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En Colores de Otoño (1862), Thoreau nos deleita con sus observaciones acerca de la naturaleza. La belleza y el amplio espectro de colores del follaje de la flora del campo que deja boquiabiertos a quienes lo contemplan. Por medio de sus descripciones, es como si el lector viera los paisajes a través de los ojos de Thoreau porque su escritura es simple, sencilla, pero muy apasionada. Thoreau siente pena de que semejante espectáculo natural americano no sea apreciado por los habitantes de las ciudades; y los europeos que tienen la oportunidad de apreciarlo quedan maravillados. Este es un libro precioso para aquellos que amamos la naturaleza y la observamos con mucho placer. Es agradable saber que ya en 1862 alguien puso por escrito de manera excepcional los ciclos de la flora americana, y que hasta hoy en día como en una cadena que no se corta algunos seguimos contemplando. EL ensayista se dedica a describir algunos ejemplares que se destacan en el paisaje como el trébol violeta, el arce rojo, el arce de azúcar, el roble colorado, el Olmo, que es comparado con el olmo inglés. Sus descripciones hacen foco sobre las hojas, follaje, tronco, ramas, variación de colores, etc. Las hojas caídas es otro aspecto a observar. Las hojas caídas forman caminos coloridos o espacios cubiertos de hojas crujientes. Incluso llegan a cubrir estanques, lagunas. De ninguna manera, las hojas son basura sino un fertilizante natural del suelo, remarca Thoreau. Bien puede ser considerado un precursor Thoreau acerca de lo que hoy en día se considera la literatura del medio ambiente o ecologista. Sin dudas es un antecedente a tener en cuenta y una lectura obligada para aquellos que aman la naturaleza. Es un libro corto, de lectura fácil, muy descriptivo y agradablemente escrito para una lectura más que placentera. Sin dudas leeré otros libros de este autor. + Leer más |
Tim Ingold se aleja de la teorización académica post-androcéntrica y posthumanista para pasar a la acción, pues el autor argumenta que, en toda construcción teórica, irremediablemente y a pesar de las buenas intenciones, el ser humano sigue estando en el centro de toda consideración. En Correspondencias, Ingold presenta el planeta como protagonista, como un todo interrelacionado, sin fisuras ni fronteras. Y, como ya demostró en obras precedentes como Líneas, sus amplios conocimientos sobre múltiples disciplinas le permiten tejer esta oda a la naturaleza a través del arte, las leyes de la física o episodios de la historia de la humanidad, entre muchas otras referencias.
La lectura de estos 27 textos nos traslada inevitablemente a los bosques y océanos con los que dialoga, a los que describe con sublime sensibilidad, con un estilo que recuerda a los paseos de Henry David Thoreau o Mark Twain. En cada página transmite el amor visceral que profesa hacia cada uno de los elementos naturales que observa más allá de lo visible, sea una roca, el bosque como sistema o un copo de nieve; sean acciones que compartimos (o no) con nuestros cohabitantes del planeta como la necesidad de buscar refugio o el hecho de volar.
Lee un fragmento de "Correspondencias. Cartas al paisaje, la naturaleza y la tierra" en el Blog de Gedisa:
https://gedisaeditorial.wordpress.com/2022/10/01/correspondencias-tim-ingold-nos-regala-sus-cartas-de-amor-a-la-tierra/