Ser viejo era un trabajo duro. Era como ser bebé, pero a la inversa. Un niño pequeño aprende algo nuevo cada día; un anciano olvida algo cada día.
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Ser viejo era un trabajo duro. Era como ser bebé, pero a la inversa. Un niño pequeño aprende algo nuevo cada día; un anciano olvida algo cada día.
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[…] con el tiempo descubrí que sólo podemos ser libres cuando nadie nos necesita.
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Oh, todos tenemos que cargar con nuestros corazones.
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Ya no tendría a nadie a quien acudir en busca de ayuda, nadie que la tomara del brazo para cruzar una calle, nadie que la consolara ni que escuchara sus noticias, buenas o malas. Estaba completamente expuesta a todo: a las manías de otros ancianos, al invierno inminente, a sus propios achaques y dolores, a su soledad…
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A nuestra edad ya hemos dejado atrás la pasión. La amistad es lo único que dura.
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-Uno vive allí en una especie de aislamiento -dijo con cautela-, y sin esperar nada del futuro. -Quizás estemos demasiado viejos para esperar algo del futuro -dijo la señora Palfrey con una sonrisa. |
Los sepelios eran el equivalente de las bodas en su juventud y en su madurez. La época de las bodas había terminado para ellos, pero los sepelios no requerían invitación.
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Abrió el libro, pero ninguna página parecía ser lo bastante potente para borrar la soledad que sentía.
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Ludo pensaba en el amor y en sus espantosas desigualdades. Siempre hay alguien que ofrece la mejilla y otro que la besa.
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"Nunca prestes dinero a un amigo, a menos que quieras perderlo", solía decir su marido.
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¿Quién escribió «Agnes Grey»?