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Crítica de gustavoadolfo


gustavoadolfo
16 September 2021
“Una paloma es el compendio del caos y la anarquía”

Patrick Süskind tiene 72 años, es alemán y –dicen–, muy reservado. A pesar de su popularidad el autor se niega a dar entrevistas y a realizar apariciones públicas, de allí que algunos quieran ver en él a un nuevo J. D. Salinger.

Su obra literaria no es profusa: en 1981 escribió El contrabajo, un monólogo teatral de gran éxito en su país; en 1985 apareció su novela de mayor renombre: El perfume: historia de un asesino. Traducida a más de cuarenta lenguas, esta novela ha vendido millones de ejemplares, además, en 2006 fue adaptada al cine por Tom Tykwer (1965-). En 1987 publicó La paloma, novela que comentaremos en esta ocasión. Luego le siguieron: La historia del señor Sommer (1991), Un combate y otros relatos (1996) y el ensayo: Sobre el amor y la muerte (2005).

Las obras de Süskind son cortas, quizás con la excepción de El perfume. La paloma, por ejemplo, tiene aproximadamente 22.000 palabras, es decir, menos de cincuenta cuartillas. Tal como suele decirse: una novela que puede leerse de una sentada.

“¿Cómo se mata a tiros a una paloma?” (21)
Esta novela está centrada en un personaje memorable, un ser único, tan especial que –de seguro– existirán varios millones como él en todo el mundo. Se trata de un hombre maduro, un ex soldado sobreviviente a la guerra, ahora vigilante armado en un banco de la ciudad. Este hombre, tenemos que decirlo: siente miedo y horror ante la súbita aparición de una paloma, en mitad del pasillo, afuera de su habitación.

El pequeño e inofensivo animal representa el desorden y todo aquello que no se puede controlar. El protagonista de esta novela ha pasado su vida entera intentando poner orden a su existencia. Ha intentado, incluso, programar cada paso y cada respiración: vive en 7.5 metros cuadrados sin llamar la atención, disponiendo todo para su mínima y justa comodidad, sin afectar a nadie, como si viviera en una “isla segura” donde interactúa con el menor número posible de personas.

Sin embargo, la aparición de la paloma podría desencadenar su perdición. Podría, por ejemplo, llevarlo al abandono de sí mismo, obligarlo a vivir sin salir de su habitación-refugio (la cual no tiene sanitario). Aunque podría salir de allí para nunca volver: vestiría sus ropas de invierno ¡en pleno verano! para pasar por el lado de la paloma y evitar cualquier contacto físico. Una vez afuera podría convertirse en un hombre sin habitación; a lo mejor: podría enloquecer y atentar contra la vida de los otros y contra la propia...

Esta no es una novela sobre la locura. No. Esta novela es una metáfora sobre la soledad y las maneras en que escondemos nuestros miedos. Es la historia de un hombre que odia las sorpresas y que estaba seguro de que el único suceso que debía transformar su vida era su propia muerte. ¿Cómo se puede vivir sabiendo que en esta vida nada es seguro?, no importa si tienes un empleo, si eres un ciudadano ejemplar y si vives bajo un techo, un día cualquiera aparece una simple paloma y...

“Padre nuestro que estás en los cielos, sálvame de esta paloma. Amén” (23)
Quizás el lector encuentre en la novela suficientes elementos para comprender al personaje cuando éste se vea obligado a reconstruir su pasado. Quizás lo anterior nos haga pensar en nosotros mismos y en nuestras propias vidas.

Para cerrar, me gustaría decir que –en mi cabeza– Süskind se parece un poco a su personaje: vive sin querer llamar la atención. al mismo tiempo, se parece a la paloma: un suceso imprevisto, un escritor que no quiere comportarse como una vedette. Asimismo, en él debe haber algo del músico de El contrabajo, quien vive en un departamento insonorizado sin control de su vida, entregado por entero a su arte. Me imagino a Süskind dedicado a escribir para publicar, únicamente, lo más acabado. También se parece a Grenouille, pues tiene la capacidad de crear obras sin igual que han hecho que el resto de los mortales lo amen, tal como sucede con el personaje de El perfume. Süskind también debe parecerse un poco al señor Sommer, quien nunca deja de caminar eludiendo el contacto humano, vociferando: “¡Bueno, pues déjeme en paz de una vez”.
Enlace: https://guardopalabras.blogs..
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