unas memorias de una protagonista ya adulta. Debido a esta estructura, está escrita en primera persona y hay ocasiones en las que la protagonista se dirige directamente a quienes espera sean los receptores de sus cuitas: sus padres.

No es una novela de fácil lectura; al menos, hasta que le coges el truco. Está dividida en muchísimos capítulos de cortísima extensión: en concreto, son ciento sesenta y siete capítulos nada más y nada menos. La mayoría no tienen más de dos hojas, muchos de ellos tan sólo una. A través de ellos, la protagonista va desgranando sus recuerdos desde que Tamara Pavlovna la adoptó hasta que, más o menos, empezó a estudiar en la Universidad. Nos cuenta las cosas de manera un tanto errática: de forma lineal pero según se va acordando, acercándose y alejándose de lo que quiere decir y dando cosas por sobreentendidas. al principio no entiendes demasiado, la verdad. Entre otras cosas porque, al menos yo, no conocía apenas nada de la situación de Moldavia, de Rumanía y de las repúblicas socialistas soviéticas que formaban parte de la extinta URSS. Y, sin duda, no tenía ni idea de los problemas con el idioma, el impuesto y el inventado. Cuando nació Lastoschka (y la autora), Moldavia pertenecía a la URSS y su identidad cultural y lingüística había sido absorbida por lo ruso. Por eso Tamara Pavlovna quiere que la niña hable en ruso (cada día le obligaba a aprender siete palabras en ruso y, si se equivocaba, le daba con el dedo en la frente). Por eso quería que fuese a la escuela rusa y no a la moldava. Por eso Lastoschka aprendió ruso y empezó a hacerlo todo en ruso, incluso soñar; y por eso, cuando la URSS se disgregó y los diferentes países fueron consiguiendo la independencia y recuperando su cultura anterior al comunismo, la niña se enfrentó a un idioma y a un país que ya no reconocía como suyos.

No nos habla la autora de la situación política del país, tampoco de la social. al menos, no directamente. Como todo en esta novela, las cosas se van diciendo poco a poco, muchas veces de refilón. La autora y la protagonista en su nombre dicen tanto como callan y es poco a poco que el lector se va dando cuenta de la profundidad de la historia, de lo que está pasando en ese país, en esa ciudad de Chisinau, en ese patio de vecinos y en la casa donde vive Lastoschka.

La novela habla de miseria y de violencia. Eran otros tiempos y la vida resultaba muy dura. Y más para una niña huérfana que debía trabajar duramente y que mendigaba un poco de afecto. Nos habla de sus amigos y vecinos, los que vivían en las casas que van a dar al patio de vecinos donde hacían vida comunal. Unas vidas tan miserables como la suya propia, cada uno de ellos con su pesada mochila a cuesta. Tampoco la vida de sus compañeros de colegio es mejor: vivían en un mundo en el que los padres pegaban a sus hijos, en el que los profesores enseñaban con mano dura y nadie era capaz de hacer las cosas de otra forma. En ese mundo tan miserable, la protagonista crece con dos sueños: saber por qué sus padres la dejaron en el orfanato (pues, obviamente, no es lo mismo que haya sido el destino cruel quien le haya privado de unos padres que el hecho de que fueran ellos quienes decidieran abandonarla por no quererla lo suficiente) y el de ser médico. Lastoschka siempre ha querido ser médico y, afortunadamente, su madre adoptiva le apoyará en ello. de hecho, desde el principio de la novela sabemos que lo consiguió porque, como ya he dicho, la novela está contada desde el presente por una protagonista ya adulta y médico.

El jardín de vidrio” es una novela muy diferente a “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” aunque hay dos cosas que las unen: el drama y la violencia. Y la forma tan bonita y personal que tiene Tatiana Tibuleac de contar las cosas. El libro está lleno de emociones pero, como el anterior, de forma contenida, sin buscar la lágrima fácil.

Conclusión final

El jardín de vidrio” es una novela llena de sentimientos que nos habla de una infancia muy dura. Un libro que destila rabia, pena, desamor, culpa, resentimiento, violencia y drama. Un libro muy bonito cuya lectura os recomiendo.
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marta_lo
 23 June 2022
Este apabullante libro me ha dejado sin palabras. Trauma sobre trauma, la protagonista escribe una larga carta a sus padres, sin saber si murieron o la abandonaron. Lo sabrá más tarde, pero eso no cambia las cosas. No cambia la miseria en la que vive en el orfanato ni en la que vive después con Tamara Pavlovna.

