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Crítica de gustavoadolfo


gustavoadolfo
27 May 2019
Muchos dicen que esta es una novela "juvenil". Nosotros, los lectores, no podemos olvidar que cualquier obra, antes del adjetivo que le colguemos, debe ser "literatura". Con lo anterior quiero decir que esta novela es un ejemplo de literatura. No le quita valor el hecho de que su narrador sea una joven que cuenta la historia que le sucedió a ella y sus amigos en el colegio. Si el lector decide aceptar el reto, descubrirá que "Nada" simula un viaje dantesco...

Agnes es una estudiante de séptimo grado, quien narra una historia insólita y perversa. Ella la cuenta sin cortapisas, sin saltos en el tiempo, ni complicados juegos verbales, ni rebuscadas referencias históricas o culturales. Agnes no se contiene: lo confiesa todo. Su punto de vista resulta tan sincero que no dudamos en creerle, a pesar de la magnitud de los hechos que narra y que la implican. A modo de resumen: los jovencísimos estudiantes de grado séptimo advierten que su compañero Anthon decide renunciar a la escuela y, en general, a todo lo que significa estar en la vida. El joven concluye, apenas iniciada la obra:

Nada importa.
Hace mucho que lo sé.
Así que no merece la pena hacer nada.
Eso acabo de descubrirlo (5).

Dichas estas palabras, Anthon decide subirse a lo alto de un ciruelo y clama —como un loco, como un profeta—, y con sus palabras hiere —sin darse cuenta—, a sus excompañeros. al mejor estilo de Tyler Durden, de El club de la lucha (1996), la novela de Chuck Palahniuk (1962-), Anthon se dedica a resquebrajar los cimientos sobre los que el resto de los mortales hemos construido nuestra existencia: como nada tiene sentido, es mejor no hacer nada; nacemos y, de inmediato, empezamos a morir; la vida es un teatro donde todos fingimos ser alguien; la escuela es la vida, pero la escuela es fea y así no debería ser la vida…

A diferencia del personaje de Palahniuk, que opta por la acción; Anthon escoge la inmovilidad de Bartleby, el protagonista de Bartleby, el escribiente. Una historia de Wall Street (1853), de Herman Melville (1816-1891).

Cuestionados por Anthon, el resto de los estudiantes cavila la manera exacta de hacer que su excompañero baje del ciruelo y deje de cuestionarlos. Véase que la decisión que toman apela a la violencia: deciden atacar con piedras a su amigo, pero ni siquiera así logran su cometido. al final deciden demostrarle que en el mundo y en la vida existen muchas cosas que tienen sentido, que tienen “significado”. Anthon sigue vociferando: siempre habrá alguien más listo que nosotros; gastamos nuestro tiempo en cosas que no son vivir; a pesar del potencial reconocimiento futuro, todos estamos vacíos…


“Lo que iba a acontecer era un sacrificio necesario en la lucha por el significado” (107)
Los jóvenes se imponen, durante meses, la recopilación de objetos que tengan sentido. Empiezan con algunas cosas, pero nadie está dispuesto a donar algo que realmente importe, algo que represente un verdadero significado. Agnes nos advierte que los primeros objetos reunidos eran de “significado endeble” (29). Entonces inicia un juego macabro y progresivo en el que los estudiantes le exigen a sus compañeros que donen algo de mayor importancia. Nadie se puede negar y el resto está obligado a hacer cumplir los requerimientos. “La montaña de significado” que logran edificar se levanta sobre pertenencias materiales, objetos queridos, pero finalmente objetos. Ahora bien, los requerimientos de los jóvenes adquieren una connotación distinta cuando la propia Agnes, en un intento por vengarse de su amiga, le exige que entregue a su hámster. Cada uno de los estudiantes faltantes hará un requerimiento mayor, todos ellos cargados de un alto valor simbólico: un diario personal; un registro de nacimiento; una bandera; el objeto más sagrado de la iglesia de la localidad; una alfombra de oración del joven estudiante musulmán; robar la serpiente sumergida en formol de la escuela; las muletas de un enfermo; las largas y hermosas trenzas de una de sus compañeras, cortadas con unas tijeras inservibles, lo que hace que cortárselas les tome más de veinte minutos; incluso, la profanación de una tumba y el robo del cadáver de un familiar; la “inocencia” de Sofie, quien debe perderla frente a la presencia impávida de algunos de sus compañeros; la cabeza de Cenicienta, la perra que hacía guardia frente a la montaña de objetos recopilados; y, por último: cercenar el dedo índice de la mano derecha del estudiante que sabía tocar la guitarra. Durante esta búsqueda del horror, Anthon no deja de advertir: el amor no existe, al envejecer nos conformamos con nuestra pareja de turno; estudiamos y trabajamos para tener tiempo, el cual perdemos por estudiar y trabajar…

