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IOULIA; DOBROVOLSKAIA (Traductor)
ISBN : 8466338845
368 páginas
Editorial: Debolsillo (16/03/2017)

Calificación promedio : 4.47/5 (sobre 62 calificaciones)
Resumen:
Casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la segunda guerra mundial, pero su historia nunca ha sido contada. Este libro reúne los recuerdos de cientos de ellas, mujeres que fueron francotiradoras, condujeron tanques o trabajaron en hospitales de campaña. Su historia no es una historia de la guerra, ni de los combates, es la historia de hombres y mujeres en guerra.

¿Qué les ocurrió? ¿Cómo les transformó? ¿De qué tenían m... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (31) Ver más Añadir una crítica
Paloma
 28 December 2017
¿Sabe lo preciosos que resultan los amaneceres en la guerra? Antes de un combate…Los observas y estás segura: ese podría ser el último. La tierra es tan bella…Y el aire…Y el sol…”
- Olga Nikitichna Zabélina

No sé ni cómo empezar la reseña de este libro. Quizá debería esperar un par de días o semanas más, porque una serie de pensamientos e ideas se agolpan en mi mente y no sé si haya un hilo conductor. al mismo tiempo, siento que estas reflexiones desean salir ya, expresarse porque tengo miedo que la impresión se desvanezca con el paso de los días.

He de confesar que cuando Svetlana Alexievich ganó el Premio Nobel hace dos años pensé que el máximo premio de literatura comenzaba a desviarse de su propósito original (lo cual resultó evidente en el ganador de 2016). Sin embargo, nunca había leído a la autora y me dejé llevar por algunos artículos que indicaban que su obra era, fundamentalmente, la crónica. ¿No sé supone que la literatura es fantasía, imaginación, la posibilidad de recorrer otros mundos, reales o ficticios, pero con una narrativa propia? Bueno, por lo menos así siempre he percibido al género literario y, en ese sentido, he de reconocer que soy una “clasista” del arte, lo cual implica que: (1) no me gustan los experimentos; (2) no me gusta el arte moderno en general (salvo algunas excepciones y sobre todo en las artes plásticas); y (3) la literatura, para mí, no debe ser un medio de denuncia o propaganda por encima de la calidad literaria.

Dicho lo anterior, me pareció extraño que se premiara a una escritora cuyo trabajo es más cercano al periodismo. No obstante, no la veté de mi lista de potenciales lecturas y me propuse leerla eventualmente, también por solidaridad ante el hecho que los Nobel han estado dominados por hombres. de esta manera fue como me hice de la Guerra no Tiene Rostro de Mujer, ejemplar que estuvo un par de meses en mis estantes, hasta que decidí no dejar pasar más tiempo.
¡Qué gran descubrimiento resultó y cómo me demostró que estaba equivocada en algunos de mis preceptos literarios! Si bien es una literatura distinta a lo que yo considero como el estándar o modelo, la crónica de Alexievich es estupenda porque es humana, nos horroriza, nos conmueve, nos hace repensar nuestro mundo y, a pesar del pesimismo latente, nos permite también imaginar un mundo mejor.

La Guerra no Tiene Rostro de Mujer es una obra épica, tanto por el tema como por los protagonistas, pues desentierra y pone en evidencia la realidad de una de las guerras más cruentas de la humanidad y el papel de las mujeres, el cual fue silenciado o ignorado por más de cincuenta años. En las primeras páginas, la escritora relata el inicio de su búsqueda, las barreras que en principio encontró, la censura, el miedo. Pero confiesa que era algo que quería desenterrar, conocer, porque la voz oficial, la voz de la historia, no parecía suficiente ya que sólo es la voz de los vencedores. Y puede parecer contradictorio, toda vez que los vencedores no fueron otros que los rusos, quienes como aliados, derrotaron a Hitler. Sin embargo, en el espíritu de la Victoria, del triunfo del bien sobre el mal representado por el nazismo, muchos otros crímenes internos fueron silenciados y los héroes de esta guerra borrados de los capítulos de la historia.

