Titú: El verano de las colinas infinitas

"Titú. El verano de las colinas infinitas" es una novela gráfica (yo sigo llamándole cómic, porque no entiendo muy bien la diferencia), donde el autor crea una historia a través de sus recuerdos y sus experiencias vividas cuando era un niño. Se podría decir, incluso, que este libro es algo autobiográfico, tiene mucho de real. En esta historia podemos apreciar y recordar (quién lo haya vivido) tiempos pasados, conocer como se vivía hace algunas décadas y cómo eran los deseados veranos de los niños y niñas de antaño (aunque yo me incluyo, porque los vivía así).

¿Qué podemos encontrar dentro de este libro? Una historia simple y llana pero llena de magia e ilusión. Una historia que logra transportar a todo lector que haya pasado los veranos de su infancia en el pueblo de los abuelos, esos pueblos de los que nadie quería irse al llegar Septiembre, donde todo era posible y nos sentíamos los reyes y reinas del mundo. Debo decir, que el primer capítulo de la novela, "D-Day" me descolocó un poco por cómo es, pero hacia el final de este comprendí el sentido con respecto a la historia global gracias a la aparición de uno de los protagonistas. Me sorprendí tanto que me faltó aplaudir. Además, me ha gustado muchísimo como el autor ha relacionado este primer capítulo con el último diálogo del libro, ya que no solamente me ha hecho recordar mi infancia sino también a mis abuelos.

Sobre los personajes tengo que decir que me han gustado bastante. Es cierto que no son personajes súper complicados ni trabajados, pero no se quedan planos, al menos bajo mi punto de vista. Todos ellos, empezando por los dos niños, siguiendo por los abuelos, padres y como no, Malako el perro, desprenden verdad y creo que el autor ha hecho un gran trabajo ilustrando las diferentes personalidades, y modos de actuar dependiendo de la educación recibida y la época de cada generación. Me he reído bastante con las discusiones entre los abuelos porque los míos las tenían también, me he sentido en casa leyendo cada escena.

Sobre la edición en sí, debo decir que es preciosa. La encuadernación en tapa dura/cartoné y las páginas en folios más gruesos es ideal, simplemente perfecta y sin duda alguna, los dibujos de Carlos Maiques me han ayudado muchísimo a conectar con los personajes e historia a pesar de estar en blanco y negro, cosa que yo considero un plus porque me recuerda a una época pasada donde incluso la televisión se veía en escala de grises. La portada... ¿Qué puedo decir de ella? En cuanto la vi, con sus colores vivos y "pintada" como a pinceladas, me quede completamente prendada.

En conclusión, "Titú. El verano de las colinas infinitas" es una historia simple, sin ganas de ser algo que nunca será y, sin embargo, lo es todo. No sé como podría explicarlo mejor, pero incluso sus dibujos en blanco y negro me transportaron a mi infancia, a esos veranos eternos corriendo de aquí para allá en un pueblecito de interior donde lo más peligroso que te podía pasar, era una caída mientras saltabas a la cuerda. Sin duda, uno de esos libros que pienso releer y disfrutar muy a menudo. Maravilloso. ¡Ah! ¿Y a qué no sabéis lo mejor? He descubierto que el autor tiene más libros de "Titú", así que seguramente acabe haciéndome con más de uno. Si os gusta descubrir historias nuevas, las novelas gráficas/cómics y buscáis lecturas amenas y rápidas de leer, sin duda os recomiendo este libro.

El libro me ha sorprendido en muchos sentidos. La primera sorpresa ha sido encontrarme con una portada preciosa y súper colorida y un interior en blanco y negro. La verdad que lo primero que he pensado ha sido y porqué? Pero al terminar el libro he entendido que en color no hubiera sido ese verano que nos explica la historia. También me ha sorprendido tan poco diálogo y lo poco que he hechado en falta las palabras. Desde luego que está muy claramente explicado todo a través de la ilustración. Me ha gustado la forma en que está trazado el dibujo, muy acorde con la época a la que nos traslada la historia y esas viñetas entrelazadas entre sí me han parecido fascinantes. Hay dibujos muy impresionantes y que te trasladan al lugar en cuestión.

La historia trata de dos hermanos que pasan sus últimos días de veraneo en el pueblo con los abuelos y nos enseña anécdotas que les suceden y con los que me he sentido súper identificada. Me ha encantado darme cuenta de cómo los ancianos del pueblo observan en silencio a los ruidosos niños, seguro que con una mezcla de irritación y añoranza. Cómo los niños temen el enfado de la abuela tras haberla liado muy parda al hacer los recados que les mandan. Esas conversaciones de abuelos en los que se recriminan y amenazan mutuamente por ver quien tiene la razón. Esas expediciones a lugares fantásticos gracias a la imaginación. Esas pocas ganas de volver a casa y retomar todo de nuevo y esos acontecimientos que yo creo que casi todo niño de los años noventa para abajo los ha vivido en carnes...

