El barranco

El Barranco, de Nivaria Tejera, es un relato sobre el estallido de la Guerra Civil en la ciudad de la Laguna, en Tenerife, a través de los ojos de una niña de seis años. Basado en las propias vivencias de la autora, nacida en Cuba –de padre canario y madre cubana– y que, con apenas dos años, migra a Tenerife, se podría catalogar la obra como autoficción. No me gustaría destripar el contenido del libro ya que prefiero que cada cual lo lea y disfrute de la narrativa tan íntima y honesta de la autora, pero por dar unas pinceladas la novela comienza con el golpe de estado del 36 y narra cómo el padre de la protagonista es mandado a prisión por pertenecer al bando republicano.

He de decir que jamás en mi vida había oído hablar de Nivaria Tejera, de la misma manera en que ni ella ni ‘El barranco' se estudian en los centros de enseñanza canarios, a pesar de que la obra se publicó primero en Cuba, luego en Francia y luego en las islas, y de haber sido traducida a diferentes idiomas. Es curioso porque esta autora es ejemplo de cómo la literatura y la historia de Canarias han sido excluidas sistemáticamente a lo largo de los años. Encontré por casualidad el título de esta maravillosa novela cuando comencé a indagar sobre cómo se vivió la guerra civil en Canarias, a raíz de una carta que escribió mi bisabuelo para mi tatarabuela desde uno de los campos de concentración que se establecieron en Canarias. Buscando información sobre la prisión de Fyffes, que sirvió como cárcel para los contrarios al régimen franquista hasta el año 1950 en Santa Cruz de Tenerife, me di cuenta de que en el colegio jamás se nos habló de que en Canarias hubiera campos de concentración. No sé de qué me sorprendí en ese momento puesto que en Canarias a los niños no se les enseña absolutamente nada de la historia del archipiélago, ni de su colonización por parte del ejército español, pero no dejaba de resultarme increíble.

De hecho, creo que prácticamente nadie sabe absolutamente nada de esto. Parece que la guerra y la posterior dictadura sólo se vivió en la Península, como si en Canarias no se hubiera fusilado a nadie por sus ideas. Pero dejando esto aparte, el libro llegó a mis manos porque mi amiga Andrea me lo prestó. Y menos mal. Menos mal que pude leerlo porque es un libro que pese a narrar algo tan oscuro y tan despiadado, está escrito de la forma más hermosa y, a la vez, dolorosa, posible.

Para terminar, esta escritora tan olvidada incluso en Canarias tiene una calle con su nombre en la ciudad de Santa Cruz, no en La Laguna, donde creció y vivió la guerra. Y es tan curioso que me haya dado cuenta precisamente hoy, escribiendo este texto que poco tiene de reseña, del hecho de que he vivido la mayor parte de mi vida a escasos metros de la calle Nivaria.