InicioMis librosAñadir libros
Descubrir
LibrosAutoresLectoresCríticasCitasListasTest
>

Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
19 June 2018
Olive Kitteridge es la parábola sobre la amargura y el conformismo que Elizabeth Strout nos ofrece en su novela.

La califico de parábola no por su brevedad, sino por relatarnos en la vida de Olive una historia que parece una analogía sobre la negatividad en un amplio espectro (ya sea consciente o inconscientemente), y con la que aprendemos una enseñanza mediante la observación de su vida y sus pensamientos, pues en ella vemos en todo momento la incapacidad de disociar los juicios y las sentencias que van brotando y aflorando a lo largo de la lectura.

La protagonista, maestra de matemáticas en la ciudad imaginaria de Crosby, está casada con Henry, el farmacéutico del pueblo, y es madre de un solo hijo, Christopher. Olive se dedica a vampirizarlos y castrarlos (metafóricamente) en todos los aspectos y en todas las potenciales decisiones que ambos puedan tomar... y digo potenciales porque mueren antes de salir de sus bocas. Tanto el padre como el hijo son personas pasivas, incapaces de argumentar o alegar alguna de sus razones personales ante Olive. Ya sea por miedo o por costumbre, su pasividad, pincelada con tintes de bondad, siempre se verá supeditada a la poderosa y claustrofóbica Olive Kitteridge.

Así se va percibiendo que el personaje principal no es de esos con los que se empatiza ni en la primera ni en la última página, sino todo lo contrario. Reconozco que la autora ha construido en ella un mundo lleno de matices y cualidades, pero al final, como ocurre siempre que te tropiezas con una persona negativa y tóxica, cuando esta se va se te queda un regustillo amargo difícil de endulzar.

En mi caso ha sido así. Olive representa para mí la antítesis de la positividad, y todos los que la acompañan desprenden el mismo tufillo: son personajes acomodados en su amargura y depresión. Todo en ella, al igual que en los demás, se nutre de cualidades negativas (el pesar, los celos, la posesión, la amargura, la vejez física y mental) que no les permiten avanzar y reinventarse como son. Estos elementos, que emanan y aromatizan a todos, se magnifican cuando entran en contacto con Olive.

La novela está ambientada en Crosby, ciudad donde la belleza y la naturaleza parecen embargarlo todo a priori, pero conforme vas leyendo y conociendo a sus diferentes habitantes, los miembros foráneos de la comunidad, te das cuenta de la incoherencia en sus vidas. Tanto los jóvenes como los no tan jóvenes rezuman pesimismo y derrota en cuanto atisbas y te asomas a sus realidades; desde el primer momento percibes que las cosas no les van a salir bien, pues su pasividad les hace vivir simplemente en las apariencias y en el inconformismo paralizante con el único fin de satisfacer sus egos desapegados a sus conciencias. Todos, a su manera, se quejan de sus vidas, y de alguna forma anhelan lo que otros tienen, pero nadie o casi nadie es capaz de hacer nada. El simple hecho de coger las riendas de sus vidas supone un cúmulo de excusas y sobreesfuerzo, y al final siempre deciden dejarse llevar por sus diferentes pero igualmente agobiantes situaciones.

Entonces, desde la distancia, llega un momento que casi te da igual. El lector, para no contagiarse de esa atmósfera gris y cerrada, tiene que desapegarse de todos y cada uno de ellos. No puedes cambiar el resultado de las cosas si estos personajes no son congruentes consigo mismos ni con sus conciencias. Siempre, o la mayor parte de las veces, son personas reactivas, nunca proactivas a unas circunstancias sobrevenidas que unas veces parece que les sobrepasan y otras que les resbalan.

Olive Kitteridge participa de este ambiente cerrado y rancio donde su conciencia y su ego luchan en todo momento: siente una cosa y dice otra, o viceversa. El caso es que en ningún momento la vemos sincronizada con sus sentimientos y sus acciones, y así somos testigos una y otra vez de cómo sus salidas de tono y meteduras de pata chocan con sus remordimientos y su conciencia.

El contrapunto positivo a todo lo anterior lo encontramos en Christopher, su hijo. Es el personaje que ha ido creciendo ante mis ojos al mismo tiempo que decrecía ante los ojos de su madre. Cuando es capaz de romper las cadenas y construirse una vida lejos de ese ambiente, aparecen los rayos de sol y la esperanza en la historia. Él es el único que sabe encontrar la coherencia en su vida, algo que no parece entender su madre. Lucha hasta lograr construirse una vida lejos de la sombra tediosa de sus padres y vecinos, y gracias a él la novela se equilibra, revalorizándose y esperanzando al lector.

Al final es una novela que merece la pena ser leída aunque, eso sí, desde una distancia prudencial de seguridad para no contagiarse de toda esa atmósfera naftalina, tratando y valorando a cada uno de los personajes con la objetividad necesaria para descubrir la grandeza de la escritura. Elizabeth Strout, en su maestría, nos modela un universo tan especial y particular que, queriéndolo o no, nos deja una huella profunda y perdurable.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
Comentar  Me gusta         10



Comprar este libro en papel, epub, pdf en

Amazon ESAgapeaCasa del libro
Apreciaron esta crítica ()(1)ver más