En ese sentido, leer la crónica de Alexiévich implica no sólo conocer las historias de cientos y cientos de mujeres que se alistaron en el ejército o se unieron a los partisanos sino también conocer la historia de la Unión Soviética, de la crueldad que enfrentó un pueblo, de los sinsabores del triunfo. En este primer aspecto, son tantas las voces que existen en el libro que si bien uno no podría registrar todos los nombres, lo que sí es imposible de olvidar son las historias de valentía, de coraje, de tristeza, de desamor. Después de leerlo, queda esa impresión (y lo escribo con el temor de caer en un sesgo de género o sexismo) que, en definitiva, la guerra no es una actividad de mujeres: pero no por qué no tengan la fuerza, o la determinación o la capacidad –algo que las historias que el libro recoge demuestran – sino porque no es algo con lo cual la mujer sueñe. Esto sin duda puede deberse a la educación, a la diferencia y desigualdad de género, pero lo cierto es que la mujer tiende a unir, a construir, a apoyar.

”Hubiera sido mejor que me hubieran herido en el brazo o en la pierna, que me doliera el cuerpo. Porque el alma…duele mucho. Es que éramos muy jóvenes, unas niñas” (p. 55)

Varias de las mujeres recuerdan que en el campo de batalla, como rescatistas, estuvieron a punto de abandonar a soldados alemanes heridos, a negarles el pan a niños alemanes que encontraban por los caminos –y simplemente no lo hicieron: regresaban por ellos, los sanaban, compartían la poca comida disponible. Esto no lo hacían con gusto, es cierto, pero algo –considero que su humanidad las obligaba a ello.

”No me había olvidado de nada. Pero no sería capaz de pegar a un prisionero por el mero hecho de que está indefenso. Lo importante es que cada uno tomaba sus propias decisiones.” (p. 189).

Quizá uno de los fragmentos que más me impactó fue sobre una mujer rusa que al final de la guerra lloraba la pérdida de sus hijos. En su pueblo, un día pasó un grupo de prisioneros alemanes y al verlos, esta mujer lloró más, y les gritó que cómo era posible que las madres de estos soldados hubieran tenido el corazón de mandarlos a una guerra tan cruenta: los prisioneros no eran más que unos niños de entre 12 y 13 años.

La guerra lo cambió todo –separó familias, acabó con la infancia, generó muerte, condenó a muchas mujeres a la soledad. Pero, quizá lo más sorprendente es que, una vez concluido el conflicto, las mujeres entrevistadas por Aléxievich, guardaron silencio y esto tuvo múltiples razones: el querer olvidar, seguir adelante, vivir, volver a creer en la posibilidad de la bondad, del amor. Sin embargo, otro factor crucial fue sin duda el hecho que sin guerra se volvió al viejo estándar –el conflicto no era una actividad de mujer y quiénes habían participado, eran consideradas como desnaturalizadas o raras a lo menos. Tantas mujeres coinciden que era un tema que ni siquiera hablaban con sus maridos, algunos de los cuales habían conocido en el frente, y muchas de ellas habían guardado sus condecoraciones. Porque, ¿es normal que una mujer pueda tomar una metralla, manejar un avión, lanzar bombas? al parecer no, a pesar que expusieron la vida con el mismo arrojo que un hombre, se revolcaron en ríos de sangre, tuvieron que amputar miembros, tuvieron que comer animales de campo. Porque quizá una heroína no hace eso. Muchas historias coinciden que, al regresar de la guerra, cuando todo terminó, la gente las llamaba prostitutas, pensando que su labor entre tantos hombres no podría ser otra que satisfacerlos; otras indican que, al no tener hijos, se consideraba una maldición por haber realizado actividades masculinas.

Qué impotencia y qué injusticia, el haber amado a la patria, luchado por un ideal, y ser juzgado por no amoldarse a cierto modelo. Sin duda esto es algo con lo cual las mujeres en pleno siglo XXI seguimos enfrentando pero no por ello deja de crear indignación lo vivido por las mujeres rusas en la guerra. En este contexto, otro de los aspectos que explora el libro, sin ser una denuncia abierta pero considero que lo suficientemente contundente, es la vida bajo el régimen estalinista. Además de que algunas mujeres sufrieron cierta discriminación al volver de la guerra, otras debieron enfrentar nuevas separaciones al ser sus familiares juzgados como traidores a la patria por un gobierno autoritario: ¿por qué volvían los hombres del frente, cuándo todos estaban muriendo? Aquellos que habían participado en la liberación en Alemania, en Francia, eran enviados a campos de trabajos forzados porque su estancia en el extranjero pudo haberlos contaminado. Una enfermera narra como cuando los alemanes capturaron a la familia de un general, le enviaron un mensaje diciendo que si no se entregaba, asesinarían a todos los miembros. La orden del regimiento fue que no se entregara, que era por la patria. Y la familia murió… y a los pocos días el hombre fallecía en el frente, en una expedición sin mayores complicaciones.

