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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
24 July 2018
Sí, vuelvo con otra novela de Elizabeth Taylor, la tercera ya en menos de un año (se me podrá acusar de muchas cosas pero no de ser infiel a los autores que me gustan xD). Tras Una vista del puerto y La señorita Dashwood, hoy le toca el turno a la reciente publicación de Gatopardo, Un alma cándida.

Conocemos a Flora el día de su boda con Richard. Desde el primer momento la autora nos hace un fresco vivo de la personalidad de esta belleza inglesa (un auténtico ejemplo de lo que se conoce como English rose), que siempre ha vivido entre algodones, jamás ha sufrido, jamás ha padecido y todo aquel que la conoce se desvive para que nada de lo malo que hay en este mundo la roce siquiera. Y ella transita por ese mismo mundo tal que así, sin que nada parezca preocuparle, ocupándose de su casa, de su familia y de su hija, e intentando arreglar la vida de los demás en la certeza absoluta de que todo lo que ella haga es por su bien y nada más que por su bien, y bien hecho está. ¿Acaso ha hecho algo ella que no roce la perfección en cualquier ámbito de su vida? Flora es un personaje que vive al margen de la realidad, en esa línea difusa en la que se tiene un pie en el mundo que habita el resto de la humanidad y otro en el mundo propio, sin llegar a ser nunca del todo consciente de lo que realmente ocurre a su alrededor, sintiéndose segura y protegida porque así ha sido cada minuto de su existencia, y creyéndose con potestad para inmiscuirse en la vida de los demás y conseguir que sean tan perfectas como la suya. Y esta frase del libro es quizás la más explicativa al respecto:

—¿Y qué tal ha ido todo para Flora?
—Estaba anestesiada.
—Siempre lo ha estado.

Y a pesar de lo que comento arriba, no perdáis de vista a Flora... hacia el final algunos personajes la miran de manera diferente, el aura de perfección se desdibuja, y esa Flora resultante me cuadra mucho más. He conocido a personas así (conozco a personas así actualmente), con lo que el retrato me ha quedado clarísimo y sé perfectamente de qué tipo de persona está hablando Elizabeth Taylor. La estampa me ha parecido magistral. Aun así, aunque quizás por la sinopsis pueda dar la sensación de que la protagonista única es ella, Flora, realmente esta es una novela muy coral en la que el protagonismo y las páginas se reparten casi a partes iguales entre varios personajes; sí, Flora es en muchas ocasiones la conexión entre ellos, e influye (o lo intenta) en la mayoría, pero todos los personajes son tan importantes como ella en el devenir de la historia y en el interés que despiertan sus tramas.

Así, en el ámbito familiar de Flora conocemos a su madre, la señora Secretan, una mujer que quedó viuda muchos años atrás y que ha dedicado toda su existencia, literalmente, a su hija Flora. Vive por ella, respira por ella, todos sus pensamientos son para ella, y es feliz en la certeza de que ha dado vida y criado a la perfección más absoluta hecha mujer. Cuando Flora se casa y se va a vivir junto a su marido, es cuando a esta mujer se le echa encima su casa y no encuentra un propósito que llene sus horas. Por otro lado está Richard, el marido de Flora, que para mí es quizás el más desdibujado del libro. También hay que tener en cuenta que está casado con la culminación de la perfección en la Tierra, y eso tiene que ser complicadillo. Aun así es un buen hombre al que simplemente le gusta tener algún secretillo; otra cosa es que ese secretillo sea conveniente para su matrimonio. Y en el plano familiar terminamos con Percy Quatermaine, el padre viudo de Richard, y Barbara Goldman, la mujer con la que mantiene una relación mal vista porque no están casados. Ambos sobrepasan los cincuenta años, y no deja de resultar curioso que incluso a esas edades se desaprobase en la buena sociedad que mantuvieran una relación sin matrimonio de por medio. Flora mete las narices en esta relación, como no podía ser menos, y los resultados tendréis que comprobarlos por vosotros mismos.

