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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
17 July 2020
No sé si he tenido la oportunidad de comentarlo aquí en alguna ocasión, pero uno de los subgéneros literarios que más me gustan y que menos puedo leer porque apenas nos llegan traducciones en castellano (muy, muy, muy pocas), es el de no ficción basado en true crime del siglo XIX y primera mitad del XX. En inglés los hay para atestar una librería, pero lo dicho, aquí llegan con cuentagotas, así que cuando uno asoma la patita entre las novedades editoriales, no lloro de la emoción porque me da vergüenza... pero casi. Damas asesinas amplía todavía más el abanico temporal porque en algunos de los casos que cuenta se remonta a varios siglos atrás, pero cumple con lo más importante: true crime de época.

Tori Telfer asienta las bases de la existencia misma de este libro con claridad. Nuestra época no es la época de los asesinos en serie, es la época de los asesinatos en masa. Aun así, especialmente desde la mitad del siglo XX hacia atrás, en una sociedad distinta en la que sí que eran más habituales este tipo de sucesos, se repetía una constante: la dificultad de aceptar la existencia de las asesinas en serie. Se daba por hecho que una mujer era incapaz de asesinar metódica y reiteradamente porque eso implicaba un acto voluntario y proactivo de matar y quitar la vida sin ninguna excitación emocional que lo justificase o requiriese esa acción como respuesta ante una amenaza. En pocas palabras, lo de asesinar a sangre fría era cosa de hombres, las mujeres siempre lo hacían de manera justificada y con atenuantes. Por esta razón apenas hay estudios sobre este hecho, y lo poco que se ha estudiado ha sido de manera limitada en el tiempo, nada exhaustiva en localizaciones y como si no se las tomara demasiado en serio. Tori Telfer pone de manifiesto en el libro que aunque resulta obvio que el porcentaje de asesinos en serie es muy superior, negar la existencia de mujeres que han sembrado regueros de muerte a lo largo de la historia es, además de simplista, falso, y que la mujer también puede ser violenta y asesinar de un modo retorcido por motivos de lo más variopintos y banales que nada tienen que ver con la autodefensa o respuesta emocional. Solo hay que echar la vista atrás para desenterrar la vida y obra de unas cuantas mujeres que en su día levantaron mucha polvareda aunque hoy en día, salvo contadas excepciones, han quedado en el olvido.

La autora recurre a catorce casos muy distintos entre ellos, ya sea por la época en que tuvieron lugar como por el país o el tipo de víctimas elegidas, e incluso por la posición social de las asesinas en cuestión, que también es muy variada. Sin ningún orden cronológico, saltando hacia delante y hacia atrás en el tiempo, lo mismo nos vamos al siglo XIII en Irlanda (probablemente el primer caso documentado de una asesina en serie) que a los años 50 del siglo XX en Estados Unidos, abarcando siete siglos de historia que nos llevan de un lado a otro del planeta en busca de historias bastante truculentas y asesinas que jamás mostraron ni un ápice de remordimiento. ¿Las víctimas? Desde niños a maridos pasando por amantes, sin olvidarnos de vecinos, criados, clientes o empleados. O quien se pusiera en su camino e hiciera peligrar sus propósitos, sin más. ¿Los métodos? El veneno es el más recurrente, pero el cuchillo o el arma de fuego no faltan, y las que se decantaban por las torturas tenían un amplio abanico donde elegir. de todo un poco, que no se diga.

La más conocida de todas ellas es sin duda Erzsébet Báthory, una mujer cuya memoria ha sido preservada, sexualizada y vampirizada desde que, en la década de 1720, se descubrieron los registros de su juicio. Con la condesa sangrienta comienza este libro, como si quisiera darle el hueco que le corresponde a esta asesina demente y sádica convertida casi en un símbolo de culto para quitársela de encima y adentrarse en otros muchos nombres e historias que sí resultarán un descubrimiento inesperado para el lector. Todos los casos sobre los que se habla en el libro me han parecido no solamente muy interesantes, sino que la labor de documentación es en apariencia muy notable y específica en detalles (y cuando le ha sido imposible corroborar algo o puede ofrecer menos información por diversos motivos o dificultades en el proceso de investigación, lo dice). Aun así, al no poder (ni deber, que el libro está para leerlo y descubrirlo) adentrarme en las catorce entradas, voy a limitarme a resaltar las dos que a mí más me han impactado, sorprendido o llamado la atención.