En la década de los ochentas, cuando la autora empezó a redactar este libro, mucho de su material fue sujeto a la censura y resulta evidente por qué: la victoria también fue sufrimiento, fue pérdida, fue sacrificio, causado en parte por la guerra pero también por el propio gobierno. Como parte de otra de las confesiones de esta reseña, uno de los clásicos que no he leído aún es Fahrenheit 451 , que entiendo habla sobre el temor de regímenes autoritarios a los libros y por ello, su constante censura o destrucción. A reserva que ahora dicha novela estará en mis próximas lecturas, con un libro como La Guerra… creo que resulta más que evidente el por qué ese temor a las palabras, a la libertad de expresión. Como mencioné anteriormente, la crónica de Svetlana no es contra el régimen soviético ni es anticomunista –es la verdad contada en las historias de miles de mujeres que vivieron la guerra desde otra perspectiva. Pero dicho relato, tanto en lo extraordinario como en lo cotidiano, contiene una denuncia sobre un régimen opresivo, inhumano. Sin temor a equivocarme, considero que este libro me ha ilustrado bastante sobre una parte del régimen soviético sin tener que recurrir a un volumen de historia.

De tal forma, considero que La Guerra… debería ser una lectura obligatoria en todo el mundo: a veces parece tan fácil, tan simple olvidar la guerra, o glorificarla como una lucha en la que gana el bien y se castiga al mal, cuando en realidad, ésta tiene más víctimas que triunfadores. Olvidar el horror del conflicto beneficia los intereses de unos cuantos mientras entierra el futuro de millones: “A veces oigo una música…O una canción…Una voz de mujer… Y allí encuentro lo que he sentido. Algo semejante…En cambio, veo una película de guerra y sabe a mentir, leo un libro y lo mismo, mentira. No es…No es correcto.” (p. 243).

Al leer crónicas como ésta, uno no puede más que estremecerse ante lo terrible, lo sangriento, lo vulnerable que nos deja el conflicto y desear fervientemente que nunca más volviera a repetirse, porque la guerra es irracional e irracionales quiénes la promueven. Así de simple.

Este es un libro difícil, duro, pero también conmovedor. En varios momentos estuve a punto de las lágrimas tanto por el sufrimiento, como por la honestidad. Y es que, a pesar que este es un libro sobre la guerra, es brutal también el deseo por vivir, la esperanza en medio del caos, la bondad que surge en los lugares que menos se espera:

Fue en Stalingrado…El combate más terrible. Más que cualquier otro… Querida mía. Es imposible tener un corazón para el odio y otro para el amor. El ser humano tiene un solo corazón y yo siempre pensaba en cómo salvar el mío.” (p. 365)
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Guille63
 07 March 2023
“Me dan pena los que leerán este libro, y los que no lo leerán también…”

Me da algo de apuro, es tal el horror que aquí se recoge, tan conmovedor, tan fascinante la forma collage de expresarlo a base de las voces de sus propias protagonistas, que me parece casi un delito confesar que, después de las maravillas que para mí fueron «Voces de Chernobil» y, sobre todo, «El fin del homo sovieticus» , este me ha dejado a medias.

“Deja de recordar la guerra para recordar su juventud. Un fragmento de su vida… Hay que atrapar ese momento. ¡Que no se escape!”

El gran acierto de la autora fue encontrar esa forma distinta y potente de contar una historia, una forma que aquí estrenó y que perfeccionó en sus siguientes libros: centrarse en el relato de sus protagonistas, en los sentimientos de aquellas mujeres jóvenes que se alistaron en el ejército ruso en la Segunda Guerra Mundial. Una perspectiva nueva que no era una mera búsqueda de originalidad.

“Los hombres se ocultan detrás de la Historia, detrás de los hechos; la guerra los seduce con su acción, con el enfrentamiento de las ideas, de los intereses…mientras que las mujeres están a expensas de los sentimientos… Sus recuerdos son distintos, su forma de recordar es distinta.”

El problema del libro, o la causa del problema que en él encontré, es que fue escrito en 1985, 6 años antes de la disolución de la U.R.S.S., y, aunque la edición incluye algunas de las partes prohibidas por el censor, creo que el libro adolece de una profunda autocensura por parte de la autora y también de las mujeres que se prestaron a la entrevista. Una autocensura sin la que, seguramente, no hubiera podido ver la luz en aquellos tiempos, lo cual fue posible gracias a Gorbachov y su glasnost que permitió que en el libro se trataran, aunque a veces muy de pasada, ciertos aspectos de la guerra que hasta ese momento habían sido un tabú inabordable.