Toda Moldavia habla ruso, así que Pavlovna cree que a la niña le conviene hablarlo y que se olvide de su rumano natal. La educación y la limpieza son muy importantes para esta mujer, pero sigue pegando y haciendo trabajar a la niña, Lastochka, diariamente. Ellas crean su propio jardín de vidrio en el pasillo cuando terminan de limpiar todas las botellas para llevarlas a vender. Un jardín falso pero que al abrir la puerta de la casa desprende unos colores inigualables.

Además de una sociedad agitada políticamente y en continuo cambio, Lastochka tiene que vivir con miedo a los abusos por parte de los hombres que la rodean: el profesor de Educación Física del colegio, vecinos o transeúntes de una ciudad sucia y pobre en la que la vida de una mujer o una niña no vale nada. Todos los días hay noticias de mujeres o niñas a las que se han llevado y les han hecho cosas indecibles, y todas por igual viven con ese miedo metido en el cuerpo desde que tienen uso de razón.

La riqueza del lenguaje del que Tatiana Tîbuleac hace gala me ha parecido impresionante. Multitud de palabras en rumano y en ruso asoman en estas páginas traducidas al español. Seguro que en alguno de esos idiomas es mucho más rico, pero para mí ha sido un conjunto de idiomas con un resultado precioso.

En definitiva, me ha parecido un libro que trastoca todo lo que tienes dentro, una bomba que explota en tu cabeza y en tu corazón, que te trae la realidad en su faceta más cruda y te la planta delante sin ningún miramiento. Conviene leerlo con precaución, sabiendo que en sus páginas se encuentra un abuso a menores. Un libro fuerte pero con una voz que hay que escuchar con atención.
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Nuryta
 19 February 2024
Un libro que me resultó muy complicado pues a pesar de sus capítulos cortos, hace constantes saltos en el tiempo que al menos al inicio hace difícil la comprensión. A esto se suma la gran cantidad de personajes con nombres rusos que para mí siempre han sido un problema por sus variaciones. Y como si eso fuera poco, hay continuas frases en ruso, rumano o moldavo, al final no sé decir cuál era cuál.

Repasemos el contexto socio político. Estamos en Moldavia, una zona que a través de la historia ha sufrido constantes invasiones y dominios que obviamente han repercutido en la idiosincrasia de sus pobladores hasta la actualidad. En el s.XX formó parte de la Unión Soviética y con su disolución ha sufrido una independencia convulsa donde se alternan las ideas comunistas y democráticas, a la vez que sus habitantes han debido ajustar históricamente su idioma oficial dependiendo de quién esté en el poder.

En ese escenario, la autora nos lleva a conocer a una niña de siete años, Lastochka, huérfana que ha sufrido de abusos constantes desde muy pequeña. A esa edad, una vieja mujer la saca del orfanato (la compra literalmente), para que trabaje a su cargo en la recolección de botellas para su manutención, lo que le lleva a un mundo de basura, borrachos, pobreza y más dolor.

Lastochka ya adulta es quien cuenta la historia de una forma alucinante, saltando de su niñez al presente, contando a sus padres ausentes lo dura que ha sido su vida, las personas que han tenido que ver con ella dándole algunas pequeñas luces y alegrías, pero sobre todo dolor, trabajo y esfuerzo. Una historia muy dura, en la que además ha perdido su identidad, su idioma, su inocencia, pero que a la vez le ha impulsado a luchar, a estudiar y superarse.

No sé, supongo que debería hacer una relectura para tratar de entender mejor, sé que sacaría grandez enseñanzas, pero de momento tendré que dejarla para más adelante.

Muchas gracias a mis queridas compañeras de lectura, sin ellas, posiblemente lo habría abandonado, fueron un gran apoyo para tratar de dilucidar toda la trama.
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Mireialectora
 23 June 2021
Volver a leer a Țîbuleac después de 'El verano en que mi madre tuvo los ojos tristes' iba a ser un arma de doble filo: enfrentarse a una lectura placentera pero saber que el efecto sorpresa ya no está ahí. Intentando superar ese pequeño hándicap he logrado disfrutar de 'El jardín de vidrio', he reconocido en sus páginas los detalles que me enamoraron de la escritura de Tatiana y he constatado que esa primera novela no fue flor de un día y tenemos autora para rato.