Y luego está el ámbito no familiar, el de las amistades. Patrick Barlow es el amigo novelista de Flora, y quizás el mejor personaje de la novela en todos los sentidos: como personaje en sí mismo y como persona. Siempre preocupado por todo el mundo, siempre pendiente de todos sin pedir jamás nada a cambio ni querer llamar la atención, y descuidando siempre su propia vida personal, en la que sufre el desamor, la falta de inspiración, la angustia de no saberse querido, y sin importunar jamás a nadie con estos problemas... Flora camina por la vida como un alma cándida cuando es Patrick quien realmente se comporta como tal. Por otro lado están los hermanos Driscoll, Meg y Kit. Meg es la mejor amiga de Flora, la que, cuando Flora estaba fuera de casa, se hacía cargo de su sobreproteccionismo y sustituía a la señora Secretan en su cuidado. Está enamorada de Patrick Barlow, sabe que no es correspondida, y vive una vida gris que le angustia y le deprime. Su hermano Kit es un melancólico joven aspirante a actor enamorado platónicamente de Flora desde que era un crío... pero no en el aspecto sexual, sino como quien adora a una diosa de la perfección y todo lo que compara con ella le parece insulso, imperfecto y anodino.

También hay que hablar de la señora Pringle, vecina de Flora y Richard, casada con un político al que nunca acompaña porque no está de acuerdo con sus ideas políticas, y que se pasa la vida completamente sola... Y luego está Liz. Liz, que en la sinopsis parece un personaje omnipresente en la novela y que apenas tiene una pocas escenas. Es el personaje menos importante en cuanto a presencia en páginas, se le nombra más que aparece, pero sí es el personaje que desata la caída de las máscaras y la rotura de las vendas que ciegan algunos ojos. Y hasta ahi puedo contar.

Perdonadme un desglose tan amplio de personajes, pero es que es una novela, como digo arriba, muy coral, y todas sus historias son igual de importantes de cara al lector. Todas. Porque Un alma cándida es una novela típicamente costumbrista inglesa, y eso quiere decir que este es de esos libros en los que puede parecer que no pasa nada, o que no ocurre ningún suceso de esos que te dejan con el moño del revés, pero es que ahí está el truco de este tipo de historias: que sí pasan muchas cosas, muchas, pero son las cosas que nos pueden pasar a nosotros mismos en nuestro día a día, o a nuestras amistades, vecinos, familiares... y que por cotidianas no nos parecen relevantes, pero son realmente esos detalles los que, sumados uno a uno, conforman lo que es la vida tal y como la conocemos. La autora nos los cuenta con mucha ironía y acidez, sí, pero también con mucha autenticidad. Te crees a estos personajes, los ves plausibles, te parecen muy genuinos, y sus vidas avanzan ante tus ojos hasta que todo va ajustándose como un puzle y cada uno de ellos ocupa el lugar que le está destinado en él.

No puedo dejar de mencionar que el mundo literario vuelve a estar muy presente, igual que lo estaba en La señorita Dashwood, aunque de un modo totalmente diferente. Se hacen alusiones a personajes o libros sin nombrar a sus autoras (casos de Jane Austen y Elizabeth von Arnim), o se nombran directamente, caso de Henry James; tenemos escritores profesionales y personajes que trabajan en el mundo editorial; algunos leen con avidez y otros no se avergüenzan de decir que no tocan un libro ni con un palo... hasta tenemos a alguno que presume de que lee, pero lo que hace es esperar a que salgan las reseñas de los libros y en base a ellas hablar luego como si los hubiese leído y supiera de lo que está hablando. Elizabeth Taylor suele introducir mucha metaliteratura en sus obras, y habla sobre literatura y los tipos de lectores (o no lectores) que existen, y es algo que me encanta en sus novelas.

Un alma cándida es una novela donde las rutinas, los día a día, los detalles que conforman la existencia, cobran vida dentro de un círculo social reducido como el que la autora crea, donde los personajes lo son todo y lo ocupan todo. Se tratan temas que duelen y ocurren cosas que hacen daño porque así es la vida fuera de los libros, y, a pesar de todo, la autora te saca sonrisas con esa fina ironía inglesa que, aunque clava la puntilla donde tiene que clavarla, hace cercanas a todas estas personas en sus cosas buenas y sus cosas malas. La prosa de Elizabeth Taylor es fantástica, el estilo descriptivo es magnífico, y erige unos diálogos sencillamente maravillosos que se bastan por sí solos para dibujar de manera precisa a los personajes (qué gusto da leer una buena traducción, en serio... la espina de la señorita Dashwood todavía me duele). Si os gusta una buena novela costumbrista, un retrato al fresco de la sociedad inglesa de clase media de mediados del siglo XX, Un alma cándida es una novela muy recomendable, como todo lo que yo he leído hasta ahora de esta autora.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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