“Con diecinueve años me entregaron la Medalla al Valor. Con diecinueve se me quedó el pelo blanco.”

Así, el libro se ocupa en su mayor parte de glosar, por un lado, el horror de la guerra, el sufrimiento que supuso para la población rusa y especialmente para sus soldados y aún más especialmente para las mujeres soldados; en segundo lugar, y a veces de una forma un tanto reiterativa, el valor, el amor a la patria y el espíritu de sacrificio de las mujeres, tanto de las que se quedaron como, principalmente, de las que se alistaron dejando atrás a padres, madres y en ocasiones a sus propios hijos; también hubo madres que se los llevaron consigo al unirse a los partisanos y quien llegó a utilizarlos en sus operaciones, eran un buen camuflaje, quién iba a sospechar de una madre con su hijito en brazos.

”Ay, nenas, qué puñetera fue esa guerra... Vista con nuestros ojos. Con ojos de mujer... Es horrenda. Por eso no nos preguntan...”

También hay un gran espacio en el libro dedicado a comentar lo chocante que fue el encuentro de esas mujeres con el ejército nada preparados para su incorporación.

“¿Me preguntas que qué es lo más espantoso de la guerra?... Crees que te voy a responder: «Lo más espantoso de la guerra es la muerte». Pues te voy a decir otra cosa… Para mí, lo más terrible de la guerra era tener que llevar calzones de hombre.”

“Yo había guardado a hurtadillas unos pendientes, me los ponía de noche, antes de acostarme...”

“Los soldados se burlaban de cómo sujetábamos los fusiles. No lo hacíamos de la manera en que se suele sostener un arma, sino… Igual que cogíamos a nuestras muñecas...”

Comentarios que sirven de respiro entre las partes realmente duras, como leer que muchas de ellas se alistaban al ejército por amor a la revolución y a Stalin, aun cuando padres o maridos suyos habían sido duramente represaliados por el régimen (más de una se alistó para poder demostrar a sus vecinos y al partido que eran buenos comunistas). Había quién fue a la guerra entregada por sus propios padres, y muchas otras lo hicieron por vengar las barbaridades que los alemanes perpetraban a su paso por las aldeas rusas. La mayoría simplemente se dejaba llevar por la euforia del momento, su juventud, su ignorancia, su idealismo, su amor a la patria.

“En la escuela nos enseñaban a amar a la muerte. Escribíamos redacciones sobre cuánto nos gustaría entregar la vida por…Era nuestro sueño.”

De las barbaridades de los alemanes se dan algunos ejemplos aterradores, aunque no muchos, pero menos aún son los que se atribuyen al ejército soviético: apenas hay una o dos declaraciones sobre ello y siempre justificando la acción en una supuesta justicia o compensación.

“Los hombres llevaban tanto tiempo sin mujeres... y además, claro, el odio nos desbordaba. Entrábamos en un pueblo o en una aldea: los tres primeros días se dedicaban al saqueo y a... recuerdo a una mujer alemana violada. Yacía desnuda, en la entrepierna le habían metido una granada. Ahora siento vergüenza, pero en aquel momento no la sentí.”

Tampoco se habla apenas de los abusos que tuvieron que soportar las propias mujeres rusas.

“Allí solo había hombres, era mejor vivir con uno que temerlos a todos. Durante los combates no había para tanto… pero acabado el combate te acorralaban... de noche no había manera de salir de la covacha... allí hubo de todo porque nadie quería morir…De noche me despertaba agitando los brazos: repartía bofetadas, me quitaba de encima sus manos.”

En fin, una época horrorosa que, sin embargo, no logró matar la ilusión…

“Creíamos que después de la guerra, después de aquel mar de lágrimas, viviríamos una vida fabulosa. Una vida bonita. Después de la Victoria... Después del gran día... Creíamos que la gente se volvería buena, que nos amaríamos los unos a los otros. Que todos seríamos hermanos y hermanas. Cómo esperábamos ese día...”

… aunque no tardaría mucho en transmutarse en otro tipo de horror: tras la victoria final, muchos de los que volvieron fueron deportados a campos de concentración sospechosos de traición a la patria. No hay prisioneros en la guerra, hay traidores, decía el camarada Stalin.

