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No es necesaria una historia de monstruos, fantasmas, demonios, para generar terror, y es que el horror cotidiano a veces es el que da más miedo. Y eso exactamente pasa con este libro, donde la locura y violencia alcanzan la cima. Mark, nuestro protagonista, descubre junto a sus dos mejores amigos un cobertizo en las afueras del barrio. Un lugar donde refugiarse para poder fumar a escondidas y evadirse de los problemas. Lo que no espera Mark es que el refugio quiera algo a cambio y revele su extraño poder. Una historia que va de menos a más, con un inicio algo lento pero que a medida q avanzas no podrás soltar. Mark es un adolescente que carece de empatía, cargado de rabia y una violencia que va creciendo. Un personaje que desde luego no se deja querer y que llegas hasta a odiar. Conoceremos un poco la vida de cada uno, de sus amigos, uno de ellos con un padre violento y alcohólico. Eché de menos en este aspecto que el autor hubiera profundizado un poco desde la niñez y comprender mejor el comportamiento de Mark. Todo se tuerce cuando uno de ellos desaparece. Mark es atraído cada vez más por ese cobertizo y voces que le invitan a cometer actos cada vez más violentos. Entre sus páginas desprende ese terror psicológico que sabes que al final, el protagonista estallará y alcanzará la locura extrema. Me ha encantado la prosa del autor y ese final que ha sido totalmente inesperado para mi, quizás algo abierto a la imaginación. |
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