Beckomberga. Oda a mi familia

Una grata sorpresa la que acabo de llevarme con este libro. Esta es una historia acerca de la relación entre una hija (Jackie) y su padre (Jim) que está internado en un hospital psiquiátrico en las afueras de Estocolmo. Poco a poco, a base de capítulos cortos e intercalando pasado y presente, iremos conociendo porqué el padre acaba en este hospital y como Jackie suple la carencia de no tenerlo a su lado durante la infancia y adolescencia: su interés en ir a verle al hospital convirtiendo esas visitas en casi un modo de vida, con conversaciones y silencios cargados de sentimientos.

La relación entre ellos es algo muy profundo y fuera de lo común, Jim siempre hablará sin tapujos a su hija, y también a la inversa, ambos tratarán los temas con meridiana claridad: las ganas o no de vivir, la soledad, el amor, las relaciones... Pese al dolor subyacente, con el suicidio siempre planeando en el horizonte, la historia está tratada y contada con extrema delicadeza, tanta, que aún con todo, resulta de una enorme belleza.
Stridsberg consigue mediante una narrativa concisa y sin mayor pretensión literaria, contarnos una historia de las que dejan poso y te invitan a repensar ciertas creencias de esas que, a lo mejor sin darte cuenta, habías considerado inamovibles.

Lo cierto es que no sé cómo comenzar a hablar sobre este libro, y he de confesar que he necesitado un tiempo de reflexión para poder asimilar mejor esta historia.
Aún a riesgo de contradecirme, diré que es un libro bueno, con una historia potente y que despierta la curiosidad del lector, haciendo que se tengan ganas de saber qué es lo que ocurre al final de todo pero, a la vez, creo que el estilo de la autora es tan personal (cortante y directo, pero también poético y evocador) que hace que termines con la sensación de no saber si te ha gustado o no, de saber que tienes entre las manos un libro especial, pero sintiendo una mezcla de tristeza, esperanza y mucho desconcierto.
Pese a la rapidez con la que se lee, creo que es un libro un tanto denso (debido en parte a los saltos en el tiempo y entre personajes que tienen lugar) que pone de manifiesto la demoledora realidad de la vida en los hospitales psiquiátricos de la época y las situaciones que vivían tanto los residentes en ellos como sus familiares; un baño de realidad en la que los personajes aparecen como parte integrante del decorado y que, sin embargo, juegan el papel principal.
Beckomberga es, efectivamente, una oda: oda a la soledad, oda a la fragilidad y, sobre todo, oda a la esperanza.
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