Un sándwich en Ginza

Un libro bastante distinto a lo que suelo leer y que no es exactamente lo que esperaba, pero aún así lo disfruté. No ha sido una lectura memorable, pero sí entretenida y muy curiosa. Si bien ha ido de menos a más, en general es un libro sin sorpresas, del que es mejor no esperara nada y dejar que sus capítulos te envuelvan con ese espíritu con el que la autora nos habla de su pasión por la comida.

A través de 12 capítulos y usando, de manera implícita, las estaciones del año como hilo conductor, la autora nos hace un recorrido por diversos platos de la gastronomía nipona, desde restaurantes famosos en las grandes ciudades hasta pequeños restaurantes en pueblos remotos.

De esta lectura, sin duda, quiero destacar dos cosas que me han parecido sus puntos fuertes. La primera, el ímpetu, el afán y la alegría con la que la autora nos relata sus experiencias gastronómicas, así como lo mucho que disfruta de la comida, tanto ella como los comensales que la acompañan.
La segunda, todo el contexto cultural que acompaña a cada experiencia. Aparte de deleitarnos con platos exquisitos y hacernos la boca agua, la autora habla sobre la cultura de las zonas que visita, las tradiciones que acompañan a cada plato, y también las costumbres de ciertos restaurantes o pueblos en lo referente a la comida o la forma de comerla.

Si bien es un libro muy interesante y curioso, creo que su lectura se disfrutaría mucho más en otro tipo de formato, como novela gráfica o álbum ilustrado, en donde la imagen tuviera más protagonismo que el texto, ya que es un libro que creo que se apreciaría mejor de una manera más visual.

En general, ha sido una lectura muy amena, ideal para desconectar de lecturas más pesadas y simplemente dejarse llevar por el arte culinario nipón. Eso sí, no lo leáis con el estómago vacío, porque os rugirán las tripas.