No fueron suficientes los objetos materiales reunidos, ni tampoco aquellos objetos y símbolos relacionados con la nación y la religión, ni tampoco acciones repulsivas frente a la justicia divina y a la justicia terrenal. Los jóvenes terminaron por denigrar, violar, amputar y asesinar. La historia narrada en Nada es tan sencilla como perversa: ¿existe alguna diferencia entre ella y lo que sucede en el mundo? Si me lo permiten: ¿acaso Maquiavelo (1469-1527) tenía razón, en contravía de Rousseau (1712-1778)? El primero pensó que somos malos por naturaleza, a no ser que nos obliguen a lo contrario; mientras el segundo aseguró que somos buenos por naturaleza y es la sociedad la que nos corrompe. Anthon continúa con sus ideas: no somos especiales, compartimos casi el mismo ADN de un chimpancé, y como especie somos más de seis mil millones de individuos...

Cada exigencia hecha por un personaje parece constatar la existencia real de los círculos del Infierno (1304), en Dante Alighieri (1265-1321). Ahora bien, la diferencia es que en la novela todo está revestido de la atmósfera cotidiana de las aulas, los juegos y el estudio. La novela parece sugerir, a gritos, que ambos mundos están interrelacionados. Quizás por eso los jóvenes sufren del acoso físico del más fuerte (incluso Anthon es recordado por ganar una pelea contra un estudiante mayor, ganó a pesar de sufrir la fractura de su nariz); y una vez Anthon decide subirse al árbol, la narradora alude a los otros jóvenes por su fuerza física, como reemplazos del joven existencialista. Asimismo, los requerimientos que entre los jóvenes se hacen se cumplen ante la amenaza y la fuerza. También advertimos que algunos padres castigan físicamente a sus hijos, pero lo más importante: la totalidad de los padres y las autoridades escolares permanecen ausentes y no se enteran de lo que sucede. Aunque la historia dura varios meses, e involucra robos, profanación de tumbas y cuerpos putrefactos, los jóvenes pueden hacer de las suyas en su pequeña comunidad. Así, los jóvenes despiadados, perversos, macabros y sádicos parecen tan normales, que uno se pregunta si existe algo peor que ser un adolescente.

La novela gana un nuevo giro en la historia cuando uno de los jóvenes confiesa todo lo sucedido. Sin embargo, cuando los adultos comprueban la existencia de la montaña de significado, los acontecimientos no se desarrollan como uno creería. Tampoco sucede cuando la prensa, e incluso la televisión, intervienen; ni siquiera cuando el alcance de la noticia es internacional. al leer estos apartados recordé que Mickey Knox y su novia Mallory, dos asesinos seriales, se convierten en superestrellas en la película Asesinos por naturaleza (1994), dirigida por Oliver Stone (1946-), basada en la historia de Quentin Tarantino (1963-). Los jóvenes protagonistas de Nada también logran la atención de los medios, el reconocimiento, la fama. Se convencen de que el mundo, especialmente la vida humana, tiene sentido. Todos lo creen así, menos Anthon. Él sigue enfrentándose a la realidad desde lo alto del ciruelo: todo ya ha sucedido, los protagonistas serán olvidados, nada tiene sentido, todos estamos muertos y todos los días son iguales…


Esta novela llamó mi atención por la manera en que la narración acelera y ralentiza los sucesos. Muchas de las exigencias que los jóvenes requieren son narradas, cada una, en un capítulo distinto; en contraposición, muchos sucesos que conllevan más tiempo (meses enteros, por ejemplo), se abordan en pocos párrafos. de esta manera, gran parte de la tensión de la obra se sostiene sobre las exigencias que se hacen los jóvenes y que he calificado de dantescas. al final de la obra la narración se acelera y se imprime la atención en la última resolución de los jóvenes... Ellos, cada vez más parecidos a los adultos ausentes, preocupados por cosas que no son la vida misma, advierten que nada tiene valor, que el significado es relativo. Lo anterior es suficiente para que se recriminen y para que empiece la cacería de culpables. de esta manera, la violencia embestirá al raciocinio, tal como sucedió al inicio de la historia.

La obra termina con un salto temporal de ocho años. Para este momento Agnes relata la actual situación de sus compañeros. La obra nos hace partícipes de la sensación que ahora los embarga: los jóvenes estudiantes han crecido, sus cuerpos son otros; pero ellos hace tiempo que cambiaron, piensan y sienten distinto; a nosotros nos sucede otro tanto.


Nada fue traducida del danés en el año 2011, por Carmen Freixenet. La traducción fue subvencionada por el Comité de Cultura del Instituto Danés de las Artes.

Además de los veintiséis capítulos que componen a la obra, la edición contiene una "Nota de la Autora" (2010), a modo de epílogo. En esta nota la autora apunta algunas consideraciones sobre la recepción inicial de la obra y las diversas controversias que suscitó, hasta su actual aceptación en el sistema escolar danés. Por nuestra parte: ¿cuánto tiempo nos tomará llevar esta novela a las aulas de las escuelas y colegios?


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