“Haber vivido en los territorios ocupados, haber caído prisionero de guerra, haber pasado por los campos de trabajo en Alemania, haber estado en los campos de exterminio: todo levantaba sospechas. La pregunta básica era: ¿cómo habías salido con vida? ¿Por qué no habías muerto?”

Las mujeres, además, sufrieron un desprecio aún más horrible por parte de sus familias…

“Vete... Tienes dos hermanas pequeñas. ¿Quién querrá casarse con ellas? Todos saben que has pasado cuatro años en el frente...”

… y de la sociedad en general.

“Los hombres no abrían la boca y las mujeres... nos gritaban: “¡Sabemos lo que estuvisteis haciendo allí! Os insinuasteis a nuestros hombres con vuestros chochos jóvenes. Sois las putas del frente... Perras militares...”
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Eduardo_Irujo
 16 January 2023
Svetlana Alexievich, escritora y periodista bielorrusa, compone en este duro y hermoso, terrible y humano libro de entrevistas a mujeres soviéticas que participaron en la Segunda Guerra Mundial, una memoria olvidada. Da voz en esos relatos al “tremendo rictus de lo misterioso". En palabras de la autora, "la guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana" (p. 14).

Cuarenta años después de finalizada la contienda Alexievich comienza la titánica tarea de recuperar la memoria de estas mujeres, realiza cientos, miles de entrevistas. Viaja por toda la URSS visitando a esas luchadoras olvidadas en sus casas, en asilos, en granjas. Y vuelve con una historia sublime, cercana, que remueve las tripas. Que horroriza pero nos acerca a los ideales que movieron a todas ellas, jóvenes en su mayoría de 15 o 16 años a luchar en una guerra cruenta que, en principio, no estaba hecha para ellas. Pero se hicieron un hueco, con tesón, grandeza, fuerza de voluntad y una fe inquebrantable. Después, el silencio… impuesto desde el Estado, la sociedad, los hombres y mujeres que salvaron y defendieron.

Encuesta, charla, toma el té con ellas, desde las lavanderas, panaderas y enfermeras hasta las aviadoras, zapadoras, artilleras, partisanas que durante cuatro años, de 1941 a 1945, primero aguantaron la embestida del ejército alemán y, más tarde, le hicieron retroceder hasta Berlín. Pueblos quemados, actos de tortura, asesinatos masivos son descritos desde la mirada tensa y horrorizada, pero con férrea voluntad de resistir y luchar hasta el final. Mirada coral que nos descubre un universo hasta ahora silenciado y desconocido: "recorrí un largo camino junto a mis personajes. Como ellas, pasó mucho tiempo hasta que pude asumir que nuestra Victoria tenía dos caras: una es bella y la otra es espantosa, cubierta de cicatrices. Mirarla es doloroso" (p. 40)
Al finalizar la lectura del libro, sus voces, la de estas luchadoras, resuenan en nuestra mente y nos enfrentan al pasado para poder comprender el presente. Sin olvido. Por justicia. Con ese poso amargo en el estómago de a quien se le ha narrado el horror desde una mirada diferente, cargada de connotaciones, de ternura y de perplejidad.
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marta_lo
 21 January 2023
El trabajo intenso de la autora a la hora de recopilar información es sublime en este libro. Cartas, llamadas telefónicas, visitas a domicilios, festividades, organizaciones, museos… Svetlana Alexiévich recorrió la antigua Unión Soviética con la grabadora en mano para recoger las palabras de quizá cientos de mujeres y poder elegir de entre todas y crear este libro.

Aunque a veces la autora escribe cómo consiguió tal o cual información, o narra la situación emocional por la que pasaba al ser testigo de lo vivido por otras personas durante la Segunda Guerra Mundial, este libro está narrado realmente por un coro de voces femeninas, cada una preciada e importante.

En su gran mayoría, la autora nos dice el nombre y apellidos de cada mujer y su papel en la guerra (soldado, cocinera, zapadora…), pero en algún caso ha tenido que mantener en el anonimato de algunas, ya sea por miedo o por vergüenza. Porque después de luchar por su país contra los nazis alemanes, la situación fue distinta para los hombres que para las mujeres: mientras que a ellos se les recibía con todos los honores, ellas eran castigadas con el estigma de no ser reconocido su trabajo y de no ser consideradas buenas mujeres por haberse dedicado a la defensa del país. Muchas no pudieron casarse después, y vivieron en pisos compartidos, ya que fueron echadas de sus hogares por sus propias familias.