En primer lugar, me ha impresionado mucho lo que se cuenta sobre Darya Nikolayevna Saltykova. "La torturadora" es el sobrenombre que le adjudica la autora, y eso no alcanza ni remotamente a trazar una imagen de lo que esta señora perpetró en tiempos de Catalina la Grande en el siglo XVIII ruso. Esta mujer, que fue hallada culpable de treinta y ocho asesinatos y sospechosa de otros veintiséis (más los que no se pudieron contabilizar ni en un grupo ni en el otro, todos ellos de criados, en su mayor parte mujeres) pertenecía a la nobleza rusa, y tenía tan interiorizado que la servidumbre era infrahumana, indigna, la nada más absoluta y que podía hacer con ella lo que quisiera, que no solo no confesó un solo asesinato, sino que además se consideraba un alma virtuosa que hacía lo que tenía que hacer. Por su condición de noble torturó y asesinó con impunidad a pesar de las reiteradas denuncias hasta que Catalina decidió que en la Rusia que ella quería que admirase el mundo no cabía un ser monstruoso como ese. Ese fue el fin de Darya, que finalmente no fue ejecutada y permaneció treinta y tres años en prisión hasta su muerte. Las torturas que infligía no os las describo, eran variadas y de todo tipo, que imaginación no le faltaba.

Por otro lado os destaco a "Los Ángeles de la Muerte" de Nagyrév. ¿Qué tiene de singular este caso en concreto? Pues que estamos hablando de muchas mujeres en un pequeño pueblo húngaro compinchadas durante dos décadas para asesinar a sus vecinos y familiares a finales de los años 20. La vida era muy dura en aquella época: a la pobreza causada por la Gran Depresión se sumaba el aislamiento de la localidad, la violencia a la que eran sometidas las mujeres por unos maridos alcoholizados y con secuelas psicológicas tras regresar del frente en la Primera Guerra Mundial, la imposibilidad de criar a unos hijos que no eran más que una carga... Así que empezó a morir gente. Niños, hermanos, maridos... sobre todo maridos. La partera del pueblo, Zsuzsanna, era la encargada de recetar las muertes y el veneno para ejecutarlas, y a ella acudían las vecinas cuando les hacía falta. El asesinato se convirtió en el hobby compartido del pueblo, las amigas se reunían para comentar y planificar la jugada, y se cree que cometieron unos cuarenta y dos asesinatos antes de que las pillaran gracias a una carta anónima de un vecino de un pueblo cercano que se barruntaba que lo que pasaba en Nagyrév no era muy normal. Llamadme morbosa, pero a mí lo que me extraña es que todavía no se haya llevado esta historia al cine o a la televisión. Tengo que investigarlo.


Me duele no hablaros de las demás ni un poquito, pero es que ya sabéis lo que me puedo enrollar a poco que me pongo cuando algo me interesa mucho. Aun así hago dos menciones especiales; una el caso de Kate Bender, "La bella rebanadora de pescuezos", porque historias de ficción tipo La matanza de Texas, etc... me parecen claramente inspiradas en lo que hacía la familia Bender a finales del siglo XIX en Kansas (ojo, en el concepto en sí mismo, no en el método de asesinato) y encima desaparecieron sin dejar rastro, jamás los pillaron ni fueron juzgados; la otra es para Mary Ann Cotton, "La mujer maldita", que era el caso que más conocía junto al de la Báthory y que, entre tanto horror, destaca todavía más porque sus víctimas fueron niños en su mayor parte (tanto sus propios hijos como los de los viudos con los que se iba casando). Los niños le resultaban un estorbo, y repartía arsénico entre ellos sin remordimiento alguno.

Entre tanta muerte, una de las singularidades que enseguida llaman la atención del lector es el propio estilo narrativo de la autora. Sabe que lo que está contando no es plato de gusto y que si le da un tono crudo puede hacerse cuesta arriba, así que hace gala de una prosa sencilla y aguda que se lee sin problemas combinada con ciertas dosis de humor negro que intentan aligerar un poco el tono y que rozan el sarcasmo en algunas ocasiones, sobre todo cuando hace alusión al sexismo con el que se trataba en la prensa y en los propios juicios a estas mujeres (si eran guapas y jóvenes tendían a irse de rositas; si eran feas o viejas no las salvaba ni el tato).

Sé que hay gente a la que le disgusta leer sobre estos temas y adentrarse en el lado despiadado y cruel del ser humano. Yo basculo hacia el lado opuesto: creo que es necesario saber de qué es capaz el ser humano, porque no por alejarnos del mal, el mal va a dejar de existir. Os contaría por qué me interesan sobre todo los del siglo XIX por encima de otras épocas, pero esta reseña no va de eso. Y sí, por si os lo preguntábais: la criminología es una disciplina que me apasiona.

La edición hubiese sido redonda si hubiese incluido en cada capítulo el retrato de la mujer de la que se estaba hablando (en la edición original sí que aparecen los retratos en forma de ilustraciones a cargo de Dame Darcy), pero bueno, estoy acostumbrada a leer con el móvil a mano cuando de hechos reales se trata así que tampoco me ha supuesto mayor problema ponerle cara a cada una de estas damas asesinas.


Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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