En esta ocasión, la voz es la de Lastochka, una niña huérfana moldava que es adoptada por una anciana que se dedica a la recogida de botellas por las calles para revenderlas y que desde el primer día le deja claro que su papel va a ser trabajar para ella y, más importante si cabe, aprender ruso. La importancia del idioma como seña de identidad queda patente desde las primeras páginas. La niña se verá despojada de lo poco que tiene, su lengua materna, las palabras en las que se siente segura, y deberá aprender otras nuevas en las que no logra encontrar los matices que necesita.

Con capítulos cortos y a través de saltos temporales, se van alternando la niña y la mujer en la que se convertirá, entendemos la dureza de la voz adulta a través de las experiencias vividas en la infancia y adolescencia. Lastochka acarrea en su vida penas y rencores igual que acarreaba vidrio, y sin embargo, es capaz de escarbar en el dolor para encontrar belleza, pequeños detalles que iluminan su jardín secreto.

De manera hábil también vemos reflejada la convulsa situación política y social de Moldavia, durante el comunismo y tras la llegada de Gorbachov. Las vecinas de Lastochka, su red de apoyo, las que le ayudan a crecer, se encargan de explicarnos de manera sutil el día a día en esa época.

En mi opinión, quien conozca la primera novela de Țîbuleac no debe tener miedo a leer esta. Probablemente no esté al mismo nivel pero es innegable la calidad que tiene. ¡Cuántos libros peores leeremos al año! Y quien no la conozca aún no sé a qué espera.
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LAKY
 28 April 2021
Lastoschka es una niña moldava a la que la anciana Tamara Pavlovna adopta Lastochka fue abandonada al nacer en un orfanato y las condiciones en el mismo, en pleno comunismo, eran terribles. Pero la vida que le espera con Tamara Pavlovna no es demasiado mejor. La anciana la ha adoptado, más que por una cuestión humanitaria, porque necesita ayuda. Así, desde niña, le enseña su “oficio”: la recogida de botellas usadas para limpiarlas y vendérselas a los borrachos.

La novela está escrita a modo de carta que Lastoschka dirige a sus inexistentes padres aunque la verdad es que más parece una especie de diario o unas memorias de una protagonista ya adulta. Debido a esta estructura, está escrita en primera persona y hay ocasiones en las que la protagonista se dirige directamente a quienes espera sean los receptores de sus cuitas: sus padres.

No es una novela de fácil lectura; al menos, hasta que le coges el truco. Está dividida en muchísimos capítulos de cortísima extensión: en concreto, son ciento sesenta y siete capítulos nada más y nada menos. La mayoría no tienen más de dos hojas, muchos de ellos tan sólo una. A través de ellos, la protagonista va desgranando sus recuerdos desde que Tamara Pavlovna la adoptó hasta que, más o menos, empezó a estudiar en la Universidad. Nos cuenta las cosas de manera un tanto errática: de forma lineal pero según se va acordando, acercándose y alejándose de lo que quiere decir y dando cosas por sobreentendidas. al principio no entiendes demasiado, la verdad. Entre otras cosas porque, al menos yo, no conocía apenas nada de la situación de Moldavia, de Rumanía y de las repúblicas socialistas soviéticas que formaban parte de la extinta URSS. Y, sin duda, no tenía ni idea de los problemas con el idioma, el impuesto y el inventado. Cuando nació Lastoschka (y la autora), Moldavia pertenecía a la URSS y su identidad cultural y lingüística había sido absorbida por lo ruso. Por eso Tamara Pavlovna quiere que la niña hable en ruso (cada día le obligaba a aprender siete palabras en ruso y, si se equivocaba, le daba con el dedo en la frente). Por eso quería que fuese a la escuela rusa y no a la moldava. Por eso Lastoschka aprendió ruso y empezó a hacerlo todo en ruso, incluso soñar; y por eso, cuando la URSS se disgregó y los diferentes países fueron consiguiendo la independencia y recuperando su cultura anterior al comunismo, la niña se enfrentó a un idioma y a un país que ya no reconocía como suyos.