Es sorprendente también cómo ellas mismas cuentan cómo sentían que era un honor y una obligación el defender a su país, cómo desde pequeñas en casa y en la escuela se les enseñaba a todos a servir a su país por encima de sus propios deseos.

Svetlana Alexiévich ha ganado numerosos premios internacionales por sus obras, ya que da la oportunidad de hablar a quien nunca ha tenido voz. Resulta inquietante que la percepción de la guerra que todos tenemos, hayamos o no vivido una, sea a través de la mirada masculina y se haya obviado la femenina, por eso es tan importante la obra de esta gran mujer.

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Nuryta
 08 July 2023
La autora nos presenta una serie de relatos de la II Guerra Mundial que nos harán llorar, reir, soñar, suspirar y ante todo reflexionar. Un buen grupo de mujeres de origen soviético explican su visión y sus experiencias totalmente humanas, de mujeres que sienten ante todo un gran amor y responsabilidad por su Patria, así como por su familia, sus amigos y compañeros.

Mujeres que se manifiestan fuertes y valerosas, a pesar del miedo que puedan sentir. Que desempeñaron múltiples roles en la guerra, fueron enfermeras, cocineras, conductoras, operadoras de teléfono, pilotos, francotiradoras, partisanas, espías y mucho más. Como mujeres, además, fueron amigas y sostén de los hombres soldados. Igual que ellos al terminar la guerra, se llevaron los traumas y pesadillas a sus casas, pero se vieron en la obligación de “volver a ser mujeres” y olvidar que alguna vez estuvieron en la guerra, porque su papel debía ser el de madres y esposas.

Un libro fuerte pero necesario, para hacer valer el papel de estas mujeres que durante años debieron callar, que aún no se creen que ahora puedan hablar de lo que vivieron y sintieron, pero que alzan la voz, para que el mundo lo sepa.

Excelente lectura, muy recomendada.
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Citas y frases (61) Ver más Añadir cita
arealareal16 May 2023
Ahora hablando en serio... Esto es para la Historia, ¿a que sí? ¿Esa cosa tuya está grabando?... O sea, que es para la Historia... Pues diré lo siguiente: "Si renuncias a ser mujer, no sobrevives en la guerra”. Nunca he envidiado a los hombres. Ni de pequeña, ni de joven. Tampoco durante la guerra. Siempre me he alegrado de ser mujer.
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arealareal09 May 2023
Desde entonces los aviones me aterrorizan. Es como si aquel piloto con su avión siempre estuviera en alguna parte, enseguida me entra el pánico, no soy capaz de pensar en nada, solo en que ese avión está volando hacia mí y en que tengo que esconderme para no ver, no oír.
No soporto el ruido de los aviones. No puedo volar...
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LavidamurmuraLavidamurmura08 September 2022
Antes pensaba que el sufrimiento libera, que, tras superar las penas, el individuo ya solo se pertenece a sí mismo. Que su propia memoria le protege. Pero estoy descubriendo que no, no es una regla general. A menudo este saber e incluso el saber superior (inexistente en la vida normal) existen como un ente oculto, como una especie de reserva intangible y secreta, como las pepitas de oro en una mina. Hay que separar minuciosamente el lastre y rebuscar bien entre los sedimentos del ajetreo diario para finalmente hacerlo brillar. [...] Entonces ¿qué somos en realidad, de qué estamos hechos? ¿De qué material? ¿Cuál es su resistencia? Eso es lo que quiero entender.
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arealareal06 May 2023
Y allí mismo, sin esperar nada, le pegaron un tiro en la frente. Con un revólver. Era un fusilamiento ejemplar: le pasaría lo mismo a cualquiera que vacilara. ¡Aunque fuera por un segundo! Por uno solo...
Aquella orden me hizo madurar de la noche a la mañana. No se habló de... Procuramos olvidarlo... Si, ganamos la guerra, pero ¡a qué precio! ¡¿A qué terrible precio?!
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arealareal07 May 2023
El comandante me chillaba: "¡Soldado Semiónova! ¡Soldado Semiónova, te has vuelto loca! La madre... ¡Te matarán!" Justo lo que no me cabía en la cabeza: ¿cómo me iban a matar si acababa de llegar al frente? Entonces aún no sabía lo vulgar y poco selecta que es la muerte. No le vayas con peticiones y súplicas.
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