La verdad es que me ha transportado a veranos con los abuelos y tíos en Turégano, dónde he vivido prácticamente las mismas situaciones que los protagonistas del libro, y me he reído lo indecible con esas coincidencias. Desde luego ha sido un libro que me ha encantado y que me ha devuelto a la memoria esos momentos vividos y que hace que sienta uno cierta nostalgia, tanto por ser tiempos que no volverán, con personas que no volverán, como por darme cuenta de que esos veranos tuvieron su tiempo o época y que realmente ya no se van a repetir porque en la actualidad se considerarían un despropósito, una aberración o incluso me atrevería a decir que un maltrato. Sinceramente hecho la vista atrás y creo que aquellos tiempos nos enseñaron y nos dieron mucho más de lo que darán estos tiempos, ni los venideros! Una lástima pero una realidad y hasta me atrevería a decir que, el que no vivió un verano como el de este libro, no tuvo infancia.

Lo primero que nos sorprende de este magnífico libro es su portada. Los colores utilizados, como se han combinado, la pincelada utilizada y el rojo del título que lo destaca.

Este libro es una novela gráfica que nos explica el verano de dos hermanos que se quedan en el pueblo con sus abuelos. A partir de ahí vemos los líos en los que se meten, lo que aprenden, el respeto hacía su familia y los valores que se aprenden cuando pasas tiempo fuera de casa. Me ha encantado como los niños transmiten de una forma tan cierta los sentimientos de estar en el pueblo, las pocas ganas de volver a casa, las ganas de diversión y la importancia de la compañía. Los abuelos tienen un carácter tan real que te hacen profundizar y conectar muchísimo con la historia.

Este libro tiene poco diálogo, pero la verdad es que no hace falta más, la historia es muy entendible y su sencillez es lo que la hace tan especial. Las viñetas de este libro son increíbles. al principio puede tirar un poco atrás que no sean en color, pero que sean monocromáticas nos ilustran muy bien la época que se nos describe en la historia. La pincelada es fina pero precisa y eso hace que se vea un dibujo limpio y claro. Debo remarcar lo bien representada que está la escena de la guerra al principio de la historia.

Finalmente, lo que se lleva toda la atención o al menos una gran parte de ella es la presentación de este libro. La tapa dura y colorida contrasta de una forma preciosa con las viñetas en blanco y negro. El papel es de una calidad magnífica, son estos pequeños detalles los que hacen del libro una pequeña obra de arte.

Este libro es un privilegio y un regalo. Bajo esa encuadernación colorida que ya nos desvía la mirada hacía ella, encontramos una historia de recuerdos que nos transporta a nuestros propias vivencias infantiles. Sin adornos, con un trazo limpio en sus ilustraciones y sin distracciones de color. Un verano cualquiera en la infancia de dos hermanos y todo lo que lo hace especial y eterno: entorno rural, animales, juegos fantásticos sin el recurso tecnológico de las ciudades,
abuelos, el genial perro Malako y la imaginación que en este contexto los acompaña en un periodo vacacional breve pero intenso. A través de su lectura y sus delicados dibujos , me ha sido fácil entrar en ese espacio y a la vez participar de esas sensaciones únicas que sólo esos descubrimientos infantiles nos pueden otorgar. Recuerdos de veranos concretos, familiares que ya no forman parte de la vida adulta pero que dejan su huella de forma perpetua, lugares que deseamos no cambien jamás. Su lectura nos deja una sonrisa y nos recupera esa paz que en algún momento nos acompañó. Es un libro para tener siempre cercano para rescatarse del olvido y del paso del tiempo.

Todo comienza con una guerra en las mismas trincheras. Esta parte me ha sorprendido lo bien que las ilustraciones representan el horror de una guerra y donde podemos ver unas caras de soldados como si parecieran calaveras, pudiéndose entrever la muerte.
De pronto, y para asombro del lector, observamos a un niño que está jugando con soldaditos y que todo lo anterior era el juego de un niño. Este niño es Titú, quien está pasando las vacaciones de verano junto a su hermano Sebastian en el pueblo, en casa de sus abuelos.

Así pues, la historia nos cuenta las vacaciones de verano con los abuelos en el pueblo, lleno de colores (aunque el recuerdo sea en blanco y negro), olores, sabores, y como no, correr grandes aventuras como correr detrás de un pollo, descubrir lugares secretos, jugar a los soldaditos, caballeros medievales, buscar tesoros, luchar contra dragones y demonios del inframundo, gigantes...
Una vida más cerca de la naturaleza, de los animales, esos largos paseos junto a su abuelo por el campo alejados de la ruidosa y ajetreada ciudad, a quien le gustaba pasear y contar cosas sobre la vida y y lo que ha vivido.

Me han encantado esos juegos infantiles, las discusiones entre los abuelos por pura cabezonería para ver quién tiene la razón y el perro Malako persiguiendo a una liebre y que me ha tenido en un sin vivir.

Esta historia no tendría el mismo sentido sin las maravillosas ilustraciones, ya que la historia en sí no tiene mucha narración ni diálogos, pero no necesita más, pues las propias ilustraciones hacen el resto, transmitiendo a la perfección la historia sin más y llenándola de más matices si cabe.
Con un trazo limpio y fino, sin color, ya que no lo necesita, pues en ese blanco y gris, sin llegar a la dureza del negro, hace que al lector le evoque sensaciones de recuerdos y añoranza.

Una edición de excelente calidad, no sólo en la historia y las ilustraciones, sino también en su encuadernación en tapa dura o cartoné a todo color, lo que hace que llame mucho la atención, y que contrasta con las ilustraciones en blanco y gris y un papel muy grueso que compone sus páginas de gran calidad.

Una novela gráfica que sin duda recomiendo, especialmente para los adultos que pasaban sus veranos en el pueblo con sus abuelos.
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