No nos habla la autora de la situación política del país, tampoco de la social. al menos, no directamente. Como todo en esta novela, las cosas se van diciendo poco a poco, muchas veces de refilón. La autora y la protagonista en su nombre dicen tanto como callan y es poco a poco que el lector se va dando cuenta de la profundidad de la historia, de lo que está pasando en ese país, en esa ciudad de Chisinau, en ese patio de vecinos y en la casa donde vive Lastoschka.

La novela habla de miseria y de violencia. Eran otros tiempos y la vida resultaba muy dura. Y más para una niña huérfana que debía trabajar duramente y que mendigaba un poco de afecto. Nos habla de sus amigos y vecinos, los que vivían en las casas que van a dar al patio de vecinos donde hacían vida comunal. Unas vidas tan miserables como la suya propia, cada uno de ellos con su pesada mochila a cuesta. Tampoco la vida de sus compañeros de colegio es mejor: vivían en un mundo en el que los padres pegaban a sus hijos, en el que los profesores enseñaban con mano dura y nadie era capaz de hacer las cosas de otra forma. En ese mundo tan miserable, la protagonista crece con dos sueños: saber por qué sus padres la dejaron en el orfanato (pues, obviamente, no es lo mismo que haya sido el destino cruel quien le haya privado de unos padres que el hecho de que fueran ellos quienes decidieran abandonarla por no quererla lo suficiente) y el de ser médico. Lastoschka siempre ha querido ser médico y, afortunadamente, su madre adoptiva le apoyará en ello. de hecho, desde el principio de la novela sabemos que lo consiguió porque, como ya he dicho, la novela está contada desde el presente por una protagonista ya adulta y médico.

El jardín de vidrio” es una novela muy diferente a “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” aunque hay dos cosas que las unen: el drama y la violencia. Y la forma tan bonita y personal que tiene Tatiana Tibuleac de contar las cosas. El libro está lleno de emociones pero, como el anterior, de forma contenida, sin buscar la lágrima fácil.

Conclusión final

El jardín de vidrio” es una novela llena de sentimientos que nos habla de una infancia muy dura. Un libro que destila rabia, pena, desamor, culpa, resentimiento, violencia y drama. Un libro muy bonito cuya lectura os recomiendo.
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Las críticas de la prensa (2)
lanuevaespana19 October 2021
“El jardín de vidrio”, novela de crecimiento de Tatiana Tibuleac.
Leer la crítica en el sitio web: lanuevaespana
DiarioVasco30 July 2021
Una historia áspera, que supura dolor en cada página y trata sobre heridas que no cicatrizan
Leer la crítica en el sitio web: DiarioVasco
Citas y frases (13) Ver más Añadir cita
LavidamurmuraLavidamurmura27 October 2021
¿Sabía ya entonces que mi cuerpo iba a alumbrar a una criatura enferma, como aquella niña cuya mano había querido apretar en medio de aquella historia odiosa? Pasaban los meses y comprendía que, de un orfanato pequeño, había acabado en uno grande. Y también en un grupo de chicas. Las mismas conversaciones, las mismas normas, la misma crueldad mezclada con el miedo y la envidia. Las chicas se habían convertido en mujeres. Les habían crecido los pechos, pero no los corazones.
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marta_lomarta_lo23 June 2022
Lo más importante de todo, sin embargo, era que yo hablara ruso. Tenía que aprender siete palabras cada día. Ni diez ni cinco, siete, y que las aprendiera bien.
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LavidamurmuraLavidamurmura27 October 2021
¿Y por qué, Lastochka, no tiene la gente miedo a la muerte? ¿Lo sabes tú acaso? ¿Por qué no tendría la gente miedo del tren, del agua, de la soga? No lo sabes. Mira por qué: porque morir de golpe no duele. Te despedaza el tren, pim, pam, no llegas a enterarte de que has muerto. Te entra el agua en los pulmones, boqueas un par de veces y ya eres libre. Por no hablar de la soga, el cuello se te rompe en un par de segundos, bueno, pongamos tres, y ya estás muerto.
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LavidamurmuraLavidamurmura30 October 2021
Mi corazón está hecho añicos, mamá.
Mi sangre es agua, papá.
Huérfana una vez, huérfana toda la vida,
eso es lo que no sabíais vosotros.
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LauraMonLauraMon26 April 2021
Una niña asustada y sola que, al igual que los pájaros, había empezado a construir su nido con porquería y restos. me llamaban todos y no había cuchillo en este mundo que pudiera despegarme ese nombre.
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