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Crítica de lauli


lauli
19 March 2022
Las historias de infancia en el contexto del thatcherismo en el Reino Unido ya se han vuelto un subgénero importante en las producciones culturales de ese país (El reino de Kensuke de Morpurgo, y la película Billy Elliot son buenos exponentes). Sin embargo, Stuart escribe con la precisión, la belleza y la amargura de quien ha vivido el dolor en carne propia. Shuggie Bain tiene un fuerte componente autobiográfico que le da una veracidad que hace que llegue directo al corazón (y lo golpee bastante).

Shuggie no es un niño como los demás. le gusta bailar, jugar con muñecas, arreglarle el pelo a su mamá y limpiar amorosamente sus adornos de cristal. Siente adoración por su madre Agnes, hermosa, intempestiva, alcohólica y engañada crónicamente por su marido. Cuando antes de abandonarlos definitivamente el padre de Shuggie los instala en un barrio minero de las afueras de Glasgow, lejos de los abuelos maternos que eran la única red de contención familiar, Agnes comienza a descender en los abismos de la adicción, la familia empieza a desmoronarse, y Shuggie debe convertirse en el guardián, protector y cómplice de su madre con apenas ocho años.

Douglas Stuart logra un retrato brutal de una Glasgow arrasada por el cierre de las minas y las fábricas que eran la principal fuente de empleo, donde “los hombres estaban perdiendo su mismísima masculinidad” y buscaban recuperarla ejerciendo la violencia contra las mujeres, que a la vez debían desarrollar las herramientas de la seducción y el engaño para poder subsistir y alimentar a sus familias (es interesante el paralelismo que traza la novela entre los recursos desesperados de Agnes y los de su madre en ausencia del padre durante la Segunda Guerra Mundial). También me shockeó el retrato descarnado del intento de abuso y la violencia sexual del que son objeto tanto Agnes en el estado vulnerable en que la deja el alcohol, como Shuggie por ser “afeminado” y no encajar en los parámetros sociales de masculinidad.

Sin embargo, como un rayo de luz en medio de tanta sordidez, brillan las relaciones humanas, sobre todo la de Shuggie con su mamá, pero también con sus abuelos y con su hermano Leek. Hay momentos de muchísima ternura, y la defensa incondicional que hace Shuggie de su mamá, aún sabiendo que es poco probable que pueda curarse y sufriendo las privaciones a las que lo somete su adicción, hace que sea imposible no conmoverse. El retrato de Agnes es también sumamente memorable: una mujer falible, de a ratos realmente enervante en sus actitudes y reacciones, pero que intenta aferrarse con uñas y dientes a su dignidad en medio del naufragio. Recomiendo fuertemente esta novela tan dura como bella.
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